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Humor absurdo

Breviarios de Información Literaria es una de las colecciones más extraordinarias de libros de humor e ironía.

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Leí el otro día este chiste en la página 2 de Clarín, en el que tres personas dicen: “Ultimo momento/ Cristina Fernández explica cómo funciona el coronavirus en la Argentina/ Yo soy la Corona, y Alberto vendría a ser el virus”. Jua, jua, jua, ¡Me río sin parar! A mí se me acaba de ocurrir otro chiste que seguramente los machos jefes del diario van a disfrutar, por eso se los cedo gratis: “Alberto y Cristina tienen muy buena reputación/ Sí, pero Alberto es re/ ¿Y Cristina?/ Putación”. Ju, ju, ji, ¡Qué divertido el humor de Clarín. En verdad, el diario tiene muchos humoristas. Mi favorito es Daniel Santoro. ¿El de ustedes? Bueno, bueno, paren… no me quemen el mail, ya sé que hay decenas… Mejor cambio de tema. O en todo caso, me mantengo en torno al asunto, en este caso a El humor absurdo. Antología ilustrada (Editorial Brújula, colección Breviarios de Información Literaria, Buenos Aires, 1967, selección y notas de Eduardo Stilman). Es un volumen que reúne textos humorísticos de Rabelais, Apollinaire, Mark Twain, Edward Lear, Lewis Carroll, Macedonio Fernández, entre muchos otros, e ilustraciones de Max Ernst, Picabia y varios más. Hermoso libro que compré hace al menos veinte años y con el que cometí el peor de los pecados: lo presté (hace también muchos años). Por supuesto que nunca me fue devuelto, así que tardé hasta volver a encontrarlo, hace unos meses, en el lugar menos pensado: un puestito de libros usados en la calle, apoyados en el piso sobre una manta (donde todos los libros eran malísimos) en la avenida Paulista, en San Pablo. Además de ser el único libro bueno, era el único en castellano. ¿Cómo habría llegado hasta ahí? ¿Pertenecería a la biblioteca de alguno de los argentinos que en los 70 se exiliaron en Brasil? Conozco a varios, como Perlongher, Horacio González, León Ferrari. Me puse a hablar con el vendedor, pero no tenía ni idea (tampoco tenía idea de lo que estaba vendiendo). Como sea, lo releí de un tirón con el mismo placer que la primera vez (algo más: Breviarios de Información Literaria es una de las colecciones más extraordinarias de libros de humor e ironía –publicó libros de Swift, Schwob, Gómez de la Serna y muchos más– a la que bien habría que dedicarle un capítulo en alguna futura historia de la edición argentina).

El humor absurdo abre con una breve y magnífica introducción de Stilman (“El humorismo absurdo no actúa solo como corrosivo; es, al mismo tiempo, un protector de la razón contra las andanzas del sinsentido), y luego avanza en los textos seleccionados. Reparo en uno de André Breton llamado “Para dejarse aburrir en compañía”: “Es muy difícil. Trata de no estar en casa para nadie y, a veces, aunque ninguno haya quebrantado la consigna, interrumpiéndote en plena actividad surrealista y cruzándote de brazos, contesta: ‘Tanto da; quizás haya algo mejor que hacer o que no hacer. El interés de la vida se mantiene. ¡Simplicidad, lo que me está pasando todavía me fastidia!’ o cualquier otra indignante trivialidad”. Y también en “La lógica”, de Jean Tardieu: “Cuando usted ‘supone resuelto el problema’, ¿por qué continúa pues la demostración? ¿No sería mejor que se fuera a dormir? Encuentre en qué estriba el vicio de construcción del siguiente silogismo: ‘Mortal era Sócrates. Ahora bien, yo soy parisino. Luego, todos los pájaros cantan’”.