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Lugares comunes

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Aunque resulte extraño al modo en que se describe el proceso siempre abierto de la cuarentena, donde todo estaría en duda y el universo social a punto de redefinirse, nos encontramos en realidad en tiempo de lugares comunes. El mundo de la publicidad es un ejemplo muy evidente donde prácticamente todas las campañas abusan hoy de recursos basados en las estrategias posibles de un oxímoron, como la “lejana cercanía” o “juntos pero lejos”, además de sentirse evidentemente obligados a que sus marcas hablen de la lucha contra el virus y el sostenimiento de la cuarentena. De este modo, la publicidad abandona la libertad creativa y se recluye en la imposición del pensamiento corriente sobre un clima de opinión avasallante. Si algo muestra la explosión de la pandemia, es la huida a lo básico y conocido, algo realmente muy diferente a un mundo nuevo.

La tensión política se monta también en semánticas que resuenan a teorías sociales recurrentes, que sirven más para orientar la posición dentro del conflicto gobierno-oposición, que para ser precisas o reveladoras en sus explicaciones. Con el Covid en la mano y sosteniéndolo muy fuerte, se señala la desigualdad del mundo citando a Thomas Piketty y enjuiciando a quien protesta contra la cuarentena como la personalización de un eje ideológico de derecha antiestatal e individualista. Quien lo hace personaliza a su vez la opción opuesta, solicitando la demanda de un Estado presente que logre imponerse como dominación sobre los mercados descontrolados y con una visión confiable en los ciudadanos cuando votan a su favor, y otra de mínima esperanza cuando se los enjaula para que no contagien a otros como ellos. Así, igual que los recursos obvios de la publicidad, la política, sus partidarios y analistas cercanos, producen conceptos muy resonantes en la forma en que tradicionalmente se constituyen las batallas entre esos dos grandes bloques. La fábula de un kirchnerismo comunista no es nueva, tampoco la desesperación por encontrar los enemigos en el imperialismo.

Quienes hacen su ingreso reciente en la batalla política se ven sorprendidos por las tensiones a las que son arrojados producto de ese mismo ingreso. Esas tensiones forman parte de las operaciones comunicacionales básicas del sistema político, y quien se sumerja en sus aguas intensas descubrirá que allí la ciencia solo servirá como coadyuvante del poder, ya que será utilizada como argumento para permitirle, a quien gobierna, la toma de una decisión basada en algún argumento externo. Sobre esa decisión, la oposición hará cuestionamientos y el gobierno la defenderá, como ocurre con casi todas las decisiones de un gobierno, y someterá a esa misma lucha a quien se ofrezca como vector de ideas en alguna de esas direcciones. Si un infectólogo celebra que un presidente coloque la salud por encima de la economía, y lo anuncia en los medios de comunicación, inmediatamente pasará a estar del lado del código que corresponde a quien fue electo (gobierno) y lo hará por medio de una intervención política, ya que no existe en el mundo de la medicina o la biología, un descubrimiento de derecha o izquierda, sino solo algo que sea clasificable como verdadero o no verdadero. Quien decide por gusto visitar el universo de las opiniones sobre política pública, deberá atenerse a sus consecuencias, sobre las cuales tampoco hay demasiada novedad.

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Los argumentos mutantes de que las pymes que cerraban con el macrismo eran un crimen económico, mientras las que cierran ahora son política de Estado presente expresan el impacto que tiene en la construcción de argumentos cambiar de roles en el sistema político. Si bien hay continuidad en ambas gestiones sobre esa misma dirección (las dos generan condiciones que hacen casi imposible la vida empresarial), lo atractivo es el modo en que incluso en medio de un mundo casi detenido, el sistema político continúa lanzado en la sobrevivencia de su alimento predilecto basado en el conflicto, en la obligación de tomar decisiones y en construir recurrentemente argumentos que le den sentido a lo que ocurre, en un mundo sobre el que no tiene control, pero del que cree que domina y orienta.

Las apariciones de Bullrich y Prat Gay personifican la expansión de la discusión cubriendo el rol que los analistas oficialistas esperan. En ambos casos se resalta la importancia de la economía (porque para la vida están el Gobierno y Pedro Cahn) y todos los cuestionamientos posibles, incluyendo a Larreta, representando perfectamente todo lo opuesto a lo que dice el Gobierno. La aparición tardía, pero que finalmente sucede, viene a terminar de conformar esa forma con dos lados de los que apoyan y los que están en contra. En medio de la brutal pandemia, en el día a día de la espera por el mundo nuevo y sin normalidad, el sistema político termina de componer su estructura clásica y conocida, que Patricia Bullrich y Prat Gay llenan por estos días, también de lugares comunes de la oposición.

Si algo realmente interesante, en términos de cambio, produciría la cuarentena, es en lo que la sociología denomina como las interacciones, en las relaciones directas entre personas. Desde la exposición diaria y constante de las mujeres con sus agresores, las convivencias familiares de tiempo completo, una mayor visibilización para los hombres del real trabajo doméstico y la demanda escolar y de trabajo en simultáneo, están produciendo cotidianidades que desafían el conocimiento de una normalidad previa sobre la que se conocerán sus resultados en algún tiempo. Las rupturas de cuarentena, la huida a la calle con cualquier excusa, podría ser leída también como la búsqueda desesperada de regresar también para esos casos a los lugares comunes de la vida cotidiana que muestran que ser normal y ordinario, al final, era lo mejor que te podía pasar en la vida.

 

*Sociólogo.