Un empresario dijo: “Dejé de comprar Clarín y La Nación porque si no me deprimo y no invierto”. Su comentario no era patriótico ni altruista. Como decía Adam Smith: “No tendremos el pan cada mañana en el mercado por la benevolencia del panadero, ni la carne por la benevolencia del carnicero, sino porque estos buscan una ganancia monetaria”. Este empresario cree que la mirada pesimista sobre la economía argentina de los principales consultores económicos que reflejan los diarios está inconscientemente atravesada por un sesgo de rechazo y que si él siguiera sus consejos no estará preparado para aprovechar un eventual crecimiento futuro. No solo Clarín y La Nación, en PERFIL mismo el domingo Roque Fernández dijo que la economía en octubre estará peor, con lo que luego coincidió el economista Fausto Spotorno, de prestigioso estudio de Orlando Ferreres, entrevistado en RePerfilAr, el noticiero de NET TV.
Si las vacunas logran que no se vuelva a parar la economía, el consumo podría crecer el 12% en 2021
Los economistas no pueden exorcizar los sesgos que habitan a todos los seres humanos ni dejar sus pensamientos liberados de la imperceptible influencia del inconsciente. Esto se percibió en diciembre de 2017 cuando, tras el triunfo de Macri, pronosticaron en su enormísima mayoría un 2018 con el dólar y la inflación a la mitad de lo que terminó siendo y una economía creciendo al 3%, y fue -3%. En su defensa, lo mismo habían pronosticado para Argentina el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial.
Mientras Fausto Spotorno y Roque Fernández prevén un octubre de 2021 peor de lo que terminó 2020, asesores cercanos a los sectores más de centro de la coalición gobernante pronostican un crecimiento de más del 6%, con el consumo amentando a más del doble. “Si tuviera dinero disponible, compraría todo lo que se venda porque Argentina va a volar”, dicen. En lo único que coinciden ambas perspectivas es en que la inflación será significativamente mayor que la de 2020 y la prevista en el presupuesto de Guzmán.
Como la economía en promedio (incluye exportaciones) cayó un 12% en 2020 pero el consumo cayó el 26%, no es imposible que Argentina pueda “volar” por arrancar desde muy abajo, como también que no pueda despegar después de haberse hundido en un pozo. Pero ambos escenarios dependen en gran medida de lo exitosa que resulten la vacunación y la evolución de la pandemia: si la vacunación no llega antes a impedir que nuevos rebrotes obliguen a frenar la actividad, los pronósticos negativos tendrán razón. Pero si la combinación temprana de la vacuna rusa con, a partir de abril, la de Astra Zeneca/Universidad de Oxford fabricada en Argentina, en el laboratorio mAbxience, de Hugo Sigman, lograra mantener la economía funcionando sin colapso en la salud pública, se podría dar el pronóstico optimista.
En este caso, el resultado electoral de octubre sería favorable al Gobierno, por eso quienes prefieren una derrota del oficialismo tienden a ver tan mal el combate contra la pandemia como el futuro de la economía: un éxito en la salud pública derivaría en un éxito en la economía.
Un eventual escenario de éxitos gemelos, salud/economía, sería para Alberto Fernández un equivalente a los superávits gemelos que le crearon a Néstor Kirchner en 2004 un círculo virtuoso económico y le permitieron con el triunfo electoral de 2005 deshacerse del padrinazgo de Duhalde.
Sea éxito o fracaso electoral, después de octubre comenzará otro ciclo político muy distinto del primero. El timing de la política argentina se construye en bienios porque cada dos años tenemos elecciones y las de medio término empoderan al presidente electo en la anterior o lo transforman en pato rengo.
Los optimistas consideran que cualquiera sea el resultado de las elecciones la economía mejorará en 2022 respecto del punto en que se encuentre en octubre: si el oficialismo pierde, los mercados apostarían a un regreso en 2023 de Juntos por el Cambio anticipando tomas de ganancias, como sucedió en 2015, cuando se comenzó a descontar la derrota del kirchnerismo, se valorizaron los activos y bajó el riesgo país. Y si el Gobierno ganara, el triunfo ya no sería solo de los votos de Cristina Kirchner por lo hecho en el pasado sino también por la gestión de Alberto Fernández reduciendo la influencia negativa, real e imaginaria del sector más duro del kirchnerismo sobre la economía.
Como para Néstor Kirchner fueron los superávits gemelos, el éxito con las vacunas sería éxito en economía
La suerte juega un papel y, así como la soja duplicó su valor de 2019, varias señales de Washington alientan al oficialismo. Por un lado, la foto del papa Francisco que Joe Biden colocó en primer plano, junto a la de su hijo muerto en su escritorio del Salón Oval de la Casa Blanca; por otro, que su elegida para manejar la economía de Estados Unidos, e indirectamente del mundo, sea Janet Yellen, quien tiene cercanía con el círculo académico favorable a la intervención del Estado en la economía, del que Joseph Stiglitz es el alma máter, del cual el ministro Guzmán es discípulo. El marido de Janet Yellen, George Akerlof, compartió en 2001 el Premio Nobel con Stiglitz y también la Iniciativa para el Diálogo Sobre Políticas en la Universidad de Columbia, donde se debatió sobre formas de obtener el desarrollo distintas a las prescriptas por el Consenso de Washington, y tienen en Martín Guzmán la posibilidad de ser llevadas a la práctica. La propia Yellen continuó al consejo de asesores conformado por Stiglitz para Bill Clinton en los 90 y su marido asesoró al FMI, y siendo crítico de los modelos ortodoxos se le atribuye influencia en los cambios que viene introduciendo Kristalina Georgieva en el organismo en sintonía con el papa Francisco y Guzmán.