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PANORAMA / VOTO PORTEÑO

Elección capital

Opositores se ilusionan y van por el trono PRO. Coincidir y desdoblar.

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AGUANTE LA CIUDAD Horacio Rodríguez Larreta | DIBUJO: PABLO TEMES

Es el cuarto distrito electoral del país después de las provincias de Buenos Aires, Córdoba y Santa Fe, pero nadie duda de la potente influencia de la Ciudad de Buenos Aires sobre el resto del país. Rara vez suele ser foco de los análisis políticos, quizá porque allí toda la política es nacional, o porque la atención se incline a ponderar las obras que lleva adelante su jefe de Gobierno.

Principio y fin. Buenos Aires, con sus 18 estadios de fútbol, decenas de museos, teatros y hospitales y casi 8 mil millones de dólares de presupuesto, es la Ciudad de la desmesura a pesar de que su población se mantiene estable desde 1947.

A partir de 2005, el peso político de CABA no ha parado de crecer por el hecho de haberse convertido en el bastión del antikirchnerismo y laboratorio de producción de cuadros políticos de la centroderecha. Pero no siempre fue así. Tras su autonomía política, lograda en 1994, el distrito pareció convertirse en una fortaleza de la centroizquierda. Su punto más alto lo tendría en 2000, cuando Aníbal Ibarra –como parte de la Alianza– le ganaba la elección a Domingo Cavallo. Aun con el derrumbe de Fernando de la Rúa, Ibarra revalidaba sus títulos en 2003 en el ballottage contra un candidato de bigotes llamado Mauricio Macri. Un año más tarde, la tragedia de Cromañón enlutaba al país y se iniciaba un largo proceso de destitución de Ibarra. Estos eventos serían un divisor de aguas con el imparable ascenso de una élite liderada por el presidente de Boca Juniors, con cuadros formados en universidades privadas y ONGs. Nueve años después le caía la ficha del fin del progresismo porteño a Elisa Carrió, cuando abandonaba un acto con Pino Solanas para “ir a comer pizza” y abrazarse al proyecto de Cambiemos.

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La Ciudad sería el puntal de la campaña presidencial de Macri para contraponer una imagen hiperideologizada del kirchnerismo contra la noción de una eficiente administración “de las cosas”, con una estrategia similar a la del Frente Amplio uruguayo, que demostraba que podía aspirar al Ejecutivo nacional tras administrar exitosamente Montevideo. Así, la ciudad porteña sería “exportada” al resto del país, y su hacedor, Horario Rodríguez Larreta, el sucesor natural. Con fondos casi ilimitados y mayoría en la Legislatura, el jefe de Gobierno pudo encarar obras de envergadura como el Paseo del Bajo o la construcción de viaductos para eliminar las barreras que obstaculizan el tránsito, estableciendo además una profusa comunicación de “cercanía” con los vecinos mezclando gestión y marketing político. Si bien las obras son muy valoradas por los vecinos, también perciben cierta tendencia al despilfarro en proyectos irrelevantes, que resalta en épocas de vacas flacas.

Mutaciones. Cuando a principios de año Rodríguez Larreta tomaba la decisión de unificar las elecciones del distrito con las nacionales, las encuestas le prometían un único triunfo en primera vuelta. Pero no había imaginado el bajón de Mauricio Macri en su intención de voto, cuyo efecto contagio ya desembarca en las playas donde gobierna Cambiemos. Tampoco habría supuesto que la candidatura presidencial de Roberto Lavagna pudiera atraer a los votantes desencantados de Cambiemos y especialmente a la gente mayor de sesenta años, espacio etario donde Cambiemos ha tenido un dominio absoluto. Es claro que son categorías diferentes, pero ¿cuántos porteños cortarían boleta para meter en la urna Lavagna-Rodríguez Larreta?, cuando para ganar en segunda vuelta se precisa la mitad más uno de los votos.


Hacia fines de 2018 no había muchos postulantes desde la oposición dispuestos a competir en una elección que parecía definida de antemano: el mejor ejemplo es Pino Solanas, que declinó amablemente la candidatura que le ofrecieron desde el PJ.

Emergencias. Hoy empiezan a florecer candidatos que perciben la debilidad estructural del grupo gobernante, y con inesperada ilusión de ganar en un hipotético ballottage. En ese registro se inscriben Matías Tombolini, quien ya fue candidato en 2015 por el massismo, pero también Marco Lavagna, surgiendo la duda de si podría existir una posible PASO en este sector. También deshoja la margarita el kirchnerismo, que históricamente sacó unos veinte puntos en un adverso distrito al peronismo, pero ahora podría aspirar a unos diez adicionales si en la cabecera de la lista estuviera Cristina Kirchner. Si bien los candidatos naturales parecieran ser Daniel Filmus o Mariano Recalde, ese espacio podría jugar la carta de Axel Kicillof, quien parece ser un candidato de amplio espectro. Otra novedad es el interés manifestado por Victoria Donda para ser candidata a la Jefatura de Gobierno, quien intentaría transformar en una opción electoral la marea verde feminista.

¿Cuántos porteños cortarían boleta para meter en la urna Lavagna-Rodríguez Larreta?, cuando para ganar en segunda vuelta se precisa la mitad más uno de los votos.

Como si esto fuera poco, otro candidato polivalente, Martín Lousteau, no descarta intentar finalizar la tarea que emprendió en 2015 cuando perdió en segunda vuelta con el actual alcalde por menos de 50 mil votos –sobre casi 1.800.000–. Luego, tras la senda de Macri, otros dirigentes provenientes del fútbol, como Matías Lammens o Rodolfo D’Onofrio, son parte de las mediciones de imagen e intención de voto, lo que demuestra que el panorama está abierto incluso para outsiders.


Ante los nubarrones que aparecen del otrora límpido cielo electoral, hay preguntas sobre si Rodríguez Larreta podría duplicar el acto del voto (manteniendo la fecha unificada) usando las desprestigiadas máquinas electrónicas para los cargos locales, mientras que las tradicionales boletas de papel se utilizarían para elegir cargos nacionales en las mismas escuelas para que los ciudadanos no se tengan que movilizar. Estas máquinas ya se emplearon en 2015 y trajeron algunas veladas polémicas, pero esta alternativa está sutilmente presentada en el nuevo Código Electoral de la Ciudad en su artículo quinto. Otra opción, más controversial aun, sería cambiar la fecha del ballottage para esquivar el 24 de noviembre, lo que en la práctica implicaría nuevamente desdoblar el acto, dando una parcial marcha atrás a aquella decisión que, según Rodríguez Larreta, permitiría a la Ciudad “ahorrar unos mangos”. 

*Sociólogo (@cfdeangelis).