Hace tres semanas (o años) publiqué aquí la columna “La encerrona”. La columna encontró eco en el manifiesto “Hacia un gran pacto ecosocial y económico”, que cuenta ya con cientos de adhesiones (y luego en una reciente declaración de la Cepal).
Los puntos principales de ese documento se resumen en: “1. Ingreso Ciudadano Universal, 2. Reforma tributaria progresiva, 3. Suspensión del pago de la deuda externa, 4. Sistema Nacional Público de Cuidados, 5. Transición socio-ecológica radical”. Los títulos son tan claros y justos que casi no hace falta explicar su dependencia respecto del bien común.
Para evaluar las consecuencias despliego algunas implicancias del primer punto. ¿Se imaginan la seguridad que brindaría un Ingreso Ciudadano Universal? Las personas no deberían necesariamente abandonar su lugar de nacimiento, lo que permitiría una cierta mitigación del efecto devastador de las migraciones masivas hacia los grandes conglomerados. La planificación urbana, y también la económica y la educativa, podrían entrar en una fase de superación de los actuales desequilibrios. Las políticas habitacionales descentralizadas liberarían territorios en las ciudades que podrían disponerse para chacras urbanas, como reservas naturales o las dos cosas.
Evitar el hacinamiento, mejorar los sistemas de transporte, distribuir de tal modo las industrias (cada vez más automatizadas), los sistemas escolares y de salud para mejorar la calidad de vida: todo eso depende de un Ingreso Ciudadano Universal.