El príncipe Andrés de Inglaterra fue aislado y rechazado por su familia y no interactuó con nadie, salvo con su madre, durante un servicio religioso en memoria de su padre, el príncipe Felipe, fallecido en abril del año pasado.
La presencia del príncipe, de 62 años, en la ceremonia fue muy debatida después de un largo tiempo en que se alejó de la vida pública por su imputación en un caso de abuso sexual de menores, que se cerró en con un acuerdo económico con su denunciante.
Cuatro décadas atrás aclamado por los británicos por su participación como "héroe" en la Guerra de las Malvinas, el príncipe Andrés tuvo que entrar por una puerta lateral de la Abadía de Westminster, el templo londinense donde se llevó a cabo la ceremonia.
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El duque escoltó a la reina Isabel II hasta su asiento pero tuvo poca interacción con el resto de su familia: evitó las recepciones posteriores, ofrecidas en el Palacio de Buckingham a los invitados extranjeros, y regresó directamente al Castillo de Windsor.
La decisión de la reina de que Andrés la acompañe a Westminster es vista como una importante señal de apoyo a su hijo por parte de los expertos conocedores de la monarquía. Sin embargo, el príncipe Carlos, heredero del trono, y su hijo Guillermo se sentían decepcionados e incómodos por la presencia de Andrés en el servicio religioso.
La biógrafa real, Angela Levin dijo: "Habrían estado muy decepcionados e incómodos por la presencia de Andrés, pero habrían sabido que esta era la decisión de la reina".
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"Estoy segura de que probablemente estaban pensando algo muy diferente en su interior, pero Carlos y Guillermo siempre supieron que la reina siente debilidad por Andrés y si quiere a su hijo favorito con ella, tiene derecho a hacerlo".
"Fue uno de esos momentos en los que la reina ejerció su cargo tanto de madre como de reina", opinó Levin.
El hijo de la reina Isabel fue objeto de una demanda de la estadounidense Virginia Giuffre, quien lo acusaba de haber abusado sexualmente de ella cuando tenía 17 años.
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Giuffre fue una de tantas víctimas del multimillonario Jeffrey Epstein, amigo de Andrés acusado de pederastia, quien fue encontrado muerto en una cárcel de Manhattan en agosto de 2019 cuando aguardaba a ser juzgado.
A principios de marzo, el príncipe y Virginia Giuffre llegaron a un acuerdo económico extrajudicial para poner fin a un proceso civil que de haber seguido hubiera puesto a Andrés en el banquillo de los acusados en EEUU y en serios problemas a la familia real británica.
El tercer hijo de la reina ya se había tenido que retirar de la vida pública tras una desastrosa entrevista a la BBC en 2019, en la que no mostró arrepentimiento por su amistad con Epstein ni la menor empatía por las víctimas del financiero estadounidense.
En un intento de proteger a la monarquía, Andrés fue privado en enero de sus honores y títulos militares ni puede utilizar su título de Alteza Real.
La "arrogancia verbal" de Andrés y la frialdad del resto de la familia
Según The Daily Mail, que consultó con la experta en lenguaje corporal Judy James, la familia real -enojada por las escandalosas revelaciones sobre la vida de Andrés- no ofreció "señales de apoyo o aliento" y "fingió no verlo".
"Solo su madre le lanzó algo que bordeaba una sonrisa de 'bienvenido de nuevo' y, en lugar de lanzarle sutiles señales de apoyo o aliento, la mayoría de los miembros de la realeza parecían intentar actuar como si ni siquiera lo hubieran visto", dijo la experta.
Andrés tomó asiento junto a su hermano menor, el príncipe Andrés, "pero no hubo miradas ni siquiera asentimientos de saludo y ningún contacto visual perceptible. La evasión de los ojos parecía deliberada, con la mayoría de la familia mirando fijamente hacia adelante como si apenas se dieran cuenta de él", dijo James.
"No hubo signos de calidez o conexión entre estos hermanos hasta el canto del himno. Andrés giró la cabeza para hablar con Eduardo y [su esposa] Sophie y respondieron con la más fría de las respuestas".
El príncipe y duque de York, por su parte, mantuvo su "porte casi militar" y su "arrogancia no verbal" pese a todo. "Esas gafas colocadas en la punta de su nariz sugirieron que su tendencia a la arrogancia no verbal todavía se mantiene firme, mientras que su saludo a las cámaras podría verse como una especie de papel de victoria".
La biógrafa real Victoria Murphy opinó: "Debido a la naturaleza del evento, no creo que la aparición del príncipe Andrés junto a la reina sea una indicación de que algo haya cambiado en lo que respecta a su papel público. Pero envía un mensaje de que él todavía tiene un papel muy importante a su lado en su vida personal”.
El experto real Robert Jobson dijo a la revista People sobre la aparición de Andrés: "Demuestra que ella ama de todo corazón y cree en su hijo. Como hizo cuando dijo que Camila era la consorte de la reina, muchas personas ahora aceptarán la palabra y el juicio de la reina".
