Llega un día donde todo se desmorona. Aparecen unos cuadernos con el reparto de guita negra entre un gobierno y sus contratistas y se descascaran los nombres de grandes empresas habituadas a las tapas de las revistas de negocios o a los rankings Great Place to Work. Se destiñe la imagen de los tipos que asoman en las listas de millonarios o posan para la foto del CEO del año. Se decoloran las apariciones en los foros donde los rodean asistentes y les abren las puertas. Y se quedan sin palabras las consultoras que hasta el último día te van a pedir “por favor no nos nombres” en las notas que no sean de innovación, tecnología o apoyo a las pymes. “Si podés no menciones Odebrecht”, decían hace unos años sus voceros preocupados por las notas del Lava Jato. Pero llega un día en el que no lo pueden pedir más.
Es una pena que el kirchnerismo solo se dedique a dudar de las revelaciones de los cuadernos de las coimas como el macrismo se dedicaba a impugnar que hubo aportantes truchos en Provincia. Es cierto que tomarlos por verdaderos implica que también se enturbie la épica de los líderes del movimiento nacional y popular y quede a la vista una estructura familiar de construcción de poder a fuerza de guita en bolsos. Pero es una pena, digo, que se queden en encorsetar el caso como “una operación contra la jefa” y no miren más allá. Porque lo que hay allí es mucho más grande que otra pieza del museo de la corrupción K: es la constatación de una matriz sucia del establishment que va mucho más allá de lo que ven los anteojos de Laura Alonso.
Clásicos de ayer y de hoy. Es cierto que hay “clásicos”, como la aparición de Gerardo Ferreyra, cofundador de Electroingeniería, la estrella que faltaba en la galaxia-Néstor que incluye a los Cristóbal López (Indalo) y Lázaro Báez (Austral). Pero eso es solo la entradita de un menú más suculento. Aparecen figuras desconocidas para el gran público pero con grandes negocios en este gobierno, como puede ser Armando Losón, nieto del fundador de Grupo Albanesi, que ganó licitaciones en la gestión de Juan José Aranguren en Energía y está en el top five de la generación eléctrica del país. Está Javier Sánchez Caballero, hombre fuerte de la constructora Iecsa cuando era del primo del jefe de Estado, Angelo Calcaterra, en la mira en este caso y por el soterramiento del ferrocarril Sarmiento en el mundo Odebrecht.
Y también está esa bomba de tiempo que se llama Juan Carlos de Goycoechea, hombre clave de Isolux Corsán, que admitió el pago de coimas en el kirchnerismo, durante el que hizo, entre otras, obras en el yacimiento de Río Turbio. Pero De Goycoechea también tiene puentes sólidos con la órbita del Presidente. De lejos, intentó hacer el trunco tren bala en una Unión Transitoria de Empresas (UTE) con el Grupo Emepa y, atención, Iecsa. Y en esta era apostó por un tramo del Paseo del Bajo en la Ciudad, que tuvo que abandonar, y sobre todo participó de una al menos extraña operación que contó en PERFIL Emilia Delfino: le adjudicaron un parque eólico en Miramar, provincia de Buenos Aires, que luego le vendió a los Macri para que estos ganaran US$ 15 millones al venderlo otra vez.
Y claro, aunque justo no haya quedado visible en un primer momento, también está todo el universo de Techint, el mayor holding siderúrgico y petrolero del país que tiene a la cabeza a Paolo Rocca, un entusiasta de esta administración, al punto de haberle arrimado CEOs a puestos clave. Uno de ellos, nada menos, es Mario Dell’Acqua, un histórico jefe de Techint Ingeniería y Construcción que se jacta de haber convencido él mismo a Rocca de no entrar en algunas operaciones sospechosas que le proponía el Ministerio de Planificación Federal. Dell’Acqua está pasando de Aerolíneas Argentinas a Enarsa, y tal vez tenga más anécdotas para contar.
Igualmente, anécdotas no van a faltar a medida que se vayan desgranando los escritos del chofer. Aparecen usos y costumbres del poder durante el gobierno anterior, desde la gran recaudación hasta “fui a la farmacia a encargar remedios” o “llevé a la señora a la dermatóloga”. Y como tantas otras veces, quizás el modus gobernandi del kirchnerismo sea lo mejor que tenga esta gestión para sobrellevar el pésimo momento de la economía: así como ahora existe la estanflación, mezcla de estancamiento con inflación, con Macri quizás esté naciendo la rerrupción, recesión con descarga de bronca en la corrupción, aunque no sólo sea cosa del pasado.