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"Cuatro vivos"

Martín Guzmán y Cristina Fernández de Kirchner.
Martín Guzmán y Cristina Fernández de Kirchner. | NA

Una semana después del acto en el estadio de La Plata siguen resonando las palabras de Cristina Kirchner: “Hay que alinear salarios y jubilaciones, precios y tarifas”. Se las interpretó  como un ultimátum al ministro de Economía Martín Guzmán cuando el propio Guzmán viene diciendo desde que presentó su Presupuesto 2021, hace ya varios meses, que el año próximo los salarios le ganarán a la inflación.

Que lo mismo dicho por el ministro suene totalmente diferente cuando lo dice la vicepresidenta tiene múltiples causas. La primera, y que en gran parte explica la estelaridad de Cristina Kirchner en el escenario público, reside en el tono altisonante cargado de emocionalidad con que lo hace. Su gestualidad marcada y su tono vibrante remedan a los viejos actores de teatro que hablaban con vigor para que también los escuchara la parte del público que estaba en la última fila de la sala.

No son cuatro vivos sino 4 millones de personas que están sin trabajo y a las que hay que crearles empleo

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Al revés, Guzmán habla con tono apagado y monocorde, lo que algunos atribuyen a su carácter académico y otros –como Melconian– creen que, a propósito y con ánimo de disimular lo negativo, el ministro usa muchas palabras para decir lo mismo.

Cuando Martín Guzmán dice que los salarios (por lo tanto también las jubilaciones) le ganarán a la inflación (por lo tanto no perderán sobre las tarifas) se presume que él no cree que vaya a ser así pero es políticamente correcto que lo diga. Y cuando coloca en el Presupuesto una inflación de 29% para 2021 asume que su hipótesis de salarios mayores es sobre ese 29%. Cuando la inflación termine siendo 50% ya no se cumplirá. 

Y además no sería su problema si, por ejemplo, dejara de ser ministro tras una renegociación exitosa con el Fondo Monetario Internacional o después de las elecciones de octubre. Mientras tanto los dichos de la vicepresidenta tendrán que seguir enfrentándose con la realidad por lo menos hasta el 10 de diciembre de 2023 mientras dura su mandato.

Si las exportaciones no podrían crecer tanto como para, solas, compensar todo el resto de la economía, para que el producto bruto crezca 5%, como prevé el Presupuesto de Guzmán, tendría que aumentar el consumo. Y ¿cómo podría hacerlo sin aumentar los salarios para que la gente compre más? La respuesta es: como lo hicieron Duhalde/Lavagna a partir del segundo semestre de 2002. Bajaron la  desocupación, que había alcanzado 25% de la población económicamente activa, a la mitad porque los desocupados  encontraron trabajo, aunque con salarios de la mitad de poder de compra que los vigentes durante la convertibilidad. O sea, más gente trabajando, produciendo y consumiendo como resultado de salarios más bajos que aumentaron la productividad de las empresas reiniciando un círculo virtuoso.

Así como en 2002, en 2021 podría crecer el producto bruto pero distribuirse ese aumento en mayor proporción en resultados positivos en los balances de las empresas, y remunerarse en mayor proporción al capital que al trabajo. Justamente lo que no quiere Cristina, por eso  dijo: “La economía va a crecer en 2021, pero ojo, yo no quiero que ese crecimiento se lo queden tres o cuatro vivos nada más.”

Los “cuatro vivos” tienen un origen: su marido, siendo gobernador de Santa Cruz, aumentaba el sueldo a los empleados públicos, la mayoría de los trabajadores de su provincia, y se quejaba de que los dueños de los supermercados locales aumentaban los precios para capturar es renta agregada.  

Pero la economía de un país donde la mayoría de los empleos los genera el sector privado tiene otra lógica. Y el problema actual de la Argentina se parece en parte al de 2002. Aunque la tasa de desempleo se haya reducido a solo 10% (alrededor de un millón de personas) después del pico  de 13% durante la cuarentena, hay dos millones y medio de personas que perdieron su trabajo en marzo y como todavía no salieron a buscarlo no lo mide el Indec. El verdadero desempleo ronda el 30% prolongando la doble indemnización.

No son “cuatro vivos” sino casi 4 millones de personas a quienes hay que darles empleo en la actividad privada. La única forma de crear esos trabajos es que lo que produzcan se pueda vender a más valor que el costo de producirlo y los salarios son parte de ese costo.

Cavallo contó que cuando Néstor Kirchner era gobernador lo consultaba sobre economía y él le recomendaba estudiar economía, entonces Néstor Kirchner contrató a varios profesores y leyó los libros que Cavallo le recomendaba. No parece tener esas inquietudes Cristina Kirchner, y aun con la mejor de las intenciones carece de los conocimientos económicos para adecuar los medios a sus fines: que haya más argentinos que estén cada vez mejor. 

La inflación y la emisión son hoy casi la principal herramienta que tiene Martín Guzmán para reordenar el sistema de precios relativos del mercado y al mismo tiempo, la proporción del gasto y los ingresos públicos que le permitan reducir su déficit fiscal. Al ser el Estado un gran empleador, generar más inflación que aumento de salarios reduce el gasto público. Lo mismo con las jubilaciones. Aumentar las tarifas más que la inflación reduce los subsidios con los que el Estado tiene que compensar a las empresas de servicios públicos.

La recuperación de la economía comienza con la vuelta al trabajo a los que la crisis de 2018/9 y el Covid dejaron fuera 

Alinear todas las variables (inflación, salarios, jubilaciones y tarifas) en un país en crisis y desordenado sería como imponer, en el peor momento, otra forma de convertibilidad. Argentina precisa hoy para recuperarse que algunas de las variables crezcan más que otras. Y Cristina Kirchner pretende hacer lo mismo que Néstor Kirchner entre 2003 y 2007 cuando no se realizó la tarea de Duhalde y Lavagna: dar empleo a millones de desocupados.