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Crímenes del Holocausto y la dictadura

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Horror. Fue una acción premeditada contra el pueblo judío. | cedoc

La visita del presidente Alberto Fernández a Israel para participar del IV Foro Mundial del Holocausto en Jerusalén ratificó el compromiso de la Argentina por la paz y contra el racismo. La Argentina fue fundadora en 1998 de la Alianza Internacional para el Recuerdo del Holocausto integrada por 32 países. Tanto el Presidente Fernández como el canciller Solá señalaron la semejanza del Holocausto con la represión y crímenes cometidos por la dictadura militar entre 1976/82.

El Holocausto constituyó una acción premeditada del Estado alemán de exterminar al pueblo judío, homosexuales, gitanos y todos aquellos considerados contaminantes para la pureza de la raza aria. El Estado nazi promulgó todo tipo de leyes para purgar al pueblo alemán de una influencia nefasta que había provocado en sus palabras la decadencia de la Nación. El Partido Nacional Socialista venía a recuperar el orgullo de ese pueblo para conducirlo a la grandeza que le había sido negada por los agentes infiltrados en ese cuerpo sagrado. Esos “otros” estaban integrados al pueblo alemán identificándose con su cultura desde hacía siglos. No ejercieron la violencia y aceptaron la fatalidad del destino porque habían perdido toda esperanza.

Los crímenes del Holocausto no pueden entenderse sin recurrir a la ideología que imbuía a las hordas nazis que sentían que su papel en la historia había sido robado por aquellos que se aprovecharon de su generosidad. La única forma de extirpar esa enfermedad era recurrir al genocidio porque estaba en juego su propia pureza. Las ceremonias nazis  de homenaje a sus líderes organizadas con grandilocuencia, con sus banderas, escudos y símbolos para captar la imaginación y la voluntad  ensalzaban las virtudes hasta lograr el éxtasis y la seguridad en el destino heroico prometido. Nación, ideología y pueblo se mezclaban con el solo propósito de alcanzar la salvación. Las masas confiaban en el líder. No había tiempo para pensar. Todo lo demás tenía que ser desechado y extirpado hasta para lograr un cuerpo sano y homogéneo.

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El gobierno de Isabel Perón con las AAA y luego el gobierno militar condujeron una campaña de exterminio sistemático contra las fuerzas armadas irregulares y contra los ciudadanos que osaban cuestionar la estructura del Estado. El decreto 261 firmado por Isabel Perón el 6 de febrero de 1975 aprobó el Operativo Independencia y ordenó a las Fuerzas Armadas neutralizar y aniquilar a los elementos subversivos en la provincia de Tucumán; los decretos 2.770, 2.771 y 2.771 firmados por Italo Argentino Luder, luego candidato del Partido Justicialista, extendieron la instrucción de aniquilamiento a todo el territorio nacional.

La Argentina atravesó en esos años una cruel disputa por el poder. El Estado que se consideraba el único con derecho a la violencia recurrió a métodos ilegales  para combatir a la oposición. Los Juicios a las Juntas ordenados por el presidente Alfonsín en 1985 sirvieron para desenmascarar el aparato represivo de la dictadura, los centros de detención y los crímenes sistemáticos. El informe Nunca Más de la Conadep sirvió para atestiguar la barbarie ejecutada por las Fuerzas Armadas durante esos años.

La Argentina conoció la violencia como instrumento político para imponer las ideas y el cambio social. La violencia armada, la violencia de las torturas y desapariciones y la violencia verbal destruyeron el tejido social y desembocaron en tragedia. Todavía subsisten sectores que insisten en  justificar la violencia como una forma de purificación recurriendo a parábolas literarias sin tener en cuenta que termina devorando a todos.  

El Holocausto no es lo mismo que la violencia desplegada por la dictadura. Es penoso que se intente equiparar esos hechos. No se trata de la diferencia cuantitativa entre los millones que perecieron en los campos de concentración y los 30 mil desaparecidos. El recuerdo del Holocausto debe servir para valorizar la democracia, los derechos humanos y la lucha contra la discriminación. El valor de los sacrificados en el Holocausto reside en recordarnos todos los días que somos humanos porque aceptamos las diferencias y rechazamos la violencia.

 

*Diplomático.