COLUMNISTAS
crisis de fin de ciclo

Kirchnerismo, debates y cultura

La socióloga coincide con Beatriz Sarlo en que el pluralismo prometido por Ricardo Forster para su flamante secretaría no fue norma en la década kirchnerista, marcada por el “clientelismo cultural” y la falta de debate.

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En tiempos en los que la idea misma de “fin de régimen” parece asociarse nuevamente con la noción de “Crisis”, así, con mayúsculas, son numerosos los frentes de conflicto que recorren el gobierno nacional y expresan el desacople cada vez mayor entre discurso y realidad. No sólo se trata de un desacople o separación que afecta la gestión económica y política, sino también la esfera de la cultura. Y es a esto último a lo que quisiera referirme.
Voy a hacerlo a través de dos hechos que han tenido gran visibilidad mediática: el primero está relacionado con la idea de promover el debate, alentado por el filósofo Ricardo Forster, titular de la naciente Secretaría de Coordinación Estratégica para el Pensamiento Nacional; el segundo, con los eventos culturales internacionales (salones, ferias del libro) y sus listas discrecionales.
Entre nos. La Secretaría de Coordinación Estratégica del Pensamiento Nacional ha sido objeto de numerosas críticas. No vamos a abundar en ellas, pero sí detenernos en la promesa de pluralismo y debate que lanzó su titular desde los medios hace unos días.
En todos estos años, el kirchnerismo estuvo lejos de abrir los espacios estatales a la diversidad de voces y posiciones.
Coincidimos con Beatriz Sarlo en que lugares como la Biblioteca Nacional son la excepción, agregando a ello el periférico Centro Cultural Haroldo Conti y los programas de Radio Nacional conducidos por el periodista Eduardo Anguita.
Sin embargo, la regla general del funcionariado kirchnerista no ha sido precisamente promover el debate sino reducir al mínimo la participación de la crítica
en los espacios públicos y estatales (tan al mínimo que, cuando se reciben invitaciones desde el oficialismo, luego de 2008, ¡da siempre para sospechar!).
Otra regla ha sido eludir el debate abierto en espacios plurales con aquellos que presentan posiciones antagónicas o que cuestionan la política del kirchnerismo. Esta endogamia alcanza a espacios oficialistas como Carta Abierta, algo que desde los sectores intelectuales del Frente de Izquierda de los Trabajadores, el Club Político o Plataforma 2012 (colectivo que integro) se ha intentado no reproducir, invitando voces diferentes a participar de mesas redondas o paneles de discusión.
Esto no significa que haya que despreciar la promesa de pluralismo que propone Ricardo Forster desde la secretaría de nombre infortunado. Pero no deja de sorprender que en una gestión que ha buscado alimentar el clima del “entre nos”, hoy se hable de invitar a intelectuales críticos del oficialismo a debatir. Si ésta es la intención de Forster, quien afirmó en un reciente reportaje que desde su secretaría invitaría a algunos intelectuales críticos del oficialismo –entre los cuales estoy incluida– bienvenido sea, siempre y cuando se trate de cuestiones relevantes.

