Los españoles los bautizaron gazapos, seguramente por aquello de que al mejor cazador se le escapa una liebre. Menuda tarea la del editor para evitar esto en títulos y textos, porque provocan en quien comete el error una enorme desazón y en quien lo lee una risa incontenible.
Para información de los lectores, es conveniente que sepan que cada artículo, título, epígrafe, textos destacados, fotos, han pasado por los ojos y la atención del redactor, el editor de la nota, los correctores (muchas veces, dos y hasta tres veces), el editor de la sección, el editor general, el jefe o secretario de redacción, el editor jefe de cierre, tal vez el director. Tantos filtros, sin embargo, no alcanzan siempre para impedir que esa liebre llegue a manos del destinatario, el lector.
En la semana que acaba de pasar, las palpitaciones del responsable de la tapa del diario Clarín habrán trepado a 200 cuando vio que la edición completa había llegado a los quioscos confundiendo, en un título junto a la marca, al tenor José Cura (a punto de protagonizar una ópera en el Colón) con el fallecido Domingo Cura, el más célebre bombisto del folclore argentino. Y ayer, la nota que Carlos Gabetta publicó en la página 68 de PERFIL habrá provocado más de un malestar hepático al autor, a los editores y al público. Se dice en el título: “De Cromagnon al submarino: un país de catástrofes recurrentes”. La palabra Cromagnon se encuentra también en el segundo párrafo y en la foto que ilustra la página. Pues mal: la tragedia que conmovió y enlutó a los argentinos el 30 de diciembre de 2004 sucedió al incendiarse República Cromañón (con ñ y tilde), un boliche de la zona de Once, en Buenos Aires.
Este ombudsman quiso saber cómo pasó este error. Según informó el jefe de redacción, fue la sección Corrección la responsable, al cambiar el texto original. Pasó, de todos modos, los restantes filtros que se indican más arriba.
La historia del periodismo muestra que este tipo de equivocaciones y confusiones puede ser contado por centenares, en ciertos casos desopilantes o asombrosos.
Algunos de ellos:
◆En la década del 80, el formato sábana del diario La Razón mostró al menos dos gazapos graves en tapa: en uno de ellos, título principal a ocho columnas y tipografía casi catástrofe, se decía “Devaluaron el dólar”; obviamente, lo devaluado había sido el peso. En el otro, se daba por muerto al banquero Osvaldo Sivak, secuestrado por “la banda de los comisarios”, cuando en realidad se lo creía aún cautivo. Quien esto escribe, el ombudsman de este diario, fue responsable de ambas publicaciones.
◆En junio de 2013, el Diario de Pontevedra, España, tituló: “Fallece por segundo día consecutivo una mujer de 103 años”. Título engañoso pero técnicamente correcto: el día anterior había muerto otra mujer de la misma edad.
◆La versión digital de El País de Madrid anunciaba en 2008 que el actor Gael García Bernal sería padre un mes después, tras un prolongado embarazo –¡cuatro años y medio!– de su mujer, la actriz argentina Dolores Fonzi.
◆En octubre de 2010, el diario La República de Montevideo informó en un recuadro de último momento: “Falleció el vicepresidente argentino Néstor Kirchner”. Gobernaba su esposa, Cristina Fernández, y el vicepresidente era Julio Cobos.
Nada mejor que la fe de erratas, porque ella permite reconocer las equivocaciones y darles a los lectores, con tal aceptación, un mayor margen de credibilidad en el medio elegido.
Para cerrar, esta desopilante fe de erratas publicada por el diario El País: “Un fallo del sector informático llenó de errores algunos párrafos del reportaje ‘Los artistas pasan por el diván’, publicado ayer. Se llamaba ‘El diván del timorato’ al disco de Carlos Cano ‘El diván de Tamarit’, inspirado en García Lorca, no en Gracia Loca; los versos son Gacelas y casidas, no tócalas y casadas; y la sala de muestras es San Hermenegildo, no San Hermenéutica”.
Tiene razón. Se justifica la queja del lector Rico Casañas en su mail publicado en la página anterior. Respondió la editora de Sociedad/Ciudad, Clara Fernández Escudero: “Efectivamente, la nota publicada en la edición impresa del domingo 3 incurre en un error de interpretación de la información: el subte porteño corre su horario media hora y no lo extiende, como erróneamente se consigna allí. De todas maneras, en Perfil.com, esa misma semana, una nota producida por la sección Sociedad/Ciudad anunció ese cambio horario consignando que la Ciudad de Buenos Aires está entre las grandes metrópolis cuyo servicio de subte es más limitado en cantidad de horas. Lamentamos profundamente el error”.