La decisión de la Corte Suprema de beneficiar con el 2x1 también a los acusados de crímenes de lesa humanidad durante la dictadura fue leída por el kirchnerismo como parte de un plan premeditado del gobierno de Macri que arrancó con la designación por decreto de sus dos nuevos jueces y tuvo su primera señal de cambio de rumbo del Estado argentino en materia de derechos humanos con el fallo que, en febrero, rechazó la orden de cumplir la sentencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos a favor de la libertad de prensa en el caso “Fontevecchia y D’Amico contra Argentina” aduciendo que el tribunal interamericano no constituye una cuarta instancia que revisa o anula decisiones judiciales de la Corte Suprema, en este caso de la cuestionada Corte de la mayoría automática durante la presidencia de Carlos Menem, construyendo jurisprudencia que muchos interpretaron como una antesala de futuros rechazos a decisiones de la Corte Interamericana de Derechos Humanos sobre la detención de Milagro Sala. Ahora, ese fallo de febrero de la Corte Suprema que limita la aplicación de las decisiones de la Corte Interamericana de Derechos Humanos es leído también como un freno preparatorio ante futuras decisiones de la Corte Interamericana que puedan contradecir fallos como el del 2x1 para crímenes de lesa humanidad. Lo que, sumado a las declaraciones de Darío Lopérfido sobre la cantidad de desaparecidos o las de Gómez Centurión sobre que “no hubo un plan genocida”, demostraría que Macri desde el primer día de su gobierno planeaba una forma de indulto encubierto para los ex represores.
Pero mi experiencia personal en el caso me permite relativizar esa hipótesis ya que, en el último semestre del año pasado, no mucho antes del fallo de la Corte Suprema, me visitaron el secretario de Derechos Humanos, Claudio Avruj, y el representante especial para Derechos Humanos de la Cancillería, Leandro Despouy, para transmitirme el deseo de los dos ministerios que debían intervenir, Justicia y Relaciones Exteriores, no sólo de cumplir con la sentencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, sino de hacer pública su diferencia con el kirchnerismo, que nunca había rechazado el cumplimiento del fallo pero hacía más de cinco años que había ignorado su obligación de acatarlo, que consistía en devolver el dinero cobrado por Menem a Perfil (que esta editorial donó al CELS), publicar una solicitada desagraviante y que la actual Corte Suprema de Justicia revocara el fallo de su predecesora, que condenó a Fontevecchia y D’Amico.
Tanto para Avruj como para Despouy, cumplir con la sentencia que dejaba sin efecto la condena que pesó sobre los directivos de Perfil era una poderosa señal de respeto por los fallos internacional, muy oportuna para un gobierno que quería recuperar su relación con el mundo.
Podría ser que los dos máximos responsables de derechos humanos del Poder Ejecutivo estuvieran totalmente desinformados de los deseos de Macri sobre la materia y que desde dos ministerios diferentes hubiera coincidencia sin que fuera el resultado de una instancia superior a los ministros. Pero resulta poco verosímil.
El concepto corporizado en el insulto “Macri, basura, vos sos la dictadura” parte de la idea de que todos los ricos se beneficiaron con el plan económico de la dictadura y Macri no podía ser la excepción, algo que también mi propia experiencia me lleva a relativizar. Por mi edad, fui uno de los últimos desaparecidos alojados en el centro de detención El Olimpo, que dependía del Ejército y operaba la Policía Federal, y también la última persona cuyo arresto se ordenó oficialmente a disposición del Poder Ejecutivo, en marzo de 1983, cuando ya las desapariciones como los arrestos a disposición del PEN se estaban dejando de practicar. Parte de los mismos policías que me arrestaron ilegalmente y me llevaron a El Olimpo integraron la Banda de los Comisarios, que años después, ya como mano de obra desocupada, secuestró a Macri. Quizá por haber “compartido” secuestradores, aunque en su caso el móvil haya sido económico y en el mío periodístico, fue que Macri aceptó sólo un reportaje para la revista Noticias al ser liberado de su secuestro, en 1991, con la condición de que yo lo realizara, porque supuestamente podría comprenderlo mejor. No percibí en aquel Macri treintañero empatía con los ex represores que acababan de ponerlo a él también al borde de la muerte. No vi tampoco un Macri facho a lo largo de los años posteriores en los múltiples reportajes y encuentros que se sucedieron, ni un Macri con ningún fundamentalismo económico o ideológico. Las críticas que me tocaron realizarle siempre fueron por su falta de ideología y anomia conceptual.
