Ante el agudizamiento de la crisis venezolana, varias personalidades de las Américas han expresado su preocupación por la inacción de organismos multilaterales que tienen por misión la defensa de la democracia, como la Unasur y la OEA. La oposición al régimen chavista clama su “intervención” para mediar una solución.
Venezuela está “al borde del abismo.” Una profunda e impactante polarización envuelve el país, incluyendo enfrentamientos y muertes, persecución y encarcelamiento de
políticos, empresarios y estudiantes opositores, violación a los derechos humanos, concentración y abuso del poder y de los medios. El país sufre escasez de alimentos y medicina, así como recesión, hiperinflación y desempleo. En el régimen cunde la corrupción, el enriquecimiento ilícito, el lavado de dinero, el narcotráfico, la desidia y la incompetencia.
¿Por qué tales organismos no asumen su responsabilidad? Varias razones:
1) Estos son intergubernamentales (OIG); o sea, su accionar depende de la voluntad de sus miembros y de las relaciones entre ellos. No pueden actuar independientemente. Sus secretarios generales no tienen poder real: no pueden convocar una reunión de los cuerpos gobernantes sin que la mayoría apruebe la agenda y no pueden visitar un Estado miembro sin el consentimiento de su gobierno.
2) Cualquier intento de mediar requiere el consentimiento del gobierno involucrado. El régimen chavista no quiere un diálogo genuino con la oposición porque tendrá que terminar sus abusos y liberar a los presos políticos. Su veto impide los buenos oficios para resolver la crisis venezolana. Una reunión de Unasur u otro organismo sobre la crisis no tiene sentido sin la presencia de opositores. Por falta de diálogo con la oposición, la OEA no evitó el golpe de Estado en Honduras en 2009.
3) El continente se encuentra “ideológicamente” fragmentado entre países del ALBA, apoyados por Argentina y Brasil; países de la Alianza del Pacífico, países del Nafta (EE.UU., Canadá y México), más las divisiones al interior de Centroamérica y del Caribe. Ya no existe el consenso y compromiso colectivo con la democracia representativa como en los 90. Y cuando no hay consenso entre sus miembros, los OIG no funcionan. El diálogo que Unasur intentó promover en Venezuela en 2004 no prosperó porque no hubo consenso a su interior para lograr que Maduro accediera a un diálogo sincero con la oposición. Tampoco hubo consenso para apoyar a Maduro incondicionalmente, como éste pretendía. Hoy no hay diálogo en el país.
4) En la OEA, la fragmentación y la falta de consenso entre sus miembros han impedido un análisis colectivo de la situación en Venezuela como permite la Carta Democrática Interamericana. Nadie convocaría una reunión a tal efecto so pena de ser tildado injerencista y lacayo del imperialismo norteamericano, o ser objeto de una ruptura de relaciones, como ocurrió con Panamá en 2014. Es más, la alianza chavista ha buscado marginar a la organización de los asuntos políticos de sus miembros por la presencia de Estados Unidos y Canadá en su seno. Por eso, el gobierno de Obama ha “ignorado” la organización, y ha priorizado sus relaciones bilaterales y subregionales con países afines a su ideología (tratados de libre comercio). Y ante la imposibilidad de lograr un consenso para tratar la crisis venezolana, ha elegido imponer unilateralmente sanciones contra del régimen chavista.
En suma, sin autonomía ni consenso, el multilateralismo no funciona y el unilateralismo reina. Si uno busca reformas en estos OIG o su “intervención” en defensa de la democracia, mejor dirigirse a los propios gobiernos y cancillerías de los Estados miembros. Ellos son los verdaderos responsables de su inoperancia y parálisis.
*Ex funcionario de OEA y profesor de la George Washington University.