En 1918 la gripe española produjo la muerte de 40 a 100 millones de personas en un mundo que empezaba a conectarse. Las dos primeras aerolíneas de la historia, Avianca de Colombia y KLM de los Países Bajos, recién aparecieron en 1919. En la actualidad, solo por el aeropuerto de la Ciudad de México transitan 50 millones de personas cada año, globalmente se realizan unos 100 mil vuelos por día. La posibilidad de que una epidemia como la del Covid 19 se convierta en una pandemia es enorme. En pocas semanas han muerto cerca de 3.800 personas y la enfermedad se difunde por todos lados. Felizmente, en medio de la revolución de la inteligencia la medicina avanzó y avanza todos los días para protegernos.
Todo. En el mundo interconectado actual, todo tiene que ver con todo. Desde el punto de vista político, los mandatarios y políticos que se interesan en los problemas cotidianos de la gente pueden crecer y los que carecen de esa sensibilidad sufren daños. La actitud de Donald Trump de reírse de la epidemia es el mayor error de su campaña, sobre todo si de las internas demócratas surge un candidato que transmita serenidad.
Cuando Trump se ríe de Kim Jong-un o de los países europeos, los electores pueden compartir su broma o comentarla con fastidio sin que pase mayor cosa. Cuando no se interesa en lo que tiene que ver con la vida de su familia, el elector suele enojarse. No es bueno jugar con los temores intensos de la gente porque se pueden desatar procesos incontenibles.
En nuestras conferencias siempre repetimos que, para bien o para mal, el contenido de un mensaje impacta cuando tiene que ver con los insomnios y los sueños de la gente, y nada nos quita tanto el sueño como la posibilidad de que mueran nuestros seres queridos.
Hiperconexión. Más allá de que Trump diga que el virus es menos importante que la gripe, la gente mira ciudades sitiadas, hospitales, muertos, eventos clausurados. Ver algo es más importante que lo que dicen dirigentes que generalmente no tienen mucha credibilidad. Hoy, en la mayoría de los países latinoamericanos existen pocos líderes políticos, religiosos, empresariales o sindicales a los que la gente les crea. Además, la hiperconexión es un fenómeno global. Millones de personas de cualquier lugar preguntan a otras sobre lo que ocurre y dan a la información que reciben más importancia que a la palabra de cualquier dirigente.
No solo están conectadas la política y la salud, sino que también la economía del mundo sufre por la acción del virus y, sobre todo, por la percepción que tiene la gente acerca del problema. Los economistas, los corredores de Bolsa y los empresarios son también humanos y se asustan con la avalancha de informaciones. En las últimas semanas las Bolsas de todo el mundo cayeron estrepitosamente, las previsiones de crecimiento económico de todos los países son negativas.
No faltará el comentarista económico que diga que el desplome de la economía del mundo tiene que ver con que Alberto Fernández no sabe manejarla, pero esto es injusto. No existe nadie que provoque estos fenómenos globales, que se han vuelto cotidianos en las últimas décadas, pero la tendencia a criticar a los gobiernos y a los líderes políticos se ha incrementado por la conectividad de los electores, y estamos en plena crisis de la democracia representativa.
Infraestructura. Mientras la enfermedad se presenta como un peligro en los países más desarrollados, todavía no ha ingresado a los más débiles, en los que la política ha arrasado con la infraestructura productiva y médica. El Salvador es uno de los países más inseguros del mundo. Las rejas en las ventanas, usuales en las casas de los barrios pobres en Argentina, están en ese país por todas partes. Las pandillas condicionan la vida de la población, son fuente de la violencia que, junto a la pobreza y el desempleo, son las principales preocupaciones de los salvadoreños. Aquí nació la Mara Salvatrucha, la pandilla más sanguinaria y grande del mundo. Se estima que hay entre 30 mil y 60 mil miembros de pandillas en un país con poco más de 6 millones de habitantes.
La tendencia a criticar a gobierno y líderes políticos ha crecido por la conectividad de los electores
La población quisiera abandonar el país y se suma a las caravanas de migrantes que, con otros centroamericanos, tratan de entrar en los Estados Unidos. En encuestas realizadas por nosotros en enero de 2019, un 70% de la población salvadoreña decía que quería irse a vivir fuera del país. En Argentina quiere irse el 41%, en Ecuador el 52%, en México el 42%. Los porcentajes suben entre los jóvenes y los encuestados de clase media. En todos estos países la inmensa mayoría quisiera irse a los Estados Unidos, y no hemos encontrado a nadie que quiera emigrar hacia los paraísos gobernados por militares revolucionarios del Caribe.
La guerra civil de El Salvador de 1980 significó la muerte o desaparición de 70 mil personas. El coronel de extrema derecha Roberto D’Aubuisson Arrieta dirigió los escuadrones de la muerte y fue acusado del asesinato de monseñor Oscar Arnulfo Romero, santo de la Iglesia Católica. Cuando culminó el proceso de paz, fundó el partido Arena, que se alternó en el gobierno del país durante treinta años con la guerrilla del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN). Hubo tres presidentes de Arena y dos del FMLN.
