Restan tres semanas para las primarias, abiertas, simultáneas y obligatorias (PASO). El clima es de profunda incertidumbre. Incertidumbre que se ve agravada por la frágil y altamente vulnerable situación económica que atraviesa la Argentina y por el pesimismo y el desencanto que predominan en la sociedad.
Las encuestas de opinión pública no parecen estar contribuyendo a disipar la incertidumbre. Por un lado, vemos que con frecuencia casi diaria hay sondeos difundidos en los medios. Estos sondeos muestran un grado de dispersión en cuanto a sus hallazgos que resulta bastante llamativo. Las excusas son conocidas: muestras diferentes, distintas metodologías de recolección de datos, etcétera. En los hechos, como sentenció hace algunos años un encuestador cercano al kirchnerismo “las encuestas forman parte de la campaña”, al menos las que se difunden en los medios, argumento que la dirigencia política parece haber comprado. Buena parte de la prensa toma llave en mano las encuestas que recibe de una multiplicidad de consultoras sin siquiera preguntar quién encargó el estudio, una práctica que sería deseable que el periodismo incorpore de cara a futuras elecciones. Pero en esta ocasión el problema excede a las mediciones publicadas por los medios. Los encuestadores señalan alarmados que hay un alto grado de no respuesta de parte de un electorado que está harto de la política, lo cual introduce un sesgo difícil de controlar.
Dentro de este mar de incertidumbre hay algunas pocas certezas. El oficialismo se encamina a hacer una mala elección. El índice de confianza del Gobierno que mensualmente publica la Universidad Di Tella es usualmente un buen proxy del voto oficialista. De acuerdo con el último dato disponible, correspondiente al mes de junio –asumiendo que el índice es un buen predictor–, el oficialismo debería obtener un 23% de los votos en las PASO. Probablemente, Unión por la Patria obtendrá un porcentaje mayor de apoyo electoral. Así y todo, ver al peronismo unificado por debajo del 37% obtenido por Daniel Scioli en 2015 es una verdadera catástrofe electoral.
Los resultados de la gestión Fernández-Fernández tampoco son alentadores para Unión por la Patria. Desde el comienzo de la así llamada tercera ola de democratización en América Latina en 1978, solo hay un caso sobre 151 elecciones presidenciales en el que un candidato oficialista haya ganado cuando la inflación anual supera el 100% en el mes de la elección. Ese caso es el de Fernando Henrique Cardoso en 1994. Cardoso implementó como ministro de Hacienda un duro plan de estabilización que logró bajar la inflación de niveles superiores al 40% mensual en junio de 1994 al 2% en octubre, cuando tuvo lugar la elección. Cardoso había renunciado a su cargo en marzo, pero fue premiado por un electorado que valoró el éxito del Plan Real a pesar de que la inflación acumulada en los 12 meses previos en el momento de votar era superior al 1.700%. Cuando Massa comenzó su gestión como ministro de Economía, fue usual que algunos comentaristas lo compraran –con bastante generosidad, por cierto– con el coautor de Dependencia y desarrollo en América Latina. Cardoso optó por lanzar un plan de estabilización; Massa prefirió hacer “election targeting”. Los resultados están a la vista. Solo un cúmulo de errores no forzados por parte de la oposición podría lograr el milagro de mantener a Unión por la Patria en la Casa Rosada el 10 de diciembre.
Finalmente, tendencia regional: en América Latina, en los últimos cinco años, el único oficialismo que ha sido capaz de retener el poder en elecciones democráticas ha sido el Partido Colorado de Paraguay. Es esperable una mala elección del oficialismo, aunque es difícil saber cuán malo puede ser el desempeño en las urnas de Unión por la Patria.
Fuera de ello, el panorama es incierto. En Juntos por el Cambio hay una competencia reñida y, por momentos, bastante virulenta. La percepción instalada en la dirigencia opositora parece ser que quien triunfe en las PASO de Juntos será el próximo presidente. Una creencia algo riesgosa. Como canta Kenny Rogers: “No se cuenta el dinero mientras estás sentado en la mesa. Cuando termine el juego habrá tiempo de sobra para contarlo”.
Y finalmente está el Javier Milei, a quien muchos dan por liquidado por los recientes problemas en su armado territorial y los pobres resultados de sus candidatos en comicios provinciales. A pesar del déficit en materia de estructura partidaria, Milei no debería ser subestimado. Se trata de un fenómeno típico de populismo. El vínculo de los votantes es con el líder, no con terceros. Hasta ahora, su nombre no ha estado en el cuarto oscuro. Distinto será el caso en agosto. Es probable que la situación no sea la de hace dos meses, cuando toda la dirigencia y los medios bailaban al ritmo de la melodía que imponía el candidato de La Libertad Avanza con sus propuestas. Desde hace más de un mes Milei pasa la mayoría del tiempo dando explicaciones por los problemas de su armado. Así y todo, parece un error razonar que “Milei ya fue”. Obtener un 15% de los votos sería todo un logro para una candidatura forjada a base de desfilar por los estudios de televisión 24 por 7.
Llegamos así a las PASO en un escenario de fragilidad económica e incertidumbre política. Pensadas como un mecanismo para seleccionar los candidatos de las distintas fuerzas políticas de un modo más transparente y participativo, y como una herramienta para reducir la fragmentación electoral, las PASO han transformado nuestro sistema electoral en un sistema a tres vueltas. Suele decirse de modo despectivo que las PASO son una encuesta cara. Nada más alejado de la realidad. Las encuestas se realizan sobre la base de muestras de las cuales se infieren parámetros para toda la población. Las PASO, aparte de ser un instrumento para definir candidaturas, son un censo de preferencias electorales. Aunque las elecciones generales rara vez replican los resultados de las primarias, estas tienen la capacidad de generar importantes consecuencias económicas, como en 2019, y también en algunas ocasiones de liquidar el partido antes de tiempo, como en 2011. Quedan tres semanas.
* Politólogo (UCA-Ucema).