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oportunidades

Después de todo

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| Unsplash | Jack Hamilton | jacc

Se usa a menudo esa expresión: “Ahora o nunca”. Se dice en el mismo sentido, y también muy a menudo: “Es nuestra última oportunidad”. Expresiones de borde de abismo, en el género del “todo o nada”. Su poder de sugestión es notable, porque no hay manera más fuerte de aferrarse a un ahora que sentir que la alternativa de ese ahora no es otra que un inexorable nunca; jamás se presenta más imperiosa una oportunidad que al sentir que después de esa ya no habrá otra.

Hay que admitir que, en general, son más que nada efectos retóricos. Porque en verdad lo más usual es transcurrir entre lo mucho y lo poco, y raramente entre el todo y la nada. Y que si una cierta oportunidad es la última, no se advierta mientras sucede, que se lo sepa mucho más tarde.

Lo más usual es transcurrir entre lo mucho y lo poco, y raramente entre el todo y la nada

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Y sin embargo, a veces pasa. De pronto pasa, sí. Una impresión de ahora o nunca que se impone y que se extiende. Una última oportunidad que lo es de veras. Porque se acumularon las generaciones que conocen que algo existe, pero no lo han vivenciado; que oyeron contar lo que otros vivieron, pero a ellos no les tocó. Porque han ido pasando una tras otra las oportunidades, todas ellas más que propicias, todas ellas prometedoras, algunas de ellas incluso inmejorables, y una tras otra se fueron frustrando, una tras otra decepcionaron.

Hubo hasta un hábito de la desilusión, y ese hábito fue colectivo; un rencor por desaliento que luego derivaría en culpa (remordimiento por lo que se llegó a pensar, a decir, a sentir). Y así se llegó a la oportunidad que lucía en serio como la última. Si no es esta, ¿cuál? Si no es ahora, ¿cuándo? Si no es con él, ¿cómo podría ser sin él, en el futuro? Se presenta la oportunidad, y hasta en el último instante zozobra, hasta en el último instante peligra. Zozobra y peligra, sí. Pero al final resulta.

Resulta y entonces las calles desbordan de euforia y multitud en proporciones nunca vistas, ni siquiera por asuntos realmente importantes en lo social o en lo político. Y es que las ficciones de lo importante pueden llegar a ser mucho más potentes que las cosas importantes en la mera realidad. Ahí sí que el todo o nada se vive a fondo. Ahí sí que una oportunidad puede llegar a vivirse como la última.