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El problema del pasado

06-11-2021-logo-perfil
. | Cedoc Perfil

Me toca pasar unos pocos días en Madrid. Quiero optimizar el tiempo, duplicarlo, algo que pagaré con salud, pero no puedo evitarlo. Lo primero es ir al Prado, que promete obras de Goya, Velázquez, Murillo y El Greco que no se vieron en España por ser parte de la colección del museo Frick de Nueva York, que las presta por tiempo limitado. “Yo, si fuera el Prado, no las devuelvo”, pienso estúpidamente una vez que estoy frente a ellas.

Como es 8 de marzo, al salir, me cruzo con manifestaciones del transfeminismo promovido por el gobierno y del feminismo que asegura que filiándose al movimiento Lgtbi las mujeres pierden derechos, acusado por el otro bando de atrasado. Me abruma que haya tanta –y tan innecesaria porque es todo bien civilizado– presencia policial. 

Camino hasta la Moncloa, donde un arco construido por el franquismo, cuya existencia todos parecen ignorar, se encuentra en el abandono, rodeado de desperdicios. “¿Por qué no lo voltean y listo?”, pregunto. Alguien dice que sería como negar el pasado. Quiero responder que hacer como que no está puede ser simbólicamente aceptable, pero no ayuda a la configuración urbana ni a la limpieza de la que se jacta el ayuntamiento. No digo nada, quizá por el cansancio. Mejor ir al hotel a ver televisión. 

Eludo las tiras y los canales internacionales. Los programas locales hablan de feminismo, pero en uno entrevistan a una antigua amante del rey Juan Carlos, quien, ajena a las discusiones coyunturales, rememora aquella relación y se defiende de acusaciones de chantaje. “¿Hay algún feminismo que cuestione la monarquía con el argumento del atraso?”, pregunto a la chica de la recepción cuando voy a pedir una bebida. “No que yo conozca. Es que tener reyes nos prestigia en el mundo”. No atino a responder nada. Me acuesto. 

En la duermevela anterior al sueño, los cuadros de la mañana aparecen interpolados. De todo lo que vi en el día, esas imágenes son las únicas que quedan. No quiero pensar otra vez en el problema del pasado, sea individual o colectivo, visto a luz del presente. Mejor recordar que entre todas las cosas que ocurrieron, o nos ocurrieron, lo que llegó a ser perfecto sigue radiando desde la eternidad, abriéndose a nuevas miradas y sentidos, como pasa con muchos cuadros de Goya, Velázquez, El Greco o Murillo.