COLUMNISTAS
ideologia y obras

Dale, Larreta, poné más bicicletas

20170916_1239_economia_ECOBICI-4
MODELO PRO. El servicio de Ecobicis y el cántico anti Macri que se hizo meme. | CEDOC PERFIL
Una amiga kirchnerista, que ha ido hasta al acto con el que Cristina Kirchner reapareció en Comodoro Py el año pasado tras dejar el poder en 2015, está tan conforme con cómo funciona la Ciudad de Buenos Aires que hoy su mayor reclamo al jefe de Gobierno, Horacio Rodríguez Larreta, está enfocado en que haya más bicicletas en las estaciones públicas que proliferan por todos los barrios.

A pesar de que rechaza desde sus entrañas a todo lo que se parezca al PRO, se banca tener en su smartphone el iconito amarillo de la aplicación Ecobici, desarrollada por el municipio, y no sólo eso: incorporó el #mundobicisenda, amarillísimo y repleto de #vamosjuntos a su vida cotidiana. Mira la app todo el tiempo antes de  salir de su casa para saber si hay rodados disponibles a veces hasta para ir a una marcha contra Cambiemos, y también lo hace después para llevar el registro de sus viajes y comparar qué tiempos está haciendo en cada trayecto.

¿Dejaría de odiar por esto al macrismo, al que considera un Frankenstein hecho de la dictadura con los 90, sólo porque el sistema de bicicletas públicas está bueno y funciona? No hay chances. Pero, sin embargo, luego de asimilar a su vida como “positiva” una prestación tan básica como una red de transporte, por un rato se le olvidan las opiniones primarias sobre el PRO y todo lo que se teñía de amarillo. Se le borronean un toque los prejuicios, como si cambiara el “Macri, basura, vos sos la dictadura” por un mucho más naive “Dale, Larreta, poné más bicicletas”.

Ese es el cambio de perspectiva con el que sueña el presidente Mauricio Macri y todo el equipo de Cambiemos: que haya tantas obras públicas en su gestión, desde las más grandes hasta las más simples, que hagan que hasta sus opositores más acérrimos, o los más resistentes al pibe rico heredero de la patria contratista que llegó al poder, por un minuto tengan más presente que algo físico (una cloaca, un paso a nivel) se modificó para bien, que quién lo hizo y todo lo que esa persona representa(ba). Por eso miden “percepción de obra pública” y en especial, “percepción de obra pública según pertenencia política”.

En definitiva, el Gobierno trata de convencer a base de ejecución eficiente del presupuesto, con una ventaja enorme: la base de comparación en muchos casos son años de obras inconclusas cuando no de afanos descomunales. Tal vez por eso hoy se siente más que los despachos de cemento crecen al 100% interanual, o que el presupuesto bonaerense en obras es el triple del que tuvo Daniel Scioli en el año que se lanzó a las presidenciales. En esa línea, el Presupuesto 2018 que se presentó el viernes tiene aumentos para planes de infraestructura y consagra lo que quizás puede ser un un motor de crecimiento que los analistas estén subestimando, como los proyectos de participación público-privada que podrían sumar, si se concretan, unos US$ 6 mil millones de inversión por año. “Tenemos que hacer que cada vez más gente elija nuestra propuesta económica, que implica más mercado y menos Estado, pero que la elija porque comprueba que le va mejor”, explica un hombre clave en la Casa Rosada.

En la mirada oficial, consideran que de esa forma pueden construir un aval, sino convencido, silencioso, para completar un giro de modelo económico que todavía anda con rueditas: pasar de la producción subsidiada a la competitiva, con las dolorosas reformas que ello supone y que empezarán a debatirse después de las elecciones. Una muestra la entregó el fundador de Mercado Libre, Marcos Galperín, en un tuit donde mostró esta semana una de dos coincidencias que tiene con los CEOs de la gestión Macri: la necesidad de emparejar los cambios en las leyes laborales que aprobó Brasil. La otra es que parte de las acciones de su unicornio las maneja a través de un fideicomiso exento de impuestos en Nueva Zelanda.