Riquelme se comía a besos a uno de sus hijos y Palermo sonreía como en las tardes de sus mejores goles.Una avalancha de hinchas le hizo una panza al alambrado. Ischia levantó los brazos elongando el alivio de quitarle dramatismo a la semana en la que Boca se puede quedar fuera de la Libertadores.
Y el pibe rubiecito de Villa Elisa se puso a llorar mientras volvía al centro de la cancha en la que fue sparring de la primera, alcanza pelotas y todo eso que se es mientras no se rumbea hacia la calle de los ídolos. El apellido Noir se pronuncia “nuar” porque sus ancestros vienen de Francia; él mismo lo aclaró en la primera nota que le hicieron hace un par de semanas en Radio Continental porque había jugado muy bien en la reserva del clásico ante River.
Dijo pocas palabras. Recordó que venía de Entre Ríos y luego contó la consabida historia de los cientos de muchachos que hacen una valijita, se abrazan a los padres en la terminal de ómnibus y parten saludando por la ventanilla mientras la madre le grita “cuidate” y se persigna. Hasta que un día convierten el gol que sueñan mientras cruzan campos, ríos, puentes y miran a lo lejos un arco, una cancha y el minuto exacto en el que se sientan a charlar con la gloria.
De zurda, a la carrera, unos instantes después de que un derechazo suyo tocó el palo izquierdo con el arquero ya vencido, “Nuar” escribió la primera página de una historia que podría ser como la de Palermo, el goleador consagrado que se puso de pie en la tribuna elevando una sonrisa parecida a la de un padre que celebra la ocurrencia de su hijo. El tiro se metió cruzado como un torpedo que hiere un barco ya escorado, eso que es Racing. Y en lo que era el último ataque de una tarde ya devorada por la noche, los xeneizes alcanzaron una victoria de enorme valor porque, si ocurre lo que se teme en México, el miércoles por la Libertadores, al volver no todo está perdido. Queda el campeonato del que parecía despedirse hasta un segundo antes del zapatazo del pibe con oro en la cabeza y quizás en los pies.
Racing, al que le pasa de todo, al que le meten la mano en el bolsillo, como en el primer gol de Boca, en el que uno de sus jugadores se hace expulsar por lanzarle un cabezazo justamente a Noir, que se le escapa un partido más en el que convierte el primer gol y después pierde, quedó en la cornisa. Es cornisa. Es alguien que está solo y espera, pero que nunca vienen. La fortuna y la justicia se le retacean. Es el equipo ideal para que un joven desconocido le haga echar un jugador y él meta el gol sobre la hora. “Nuar” tiene que esperar un poco para saber algo más de sí mismo. Contra Racing, todo es mas fácil.
El partido, que no tenía lugar ni en la estadística, menos aún en el baúl de los buenos recuerdos, se salvó por ese gol del muchachito entrerriano que quizá vivió el primer día del resto de su vida de jugador. Queda claro que le pega con las dos, que tiene hambre, que lo ayuda el marketing de su rubiez palermitana. Sólo tiene que ligar un poco más que Racing, y eso no parece demasiado difícil.
Esta tarde, con los xeneizes siguiéndolos por radio, Independiente y River salen a la cancha bien informados de la extraordinaria victoria del asombroso león platense y de la resurrección de Boca.
Atizado el interés del partido por el morbo que rodea la situación de Oscar Ahumada, que debió bancarse algún escrache absurdo y, lo que es peor, una multa hipócrita y demagógica de la directiva que menos podría sancionar a un jugador en el mundo entero, rojos y millonarios van hacia lo que puede ser el mejor encuentro del campeonato. Si se les da por jugar al fútbol, no obstante las urgencias que van con ellos al terreno, pueden ofrecer la contienda que siempre espera el fútbol argentino. A esta altura, aceptadas y agradecidas las emociones de un torneo parejo e incierto en su resultado final, no vendría nada mal ver un poco de fútbol.