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El pasado llegó

La crisis hace que todo sea contra reloj: medidas económicas y planes de campaña.

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MACRINOMICS Mauricio Macri. | DIBUJO: PABLO TEMES

El aceleracionismo es una corriente filosófica nacida en esta misma década que plantea que la celeridad con la que se desarrolla el capitalismo global está llevando al sistema a su propio colapso, o en su defecto a una transformación social de gran alcance. El flujo masivo e incesante de datos, una conectividad sin precedentes y la algoritmización de los procedimientos del análisis de datos están modificando las subjetividades, mientras el dominio de los flujos financieros transfigura las realidades productivas transformando a muchas naciones en Estados fallidos, lo que en palabras de Gilles Deleuze es la “desterritorialización”.  

El tiempo es veloz. Argentina transita su propia versión del aceleracionismo. La permanente tensión entre una industria de baja productividad, orientada al mercado interno, y un sector agropecuario y minero moderno y rentable, principalmente orientado al mercado mundial, explica buena parte de la historia pendular del país entre proteccionismo y librecambismo.

El Presidente tiene que volver a ser competitivo y reconstruir a su voto blando.

Pero durante el gobierno macrista ese “empate hegemónico” –como definía Juan Carlos Portantiero esa contradicción– ha sido desempatado al colocar al país en el centro de los flujos financieros internacionales, que por su carácter rentístico pasan por los países dejando tierra arrasada.

La inflación espiralizada, la devaluación y la fuga de capitales son una fábrica de generar pobreza que solo se puede contener con el auxilio de un Estado aplastado, entre quienes piden su auxilio y los que demandan su prescindencia. En efecto, como se observa a diario, un sector importante de la sociedad reclama un Estado presente en todos los ámbitos, educativo, social, urbano, comercial, etc.

No son pocos los que creen que se debe controlar el abastecimiento, así como los precios, y enfocan hacia los supermercados como cara visible del aumento de precios en los alimentos. Del otro lado, un sector social con predominancia en clases medias y altas cuya referencia más inmediata son las decenas de economistas que colonizan los espacios informativos es terminante: el gasto público es el principal mal del país y la respuesta es achicar el Estado para recortar impuestos.

En este bando “ortodoxo” hay ciertos matices; los del extremo creen que el Estado tiene que volver a sus inicios proveyendo solo seguridad y justicia, defensa y relaciones exteriores, eliminando, privatizando o desregulando todo lo demás, mientras que los más moderados “solo” piden reformas en el ámbito laboral, previsional y desregulaciones en ciertas áreas.

Macri también cree que el Estado es un obstáculo para el desarrollo de los privados, como lo ha dicho en varias oportunidades, pero desde la campaña electoral de 2015 y los primeros años de la gestión ha intentado diluir esa postura en un mar narrativo porque es a todas luces impopular.

Adaptación. Se debe recordar que en la misma noche que ganaba agónicamente Horacio Rodríguez Larreta el ballottage en la ciudad de Buenos Aires, el futuro Presidente anunciaba que, de ganar, no iba a privatizar Aerolíneas Argentinas, YPF o las jubilaciones y se iba a mantener la Asignación Universal por Hijo. También fue un decir constante que no se iba a perder ningún derecho conquistado (en la era K). De hecho, el proceso del gradualismo se organizó bajo la peregrina idea de que el país iba a crecer por encima del gasto estatal y eso iba a reducir el déficit hasta evaporarlo. Como ya se sabe, tras la duplicación del valor del dólar en 2018 se canceló aquel programa para pasar al plan déficit cero y emisión monetaria cero hundiendo al país en la actual estanflación, quizás el término favorito de Domingo Cavallo.

¿Hay tiempo? Jugando minutos de descuento para las primarias, la elección de Río Negro encendió todas las alarmas. El 6% de Cambiemos se constituyó en pésima señal cuando la misma candidata Lorena Matzen había sacado 32% en 2017. Es verdad que fueron elecciones diferentes y en 2015 Cambiemos ni había presentado candidato (la UCR sacó el 3%), pero la táctica de apoyar a la candidata de Juntos Somos Río Negro Arabela Carreras cuando observaron que Matzen no ascendía en los sondeos dejó perplejos a propios y ajenos.

La situación dejó blanco sobre negro que Cambiemos enfrenta la elección nacional con riesgo de perder cuando algunas encuestas muestran a Macri acercándose al 25%. ¿Qué hacer para cambiar la tendencia? Plan Austral y Plan Primavera son significantes que vuelven del pasado: congelamiento de precios y tarifas, créditos subsidiados, dolarización de salarios, cambios en el gabinete, cambio de las reglas electorales y hasta una nueva convertibilidad son ideas que lanzan quienes acercan propuestas urgentes a la Casa Rosada a fin de ayudar a recuperar el aliento para llegar al ballottage.

Al final, se trata de salir segundo detrás de Cristina Kirchner y esperar que gran parte de los votantes de otras opciones prefieran votar a Macri antes que a la ex presidenta. Pero para que esto suceda el Presidente tiene que volver a ser competitivo y reconstruir a su voto blando, es decir, sumar al voto furioso anti K a los que esperaban una salida original para el país, hoy decepcionados. En este marco, es muy útil seguir las definiciones de dos ministros de Economía de la era kirchnerista: Martín Lousteau y Roberto Lavagna, si finalmente se presentan y en qué armado. También se debe observar a un tercer ex ministro K: Axel Kicillof, que se ha transformado en un serio competidor para María Eugenia Vidal en la Provincia de Buenos Aires, con un interrogante: ¿podría ser acompañado por Malena Galmarini?

Sin embargo, la aceleración del proceso económico, social y político parece por momentos salirse de cauce, proyectando a la sociedad al temor por el futuro próximo como si el presente no fuera lo suficientemente difícil. Algunos agoreros anuncian hiperinflación, default de la deuda externa y hasta un nuevo cepo cambiario. Este combo hace emerger una situación inimaginable: existe una mayor preocupación por el 11 de diciembre que por las elecciones en sí. El desánimo se palpa en la calle, no pocos ven el futuro repitiendo el pasado.

*Sociólogo. (@cfdeangelis)