La gente se hartó de los políticos. El año pasado triunfó en las elecciones presidenciales Nayib Bukele, candidato de GANA, un partido de ultraderecha, que antes había sido alcalde de la capital cuando pertenecía al FMLN. Bukele consiguió el 53% de los votos, seguido por el candidato de Arena, que obtuvo el 32%, y el FMLN con 14%. El nuevo presidente prometió acabar con los partidos, y aunque no consiguió la eleccion de ningún legislador, se sentó en la presidencia del Congreso hace dos semanas, adonde llegó rodeado de militares. Según Gallup, conserva un 97% de apoyo en su lucha en contra de todos los partidos.
Región. Bukele gobierna un país que se encuentra en una región que cae en pedazos. En República Dominicana se desató una ola de protestas encabezada por Leonel Fernández, un ex presidente que parecería estar jugando un papel semejante al de Rafael Caldera en Venezuela. La inestabilidad política y el coronavirus pueden poner en crisis la economía de este país, que depende del turismo. Otro tanto pasa con Nicaragua y Venezuela, gobernados por dictaduras militares que han arrasado la estructura económica y de salud de sus países. Miles de venezolanos han muerto los últimos meses porque no consiguen los remedios más elementales. Es mejor no imaginarse lo que puede suceder si se implanta el coronavirus.
México es un país difícil de comprender para los latinoamericanos. Durante siglos fue un imperio importante que incluso colonizó las Filipinas. Es un país norteamericano con la segunda democracia presidencialista más antigua del mundo. La izquierda mexicana es de izquierda, es laica. Ni en México ni en China se organizan encuentros estudiantiles antiimperialistas. Son países importantes, con gobiernos de izquierda, que navegan en el mundo posinternet.
Andrés Manuel López Obrador (AMLO) es el político más importante de México de este siglo y su arrasador triunfo de 2018 debe comprenderse desde la construcción de su popularidad. Cuando llegó a jefe de Gobierno del Distrito Federal, en 2000, inició su gobierno con una aprobación del 60% y un rechazo del 38%, subió incesantemente y terminó con una aprobación del 85% y la censura del 14%.
Sus banderas para la Jefatura de Gobierno fueron disminuir la corrupción y la delincuencia.
AMLO ha sido siempre austero en sus costumbres, que contrastan con las de una clase dirigente fastuosa. El estilo del gobierno nacional es muy parecido al que tuvo la Jefatura de Gobierno de 2000. Ahorro, presupuesto equilibrado y deudas bajas.
El presidente mexicano se enorgullece de haber conseguido una economía relativamente estable. México es miembro del Nafta, respeta el orden jurídico que eso supone y sabe manejarse en los mercados financieros. El riesgo país de México está en 293 puntos.
Según las ultimas encuestas, la aprobación del gobierno de AMLO fue del 65% en abril de 2019 y el 59% en diciembre; inició el año 2020 con el 57% y el 2 de marzo estaba en el 54%. Todos los partidos viven una crisis muy grave, que se expresará en las elecciones del próximo año.
Argentina. La gestión de Alberto Fernández como presidente de la Argentina se inició el 10 de diciembre con un empate en el 47% entre quienes veían bien su gobierno y quienes no lo hacían. A lo largo de diciembre y hasta el 16 de enero creció la aprobación y bajó la desaprobación, llegando al 61% de positivos frente a un 24% de negativos. Desde ese entonces se ha producido una tendencia moderada a la baja, hasta el ultimo día de febrero, en que los positivos son del 48% y los negativos del 41%.
Contrariando las polarizaciones que produce la cultura confrontativa de las redes, la realidad es compleja. No hay “macristas” que tienen una visión homogénea de la realidad y “kirchneristas” que se sitúan en las antípodas. Publicamos algunos gráficos sobre actitudes de los electores frente a temas relevantes, con datos de encuestas nacionales realizadas durante la campaña, para comprender mejor la mentalidad de unos y otros. Aclaramos que no fueron encuestas contratadas por la campaña de Macri.
Cuando averiguamos si el gobierno debe subsidiar las tarifas, dijo que no un 82% de quienes votaban en ese momento por Macri y un 36% de quienes votaban a Fernández. En septiembre, un 67% de quienes votaban a Macri decía que está mal que aumenten los planes sociales y coincidía con ellos un 29% de quienes votaban por Fernández.
Alberto goza todavía de la buena voluntad de los electores, que tienen esperanza en que le vaya bien a su gobierno. El complejo mar en el que navegamos, signado por la desconfianza de la mayoría de los países hacia Argentina, que se expresa en el riesgo país, nos afecta. Necesitamos integrarnos al mundo desarrollado, una alianza con pequeñas dictaduras militares en quiebra no nos llevaría a ningún lado. Ojalá los problemas derivados de la aparición del coronavirus no compliquen las cosas demasiado en esta comunidad internacional, a la que pertenecemos de manera inevitable.
*Profesor de la GWU. Miembro del Club Político Argentino.