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Inflación psicológica

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Entrevista. El presidente Alberto Fernández durante el reportaje que le realizaron en Radio 10. | cedoc

“Hay muchas causas que están generando esto (inflación); una es la especulación de que pueda haber una devaluación, que el dólar blue sube, el ‘por las dudas, aumentamos’, eso por lo que muchos me criticaron y yo llamaba inflación autoconstruida, inflación psicológica, es precisamente eso, que no está en el consumidor, está en el pequeño comerciante”. Mientras Alberto Fernández decía lo anterior ayer a la mañana en la entrevista que le realizaba Radio 10 en Olivos, yo estaba transmitiendo en vivo en el estudio de Radio Perfil/Net Tv y escuchaba los comentarios de la producción duramente críticos a lo que venía diciendo el Presidente. “¡Cómo va a decir que la inflación es psicológica!”, era la síntesis indignada de quienes horas después se enterarían de que la inflación no era del 7,8% como se esperaba, sino del 8,4%. 

Y recordaba el título del canónico libro del padre de teoría de la comunicación moderna, Marshal McLuhan: The medium is the message adaptado como vulgata a “el emisor es el mensaje”. Siempre el contenido de un mensaje tiene distinto significado dependiendo quién sea el emisor, y probablemente la relación de Alberto Fernández con la sociedad en lo que hace a la inflación esté en un punto en el que cualquier oración que construya irrite. Claro que hay un componente psicológico en la inflación; la indexación es artífice de la “inflación autoconstruida”, y por eso en los planes antiinflacionarios se la prohíbe. Que irrite que lo diga un presidente que no logra vencer esa inercia no nos debe impedir hacer un balance de la historia reciente de la inflación, porque sin un diagnóstico serio, el remedio tampoco lo será.

Primero, sí, hay inflación psicológica y autoconstruida cuando las condiciones de posibilidad la generan, y la responsabilidad de los gobiernos es la de no crear esas condiciones. La economía está continuamente atravesada por la psicología al punto haber ramas enteras de economía conductista y dos premios Nobel de Economía fueron concedidos a psicólogos: en 1979 a Herbert Simon, por sus trabajos sobre racionalidad limitada, y en 2002  a Daniel Kahneman, por su teoría de la prospección. La psicología de la economía es un tema de primer orden, y por eso el mismo plan económico no da el mismo resultado en distintos países ni en el mismo país en distintas épocas con diferentes subjetividades.

La economía se hace de expectativas; el Gobierno gozó de las sobrexpectativas que generó Sergio Massa al asumir, y la psicología de los agentes económicos le jugó a favor bajando rápidamente la inflación mensual de mediados de año del 7% mensual al 4,9% en la primavera pasada y le juega en contra en este otoño, cuando la emergencia de la sequía cambia por completo las expectativas a negativas. En la edición de sábado y domingo de PERFIL se dedican los dos reportajes largos a dos defensores del modelo económico del Gobierno: al presidente de la Comisión de Presupuesto, Carlos Heller, de quien se hizo famosa su apuesta por un lechón (metáfora ruralizada) al economista Luciano Laspina de que no se alcanzaría el 100% de inflación que este vaticinaba. Y el reportaje de mañana al economista de mayor confianza de Alberto Fernández y su ministro de Producción durante la mayor parte de su presidencia, Matías Kulfas. Un práctico de la microeconomía cotidiana y un académico explicando y defendiendo el modo económico del Gobierno que hasta se los podría tomar a modo de réquiem útil para comprender en qué se falló y qué hay que corregir. Y la semana próxima continuaremos el mismo debate con uno de los economistas heterodoxos más destacados del mundo, el coreano Ha-Joon Chang, durante décadas profesor de la Universidad de Cambridge.

En la conversación, casi más que reportaje con Carlos Heller, se puede comprender de forma sencilla el núcleo del problema y error de análisis del Gobierno en el ataque a la inflación. Casualmente, la falta de comprensión de la psicología de la inflación y de cómo la economía afecta a la conducta humana (emociones) y cómo esa conducta afecta a la vez a la economía. Lo que desde una perspectiva se puede llamar especulación o dólar ilegal, desde otra es el mecanismo de defensa natural de cualquier persona y la necesidad de acceder a un mercado de cambio libre. Como dijo cándidamente el penúltimo ministro de Economía de Raúl Alfonsín previo a la hiperinflación, el entrañable Juan Carlos Pugliese: “Les hablé con el corazón y me responden con el bolsillo”. Al igual que Sergio Massa, Pugliese había sido presidente de la Cámara de Diputados antes de ocupar efímeramente (solo 55 días) el cargo de ministro de Economía, pero está lejos Massa de compartir cualquier rasgo de aquella ingenuidad radical.

Tras las declaraciones de Alberto Fernández en Radio 10, me tocó entrevistar en vivo al economista Rodolfo Santángelo, quien comparte con su socio Carlos Melconian claridad, didactismo y frontalidad. Aproveché a pedirle que cuantificara el agregado de inflación que genera la sequía y no estaba en los planes en agosto del año pasado, luego cuánta inflación había agregado la invasión rusa a Ucrania y cuánta la pandemia. 

Venía a cuento porque en el mismo reportaje citado, Alberto Fernández, abusando de la aritmética, dijo que la guerra había hecho multiplicar la inflación en España por seis: del 2% al 12% anual, en Chile y Estados Unidos por cinco, mientras que en Argentina por dos: del 50% al 100% (recibió de Macri el 53% anual). Obviamente, no es lo mismo duplicar de cinco que de cincuenta, pero con honestidad intelectual valía reconocer que hubo una inflación agregada por esos tres eventos extraordinarios. 

Santángelo conjeturó que la guerra solo sumó un 10% de inflación, que la sequía y la pandemia mucho más, por ejemplo, alrededor del 20% cada una, con lo que –también abusando de la aritmética– se podría sumar  50 de Macri, más 20 de la pandemia, 10 de la guerra y 20 de la sequía, llegar al 100. La diferencia, como bien remarcaba Santángelo, es que en los demás países la inflación agregada por la pandemia y la guerra sucedió en 2021 y en 2022, pero está bajando en 2023, mientras que en Argentina sigue creciendo y, además, a los gobiernos se los vota para que resuelvan los problemas y no para que los expliquen.

Nuevamente, volvemos a la psicología de la indexación: en los países que no había la práctica de indexar, pasar del 2% al 10% de inflación en un año no alcanza a construir y cristalizar el hábito indexatorio, mientras que un país que ya venía con más del cincuenta por ciento de inflación la inercia ya es automática. Esto, sumado al lógico efecto que genera en los actores económicos percibir como más probable un triunfo de la oposición que propone unificar el mercado cambiario, anticipando entonces el precio de dólar “ilegal” para Heller como futuro dólar oficial de importación.

En síntesis, no hay malos y buenos; la mayoría de las  personas se comporta en función de los contextos. Ha-Joon Chang, en su libro Economics: The User’s Guide, sostuvo: “Necesitamos incluso entender la economía no solo desde un punto de vista económico, sino también desde un punto de vista político, social y psicológico”. Los mismos argentinos que actúan en el extranjero se comportan de manera diferente.