Los dichos de Tolosa Paz en una conversación propia de A la cama con Moria nos dejaron pensando. No porque convenga atribuirles una intención estratégica. Se trata de una pelotudez más de las tantas desencadenadas por la compulsión al habla desenfrenada de la campaña electoral. Es como decir “en Argentina se garcha bien”. Por supuesto, los colombianos están en su derecho de pensar lo mismo. Los demócratas americanos, también, tanto como los alemanes o los españoles.
La identificación política entre el garchar y una comunidad más o menos organizada (la nación o el partido) es un poco endeble por donde se la mire. Sabido es que a la hora del garche lo mejor es no enredarse en interrogatorios ideológicos que pueden transformar la promesa de goce en una pesadilla. El garchador compulsivo o serial, ¿es más o es menos peronista? El diputado Juan Emilio Ameri, que no pudo resistirse a la lactancia en plena sesión parlamentaria, ¿sería el epítome de la doctrina sexual peronista?
Todo cambia puesto en función del garche y el goce. La sexta verdad, “para un peronista no hay nada mejor que otro peronista”, ¿debe entenderse ahora como una línea necesaria para las páginas de contactos sexuales? Y que se trate de dos entidades masculinas, ¿supone una celebración de la angosta vía, una garchestolenda indiferente a la distribución genérica?
La séptima verdad reza que “ningún peronista debe sentirse más de lo que es ni menos de lo que debe ser”. El sentirse más desemboca en la conversión en oligarca. ¿En qué se diferencia la garchestolenda peronista de la oligarca? ¿Debemos seguir censurando la iniciación sexual de los jóvenes oligarcas con las asistentes domésticas de sus familias o deberíamos considerar ese servicio como un aporte a la peronización social? ¿La obsesión de la señora Fernández por el consumo interno intenta transformar la garchestolenda peronista en una herramienta de desarrollo económico?
¿El “Gobernar es poblar” de Alberdi y el “Hay que poblar la Patagonia” deberían entenderse como una incitación a la púdica reproducción o a la garchestolenda? Ahora tengo mis dudas. Las políticas migratorias de finales del siglo XIX y comienzos del XX deberían analizarse teniendo en cuenta este rasgo puesto en primer plano por la candidata. A lo mejor nuestros próceres ya sabían que acá importa más el mero garchar que sus consecuencias demográficas (la garchestolenda es un puro presente, sin futuro). Dado que el territorio argentino es tan vasto y sus habitantes tan reacios a la multiplicación, mejor es importar mano de obra y consumidores, se habrán dicho los fundadores de la patria.
Ahora se entiende mucho mejor la obsesión de Raffaella Carrà: “Para hacer bien el amor hay que venir al Sur”. Ese Sur mítico sería la mezcla exacta de garchestolenda napolitana y peronista.