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Diarios de Beautiful Mont

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Estoy manejando, saliendo de Bahía Blanca con rumbo a las playas de Beautiful Mont. En el auto a mi lado viaja Gustavo, que acaba de cumplir 60 años anoche –y que fue uno de los motivos por los que viajé–, y atrás, mi ahijado Baltasar (17) y mi hijo Julián (5). Detrás de nuestro auto, en una camionetita, viajan María al volante, mi amigo Santiago, y Morena y Margarita, las hijas. Y entre medio de ellas, Anita, mi hija de 10. Cuando estamos por salir del camino que conecta Bahía con Beautiful Mont, vemos a mi izquierda un lugar que Gustavo denomina “la escuelita”. Ahí estuvo detenido unos diez días durante la última dictadura militar.

Me acuerdo de que hace muchos años alguien intentó cortarse las uñas con un alicate cerca de Gustavo y este casi enloquece, ya que con un alicate lo torturaban los milicos, a veces. Recuerdo esto porque Gustavo es una fuerza de la naturaleza: curador de arte, editor de poesía, cocinero, gran picador de verduras. No hay en él la menor pizca de victimización.

Tres días antes de este momento en que entramos a 100 kilómetros por hora en una ruta bastante deteriorada, cruzando molinos eólicos inmensos, yo estaba en mi casa hablando por teléfono con Gustavo, quien me propuso el plan: festejar en Bahía los 60 y pasar una larga semana en la playa después con mis hijos y los de Santiago. Gustavo me hablaba desde una cervecería de Bahía y me dijo que al lado suyo estaba Sergio –un poeta extraordinario y un amigo al que veo muy poco–, que me quería hablar. Me pasó el fono y Sergio solamente me dijo: “Te escucho y tengo ganas de abrazarte”. Cuando colgué, puse en marcha el viaje a Beautiful Mont.

Pude abrazar a Sergio mientras festejábamos el cumpleaños de Gustavo en un lugar ya mítico del centro de Bahía, que antes se llamó Espacio Vox y que ahora se llama Factor G, según Gustavo porque su socio es lacaniano y ese nombre remite “a una teoría lacaniana que no te puedo explicar bien, Fabi”. Factor G: a mí me suena a bronceador.

Mientras tomamos la ruta que nos conecta con Beautiful Mont, Baltasar pone música en su celular: canta mi amigo Adri unas canciones que a Baltasar le deben resonar porque mi amigo Adri habla bastante del Diablo: negocia con él , lo invoca, lo olvida, etc.

Las letras son muy buenas, le digo a Baltasar, quien también tiene una relación intensa con el Diablo porque él y su madre son evangelistas. El evangelismo es el clonazepam de los pobres. (To be continued).