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El capital simbólico de los narcotraficantes

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Algunos estudiosos entienden que la propaganda narco tiene un único objetivo: el económico. Otros ven en ella una función de propagación: sirve para que el “negocio” se desarrolle en el espacio y se difunda. Y otros, incluso, sostienen que sus estrategias pueden muy bien emparejarse con las de los grupos revolucionarios. Seguramente, las distintas acciones de la propaganda narco (orientadas a influir y manipular las opiniones de la sociedad civil) buscan todos estos objetivos juntos. Y algunos objetivos más.

Aunque es frecuente asociar la palabra “capital” al campo de la economía (y a Karl Marx), es cierto, al menos desde Pierre Bourdieu, que existen otros tipos de capitales: como mínimo, el capital social y el capital cultural. Y también parece cierto, si se piensa un poco, que cualquier individuo querría ser “rico” en los tres sentidos.

La riqueza de los narcos en términos económicos resulta incuestionable: la droga mueve unos montos de dinero tan cuantiosos que, según se dice, los jerarcas narcos pesan los billetes en lugar de contarlos. La riqueza social de los narcos –motorizada por la económica– tampoco admite muchas dudas: debe entendérsela, eso sí, como la protección que sus múltiples contactos puedan brindarles.
El capital cultural, en cambio, les puede resultar más esquivo. Porque los narcos como Joaquín “el Chapo Guzmán” pueden comprarse colecciones enteras de obras de arte, bibliotecas y hasta orquestas completas, pero no pueden comprarse una “manera de comportarse” o un savoir faire que les abra las puertas del “gran mundo”.

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Más aún: ni con todos los billetes del planeta, ni con todas las relaciones que puedan movilizar en su provecho, ni con todos los cuadros que cuelguen en sus mansiones les es posible adquirir ese capital simbólico que se conoce como buena reputación. Y si la reputación es el prestigio o estigma que se vincula a la imagen de un cierto sujeto, y el cierto sujeto no tiene –ni puede llegar a tener– los atributos necesarios para gozar de una buena reputación, entonces habrá que trabajar sobre la imagen para cambiar el sentido de su reputación. Con películas supuestamente autobiográficas, por tomar un ejemplo.

Eso es lo que busca (seguramente, entre otros objetivos) la propaganda narco: alterar las opiniones de la sociedad civil, presentando una versión edulcorada y admisible de sus actores. Una versión que, en definitiva, se vaya instalando y naturalizando. De manera que los narcos aparezcan, ante la sociedad, justificados y hasta reivindicados. Ese es su plan.
El tiempo dirá si lo concretan. Ojalá que no.


*Doctora en Lingüística y directora de la Maestría en Periodismo de la Universidad de San Andrés.