Clientelismo cultural. El segundo punto está relacionado con el carácter discrecional en la elección de los invitados argentinos a ferias y salones literarios internacionales. El tema cobró notoriedad mediática en abril de este año a raíz del Salón del Libro de
París, donde el país invitado era Argentina. La lista excluyó nombres importantes de la cultura de nuestro país: escritores de la talla de
Marcelo Cohen o Alan Pauls (por nombrar sólo algunos) o una reconocida ensayista como Beatriz Sarlo quedaron fuera de la misma, mientras que se priorizó a periodistas y ensayistas cuyo mérito mayor es formar parte de la maquinaria mediática-cultural del oficialismo. Incluso la prensa francesa se manifestó sorprendida por el carácter tan político de la delegación. Y queda claro que compete al gobierno nacional (a través de sus organismos responsables: Educación, Cultura, Relaciones Exteriores) la elaboración de esas listas.
En realidad, la política de seducción y cooptación –potenciada por la polarización y las fracturas internas de los últimos años– se convirtió en la regla de oro del kirchnerismo respecto de artistas, intelectuales y periodistas: viajes al exterior,
conciertos, nombramientos, subsidios forman parte de la lista con la cual el oficialismo ha ido retribuyendo las diversas figuras de la lealtad, tan centrales en la estrategia de legitimación del Gobierno, así como en la consolidación de su alianza con ciertos sectores medios.
El resultado es que, en una situación que muchas veces mezcla genuina convicción con clientelismo cultural, no son pocos los artistas e intelectuales que han naturalizado la relación con el poder, luego de casi 11 años de gestión, y les resulta imposible reflexionar o pensar críticamente sobre el carácter discrecional de estas decisiones.
Así, muy posiblemente lo ocurrido con el Salón del Libro de París sucede desde hace tiempo, aun si sólo saltó a la luz en el último año. Se trate de una feria del libro en Perú o en Brasil o de un evento cultural en Madrid, las invitaciones oficiales tienen como destinatarios principales a “intelectuales orgánicos” del kirchnerismo, muchos de los cuales forman parte del elenco o funcionariado nacional. Digo bien “destinatarios principales”, lo cual no quiere decir “únicos”, pues en esa lista también se mezclan algunos intelectuales o escritores reconocidos, pero que en rigor no pertenecen al connotado campo de la crítica al
oficialismo.
Al parecer, esto sucederá también en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, en diciembre de este año. Hablamos de la feria más importante de América Latina, que incluye una variedad de mesas y actividades y que este año tiene como invitado de honor a la Argentina.
Como muestra de lo que puede ocurrir, vale el siguiente caso. Hace unos días recibimos en el correo de Plataforma 2012 un mensaje de una especialista en Etica Ambiental, quien nos advertía que uno de los eventos de la Feria de Guadalajara es el Banquete de Filosofía, en el cual se elige un tema de debate. La temática en cuestión es la filosofía ambiental. La especialista, que pidió reserva sobre su identidad, cuenta: “Se sugirió mi nombre en tanto investigadora en ética ambiental y filosofía política, envié mi CV. El rector –de la
Universidad de Guadalajara– se puso en contacto conmigo de inmediato manifestando su interés en mi participación. Agregó que iniciarían conversaciones con el gobierno argentino. Esto último
me preocupó. Lamentablemente mis temores estaban justificados”.
Me permito transcribir un párrafo de la carta enviada por el rector a dicha especialista y a una segunda, a quien no conozco. La carta dice: “Les escribo para reiterarles nuestro interés en que sean ustedes quienes participen en el Banquete de Filosofía en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, donde el tema central será la
filosofía ambiental. Sin embargo, les comento que se nos ha atravesado un inconveniente que buscaremos la manera de resolverlo. Les cuento: el Ministerio de
Educación de Argentina ha propuesto a otros filósofos para que participen, sin embargo, al conocer su propuesta y sus perfiles profesionales, nos damos cuenta de que es totalmente diferente al tema de filosofía ambiental que desde hace más de dos meses presentamos y venimos trabajando. Por otra parte, nos hacen saber que el Ministerio de Educación apoyará sólo las propuestas que ellos hacen”.
Cierre y endogamia. La problemática ambiental no sólo es de una enorme gravedad, presente y futura, para nuestro país, sino uno de los puntos ciegos que atraviesa el corazón del progresismo kirchnerista (las resistencias sociales al avance de la megaminería, los efectos sociosanitarios de la sojización, entre otros), que ha tenido grandes dificultades para construir un discurso “nacional y popular” sobre estas cuestiones (a excepción de su defensa del fracking, donde se evitó e incluso se buscó ridiculizar la problemática ambiental en nombre de la soberanía hidrocarburífera).
De modo que no sorprendería que en la Feria de Guadalajara el Gobierno repita no sólo la lista del Salón de
París, sino que además envíe algunos comisionados intelectuales a hablar de lo bueno de la democracia kirchnerista y su denodada defensa del
ambiente…
Para cerrar, digamos que en la relación entre kirchnerismo y cultura lo que ha primado no es el debate pluralista sino la tendencia al cierre, a la endogamia, en fin, vicios y problemas típicos de la naturalización del poder.
Sin embargo, lo cortés no quita lo valiente, pues la apelación al pluralismo que hoy viene de la mano de Forster, aunque insuficiente y tardía, suerte de premio consuelo propio de un “fin de régimen”, promete una apertura, imprescindible en cualquier contexto y a la que los intelectuales críticos nunca nos hemos negado.

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*Socióloga y escritora.