Vino bien el festejo. Ya parecíamos no recordar que el marxismo oprimió a una parte del mundo. ¿Oprimió? Casi lo olvidamos. Cuba no tiene muro, pero tiene profundas aguas donde mueren, igual que en Berlín, los que pretenden cruzar la línea hacia la libertad. No es otro muro. En todo caso, es el mismo muro; líquido, pero el mismo, aunque todos los días pidamos disculpas a Cuba por su aislamiento.
Los olvidos no son casuales. Es verdad que el Muro cayó sin violencia; pero también sin que haya sido juzgado uno solo de los responsables de tantos crímenes de lesa humanidad, de tanta opresión, de tanta locura. No es esto lo más asombroso. Las circunstancias históricas no permitían, al menos entonces, un desenlace diferente al ocurrido. Lo que más sorprende es que ese juicio no se reclame todos los días, ni se demande el veredicto pacífico de la historia para los criminales. Para la izquierda siempre hay una perestroika, una corona preparada para agradecerle su humanidad cuando suspende sus asesinatos y, a veces, aún mientras asesina.
La trampa del marxismo consistió en acceder a derribar el muro que se veía, pero dejar intactos los límites que impuso al lenguaje, que se extendieron, como una gran muralla, a todo Occidente. Un muro que ha alcanzado tal altura que no permite comparar los derechos humanos de unos con los de otros; que tapa la más obvia generalidad del alcance de lo humano, la de su propia definición. Es el muro que traza el límite entre lo políticamente correcto y lo políticamente incorrecto, el que tantos tienen miedo de saltar.
Grandes luchadores por los derechos humanos, como Havel, en Checoslovaquia y Popiluszko, en Polonia comunista, no hablaban de la prisión del muro, sino de la que provoca el temor y la mentira, así como de la liberación por la verdad.
En la entrada de PERFIL, extraordinario símbolo, se conservan pedazos auténticos del Muro oprobioso de Berlín. Todos los días, antes de comenzar a describir la realidad, los periodistas deben pasar por delante y, espiritualmente, saltar por encima. Recomendable ejercicio para los próximos 20 años.
*Abogado y escritor.