Tampoco Macri es neoliberal, como lo acusan sus opositores más extremos, quienes asocian dictadura y neoliberalismo. Macri es frívolo, como lo definió Bergoglio siendo cardenal; de lo que se lo puede acusar es de desinterés por el tema de la dictadura, como cuando respondió siendo presidente: “Yo qué sé cuántos son los desaparecidos”, y de aburrimiento por el tema de los derechos humanos, al que calificó como “un curro”. Recuerdo, cuando en 2006 Jorge Julio López se convirtió en un desaparecido en democracia por ser testigo de un juicio contra un ex represor, que Macri se fue a Punta del Este sin valorar la importancia simbólica del hecho, y la revista Noticias lo calificó en su tapa con el título “El candidato haragán” .
Macri es futbolero, su meta en la vida es ganar y que lo aplauda la tribuna, nada más. Lo malo de Macri no sería su ideología sino su carencia de ella. Tiene, como todos, una mirada del mundo que le dio su experiencia en la vida, pero no una posición estructurada intelectualmente.
Es más fácil el pensamiento encontrando una sola causa para todos los efectos: “Macri facho” (y neoliberal), en este caso. Pero me inclino a pensar que este fallo de la Corte Suprema del 2x1 también para los acusados de crímenes imprescriptibles y de lesa humanidad es un error exclusivo de sus jueces que puede tener que ver con sus propias necesidades políticas (¿compensar un futuro fallo favorable a Milagro Sala?), psicológicas (mostrar los dos nuevos jueces que algo cambió en la Corte con su incorporación) y hasta de lógica jurídica que pueda tener algún asidero técnico, pero contradicen el sentido común.
Quien más pierde con este fallo es el Gobierno, porque muchos de los votantes de Cambiemos están totalmente en contra de liberar a apropiadores de bebés o torturadores, y resulta electoralmente inoportuno. Dada la importancia que Macri otorga a las próximas elecciones de octubre, es poco verosímil que el Gobierno haya sido el promotor. El Macri futbolero puede estar dispuesto a que la tribuna lo silbe durante un tiempo si cree que servirá para luego ganar y allí volver a recuperar el aplauso. Indultando a los ex represores no tendría réditos a cosechar.
Derivación emocional. Entre los ocho ex represores que reúnen todos los requisitos para ser beneficiados por el fallo del 2x1 de la Corte y que quedarían en libertad está “el Turco Julián” (Julio Simón), el ex policía federal más célebre represor y torturador de El Olimpo. Y este miércoles 24 de mayo estoy llamado a prestar declaración en el Tribunal Oral Federal en lo Criminal y Correccional Nº 2 durante el juicio oral y público por mi detención en El Olimpo y la de otras 347 víctimas. En la citación, Julieta Colantuono, de la Unidad de Asistencia Para Causas de Violaciones a los Derechos Humanos durante el Terrorismo de Estado, me informa: “Lo vivido por usted en el centro clandestino denominado ‘Olimpo’ será llevado a juicio oral, por ende no sólo es caso en este juicio sino que también se encuentra llamado a prestar declaración”.
Si yo, que tuve la fortuna de salir con vida de El Olimpo –donde, sobre alrededor de 700 detenidos, asesinaron a 650–, quedo perplejo con la decisión de la Corte, puedo ponerme en el lugar de todos los familiares de los asesinados.
El kirchnerismo hizo posibles estos juicios y merecerá siempre reconocimiento por eso. Lástima que lo empañó al utilizar su compromiso con los derechos humanos como herramienta proselitista para beneficio propio y para atacar a adversarios o críticos muchas veces tan injustamente, como a Magdalena Ruiz Guiñazú, acusándola de ser vocera de Martínez de Hoz; a Joaquín Morales Solá, de haber participado de operativos antiguerrilleros en Tucumán, o a mí, de haber apoyado a la dictadura militar. Mentiras que, a fuerza de ser repetidas por la usina de medios pagada por el kirchnerismo, confundieron a personas honestas.