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Expectativa y decepción

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¿En baja? Consultoras opositoras insisten en la caída de la imagen presidencial y de gestión. | cedoc

Quien busque sustancia no va a encontrar nada, en cambio hablar de expectativas puede resultar más productivo para el análisis.

Las expectativas se presentan en la sociedad en varios planos y de manera simultánea, lo cual las torna más complejas. El sistema del derecho establece con sus normativas expectativas de comportamiento, que pueden cumplirse o no, y que en todo caso su desatención somete a quien las incumple a una evaluación posterior desde el punto de vista de su legalidad o ilegalidad sobre la base de algún dictamen judicial. En otros casos, el paso del tiempo hace que las normas queden desajustadas de las expectativas, por lo que se somete a una modificación en la normativa vigente para renovar las expectativas. Al mismo tiempo, en el mundo privado existen expectativas amorosas, en la intimidad de las parejas, para las cuales se espera un comportamiento del otro que se ajuste a lo esperado, y en caso de desajuste, es decir cuando el comportamiento no se alinea a la ilusión previa, se ofrecerá también como decepción. Sobre la política se tienen expectativas en términos de qué se puede esperar de ella, ancladas sobre todo en la mala imagen de los políticos y su consideración como navegadores de la corrupción, lo cual produce que nadie espere de ellos cosas demasiado positivas. De este modo, las expectativas nos orientan de una manera muy atractiva sobre la base en que se dispone la comunicación, es decir su punto de arranque. Pero ese arranque es en realidad constante, y las expectativas se actualizan. En algunos casos, eso es un problema serio.

La descripción de los procesos políticos, como de derecha o izquierda, una de las formas que tanto gusta por estos días, someten a desafíos en las expectativas de quienes los utilizan, ya que los mismos son planteados en términos esenciales, y la realidad los expone como relativos, aunque sean orientadores de la comunicación. No se trata de si las ideologías forman parte o no de las alternativas comunicacionales dentro del sistema político, ya que se hacen presentes de múltiples maneras, pero indudablemente sobrecargan de expectativas de comportamiento en los otros, así como en la misma descripción de fenómenos políticos, para luego caer en procesos de decepción o ajuste, exponiendo que las expectativas disponibles requieren de demasiados parches. La política se orienta por la dicotomía operativa entre gobierno y oposición, y sobre la base de esa dinámica cruzada de identidades, las estrategias de derecha o izquierda son variables, graduales y hasta a veces alternadas. Si son tan flexibles, no son tan precisas y las apariciones en formato de decepción, por haberlas creído tan reales, someten a la exigencia posterior de infinitos ajustes justificatorios. El caso de Berni con un arma en la mano es un ejemplo de esto mismo.

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Para quien describía al gobierno de la Provincia de Buenos Aires como una bocanada progresista y renovada en zonas antes tradicionales o recién gobernada por dirigentes de raíz conservadora y religiosa, debe hacer un esfuerzo abrumador por luchar contra la desilusión de observar a un ministro de Seguridad armado en medio de un operativo policial. El crimen de Luis Espinoza se produce bajo un gobierno también aliado al gobierno central, y mientras despierta la denuncia de voces oficialistas que reclaman su esclarecimiento, se es más sencillo apuntar al racismo norteamericano por la terrible muerte de George Floyd, que por la incomodidad que generan ciertos aliados en el gobierno “popular”. Esto mismo no debe juzgarse con los ojos del respeto a la pureza o como denuncia de contradicciones, sino como la exposición de un modo, entre otros, de la importancia que juegan las expectativas y su sostenimiento, en la orientación de la construcción de preferencias.

El caso Vicentin se ejecuta como un acuerdo perfecto y lineal a las expectativas de la amplia mayoría de sus votantes. No es relevante para casi ninguno de ellos, por lo menos en primer término, si la disposición se ajusta a derecho o no se ajusta a derecho, sino que se expresa con agrado y relevancia porque confirma un perfil esperado de gobierno que asume que el mundo empresario es un universo que debe ser sometido, y si es necesario, expropiado para que el Estado ponga orden. Abundan las denuncias por toma de créditos, se ofrecen preguntas asombradas por las razones de una empresa quebrada y se exponen acusaciones a la amenaza de extranjerización, de manera de conformar una lista justificatoria popular de bajo perfil jurídico que logre convertir lo que no se sabe, en una acción con sentido. Macri hizo escuela de esa composición justificatoria cada vez que era invitado a dar cuenta del accionar de la policía, haciendo de sus argumentos el alimento de sentido común que sus votantes esperaban.

Las expectativas se exponen así como una estructura actualizable por los mismos desafíos de la comunicación. Al crimen en Tucumán se lo sufre; a lo de Vicentin se lo recibe con alivio. Cada proceso nuevo actualiza expectativas o llama a su adaptación. Realmente no hay nada allí, solo movimiento comunicacional.

La política se ofrece generalmente, para quienes lo hacen desde su interior, como en estado puro, como si esas expectativas representaran realidades objetivas, lo cual lleva constantemente a la decepción, la decepción al enojo y el enojo a la acción contra los enemigos. Cuando las expectativas no se ajustan a la ilusión de la realidad, la solución es el sostenimiento del conflicto y la furia contra lo no esperado. Si eso es legal o ilegal, no es relevante para nuestro país, y menos si es para salvar a la patria y liberarnos de lo que sea que atente, contra lo que necesitamos creer.

*Sociólogo.