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El señor del cielo

1-11-2020-Logo Perfil
. | CEDOC PERFIL

Hace unos cuantos años, en los tiempos primeros de mi formación, recorría los kioscos de la calle Corrientes buscando revistas de literatura y entraba en las librerías y en las mesas de saldos me proveía de mi ración semanal de libros: los del Centro Editor, las antologías de Jorge Álvarez. Todo esto ocurría bajo el telón sombrío del último gobierno de Perón, de Isabel, de la dictadura cívico militar. Como en mi infancia empecé a leer escondido bajo la mesa del comedor de casa, rodeado de sillas a manera de murallas, la literatura siempre me había funcionado como castillo secreto o paraguas de protección contra las lluvias ácidas de la política y, en general, de las conocidas catástrofes de la vida, así que, a medida que los tiempos empeoraban en la parsimonia horrible de la progresión de lo siniestro, yo aumentaba mi cuota semanal de lecturas y revisaba más exhaustivamente las mesas de saldos, porque ni el Centro Editor ni Jorge Álvarez podían garantizar una provisión infinita.

Una tarde, en una de esas búsquedas, me encontré con un libro pequeño y de noble aspecto, cuyas páginas había que abrir con cortapapeles, publicado por un sello editorial para mi desconocido: se trataba de Burnichón editores. Tampoco lo sabía, pero Alberto Burnichón fue un editor y poeta que publicó buena parte de la mejor literatura que podía encontrarse hasta que el mismo día del golpe del 76 un comando del ejército lo secuestró y lo asesinó de siete tiros en la garganta. Tampoco conocía al autor, Antonio Oviedo. Pero el título doble del libro, Último visitante y El señor del cielo, me compró.

Suele decirse que la obra de un autor afina en perspectiva la lectura de sus precursores. Ahora, siguiendo ese lugar común, debo decir que esos dos cuentos o nouvelles de Antonio Oviedo afinaron y mejoraron mi lectura de Felisberto Hernández. Pero decir eso es quedarse corto. Durante años traté de imitar, vanamente y de memoria, el efecto de extrañeza singular que ese libro provocó en mí. Y ahora, con el entusiasmo de un fanático, celebro la aparición de su última novela Su cara en las sombras, también publicada en Córdoba, por Ferreyra Editor. 

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Irreductible a toda moda, extrema en su tenuidad que permite leer y borrar el recuerdo de lo leído al punto de eternizarnos en su relectura, la literatura de Oviedo, en su sosegado gesto vanguardista, es fiel solo a sí misma.