COLUMNISTAS
Defensor de los Lectores

En alerta, ante la inminente invasión de encuestadores

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Preelectoral. Los datos de cada estudio deben ser acompañados con información complementaria. | shutterstock

En junio de 2017, cuando la Argentina se encaminaba a decidir por las urnas las elecciones de medio término, este espacio fue dedicado a alertar a los lectores de PERFIL y también a recomendar a jefes, editores y redactores de este diario que extremaran su rigor al tratar la inevitable invasión de encuestas que ya estaba en marcha sobre este medio y sobre otros. “A medida que avanza el proceso preelectoral (…), los febriles registros de las empresas dedicadas a consultar la opinión pública van adquiriendo cada vez mayor protagonismo –escribía entonces–. Ello actualiza un tema que este ombudsman ha tocado en algunas de sus columnas: cómo darle al lector la mayor cantidad y calidad de información acerca del cómo, el cuándo y la dimensión de cada una de esas consultas. Esto facilita a quienes acceden a los artículos que presta este diario una mayor certeza sobre el valor y la credibilidad de lo que se les ofrece”.

En verdad, mi inquietud mayor en relación con este tema era –y es hoy– dar mayor sustento informativo ante la publicación en PERFIL de las encuestas en desarrollo o ya cerradas. Decía entonces y quiero reiterar ahora con el mismo énfasis: “En tal sentido, es necesario que jefes, editores y redactores extremen sus cuidados a la hora de reproducir resultados de estudios de opinión pública. La maraña de porcentajes, especulaciones e interpretaciones que llegan a las páginas de PERFIL, puede ser mejor desentrañada cuando se le suman datos concretos: en cada caso, el tamaño de la encuesta (cuántos contactos fueron registrados, en qué espacio territorial), la metodología empleada para la consulta (entrevistas presenciales o telefónicas, una mezcla de ambas, otras variantes), el  tiempo de los registros (entre qué fechas fueron tomadas las opiniones) y al menos las principales preguntas formuladas a los encuestados. Naturalmente, qué consultora hizo el trabajo y –en la medida de lo posible, porque muchas veces se oculta el dato– para qué agrupación política, institución o empresa fue realizado”. Debo reconocer el esfuerzo de buena parte del staff del diario para dar cumplimiento a estas recomendaciones, que se transformaron en normas necesarias e insoslayables en cada nota publicada sobre el tema. Sin embargo, con el paso del tiempo he observado (y comentado puertas adentro) cierta laxitud (relajado, poco estricto, según la RAE) en la traslación de esos recursos estadísticos a los lectores.

Esta recomendación que hago hacia el interior de la redacción se hace más enfática en estos tiempos dominados por la grieta y la creciente virulencia verbal a uno y otro lado. Definido en otros países como “periodismo de trinchera” y entre nosotros como periodismo militante, profundiza el abismo entre posiciones extremas a uno y otro lado de la brecha. El periodista catalán Rafael Jorba escribió en La Vanguardia de Barcelona: “La verdad es un espejo que se quebró en la noche de los tiempos. La tarea cotidiana del periodista consiste en intentar recomponer el espejo roto para acercarnos a la verdad­ entera. A menudo, como es ahora el caso, tenemos la tentación de saltar sobre el espejo para hacerlo añicos y deformar aún más la imagen del otro (Todorov dixit). Se impone el relato en caliente, una determinada cosmovisión. Un universo simbólico, en suma, que coloniza transversalmente toda la información y todos los formatos”.

Francesc De Carreras escribió en El País de España que el periodismo de trinchera es aquel que contempla la realidad “como un campo de batalla en el que se enfrentan buenos y malos y en el cual el periodista, apostado siempre en la trinchera de los buenos, tiene por misión disparar únicamente contra los malos”. 

Sintetizo: ni encuestas sin los datos imprescindibles ni periodismo militante aprovechándolas.