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El amor en movimiento

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| Cedoc

En un tiempo en el que el mercado de certezas y axiomas se acrecienta para, en buena parte de los casos, no llegar a ningún lado, Y sin embargo el amor, flamante libro de la psicoanalista Alexandra Kohan, marca la diferencia habilitando la cuerda floja del pensamiento que no se resigna a la ausencia de riesgo. Asertivo en su falta de asertividad, se yergue sobre su propia capacidad de vacilar, de saber poner en duda. 

Con Freud, Lacan y Barthes como vigías de un camino que permite la convivencia entre El banquete de Platón y algunas letras de rock, la escritora que reniega del mote de “escritora” y celebra que le digan “tuitera” habla del amor para confirmar su carácter inasible y del deseo para habilitar sus cualidades más complejas. Como en Psicoanálisis, por una erótica contra natura, la doxa y el sentido común son blanco de la manera filosa, aunque al mismo tiempo amable, con la que Kohan reflexiona sobre aquello que la interpela especialmente por su profesión, pero también por su condición de mujer llamada a intervenir en todos los campos del pensamiento y la acción. La distinción entre moral y ética (frecuentemente interpretadas como idénticas) es otra de las cuestiones –o “asuntos” como a ella le gusta decir– que ocupa varios de sus escritos y que en Y sin embargo... toma la bella forma del alivio. 

“Cuando el amor pretende definirse, clasificarse, calificarse, va configurando un lugar codificado, prescriptivo, que vigila y castiga, que subraya y corrige, que advierte y aconseja, que dirime y reprende, que señala y moraliza. Sería un amor que conviene, que apunta al Bien, a la fusión de dos, a la complementariedad, a la plenitud, a la armonía y a la tranquilidad. Sería un Ideal que, por serlo, resulta inalcanzable y nos deja siempre en déficit; es ese amor respecto del cual se enciende la máquina moralizante de la lógica de los merecimientos –“me lo merezco, no me lo merezco”–, de los premios y castigos, de las solemnidades (super) yoicas que atormentan al que no “logra” seguir la senda del Señor (Ideal)”, escribe Kohan, sin regodearse en el potencial subversivo de estas ideas, pero bien al tanto de sus efectos liberadores.

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