Tiempo tormentoso, cielo negro. Inesperado fenómeno de violencia en la cancha de Gimnasia de Esgrima de La Plata. Nadie pensaba que una crisis en el Gobierno -en dos, hay que incluir al provincial- se iba a desatar por un partido de fútbol. Ni que fuera una batalla como en dos países centroamericanos (Honduras y El Salvador). En todo caso, los índices de inflación, pobreza o caída salarial podían provocar rebeliones sociales, económicas, nunca el ingreso popular a un estadio. Error de los teóricos de la revolución.
Tiempo tormentoso, cielo negro, canción en el Cotton Club donde la gente de color se impuso más por la música que por la palabra. Son muchos los medios para alcanzar la igualdad, se demuestra en Irán, con las mujeres desobedientes o la penetración cultural de Occidente con la TV y el deporte. Desvaríos aparte, lo de La Plata abre un panorama aún más incierto para la tranquilidad ciudadana, constituida en la protesta y en la escasa voluntad para neutralizarla.
Singularmente, en unos pocos días, el área de seguridad argentina exhibió registros de descomposición: del incendio en Villa Mascardi de un puesto de Gendarmería (insólitamente no defendido por sus responsables), al escándalo con fuerzas especiales por la detención en el sur de unas mujeres y niños declaradas mapuches, refriegas con los hinchas de Talleres de Córdoba, los crímenes en Rosario, más desórdenes callejeros en el Chaco.
Ningún episodio por plata o reivindicación económica: mala praxis en general de la autoridad. Sin clasificar habría que incluir el atentado chapucero a Cristina -le intentaron disparar a l5 centímetros de la cara- que reveló controles más chapuceros aún, reconociendo en ese precario combo la intervención de expertos que extraviaron la memoria de un celular. Como si fuera adrede.
Nadie sabe si en esa área específica, mal preparada, habrá cambios mañana. Por ahora, dos que salen navegaban en el auxilio básico a los pobres (Juan Zabaleta) y en el ascenso público del género femenino (Elizabeth Gómez Alcorta). Si también parte el ministro de Trabajo, Claudio Moroni, el Presidente tendrá lista su mudita. No le queda ni el loro. Y durante la semana que pasó, como agregado estético, Sergio Massa presentó una conferencia casi en cadena como si él ocupara el sillón de Rivadavia. Por no mencionar el poder oculto e inestable de la Vice. AF acosado por dos flancos.
Se olfatea el mal olor en ese rubro de Seguridad, con un ministro nacional que parece no tener una idishe mama: afirma que fueron impecables sus operativos combinados en Villa Mascardi para desplazar una cuarentena de revoltosos por realizarse sin armas letales (si hubieran querido detener a los hombres denominados mapuches podían haber ocupado el predio de noche, con simples visores nocturnos: propuesta descartada a una autoridad de Bariloche).
Que lo de Berni y Aníbal F no tape la carga del kirchnerismo sobre Economía
La permisiva madre de Aníbal Fernández también alcanza a su colega bonaerense Sergio Berni, quien sin conocer siquiera la naturaleza de lo que ocurría en La Plata, declaró: “No soy responsable de lo que ocurre”. Debe ser porque no le gusta el fútbol, practicó solo rugby. Insalvable igual: lo destruye esa pasión por ser más policía que ministro, debilidad reconocida en los dirigentes partidarios para aparecer en los medios. Como en alguna medida se recuerda la fallida participación de Daniel Scioli para recuperar el cuerpo de una niña asesinada, Candela, una suerte de epitafio político.
No parece que el acontecimiento de la cancha de fútbol le facilite a Berni la candidatura a vicegobernador junto a Axel Kicillof, quien a propósito del gaseado, los heridos y las balas de goma -además del muerto- pareció borrarse como Casildo Herreras, con menos justificativo inclusive (nadie pensaba secuestrarlo ni encarcelarlo). Aunque es un vecino del estadio, todavía no se sabe dónde encontrarlo, salvo que procedió levantando las manos como los futbolistas luego de una patada: le endosó la responsabilidad de los episodios a la policía bonaerense. A su policía. Por las graves consecuencias y el temor de sus miembros ante la avalancha de hinchas que deseaban ingresar, no porque los responsables del cuerpo y el área debían saber que 300 agentes, bien o mal capacitados, eran insuficientes para un gentío que pretendía ver a su equipo con posibilidades de campeonar.
Alberto parece ajeno a estos acontecimientos de inseguridad y su hombre, Aníbal, se ha pertrechado atrás de Cristina a pesar de ser cuestionado por La Cámpora y el reaparecido Máximo, instituto y hombre al que el oriundo de Quilmes le ha propinado más de un sosiégate oral.
Hasta anoche, el mandatario desarrollaba acrósticos con diversos nombres para los reemplazos ya asegurados: figuraba la segunda de Gómez Alcorta como sucesora en el ministerio femenino, Marita Perceval, una senadora mendocina que alguna vez pudo ocupar la responsabilidad en Defensa y luego fue premiada con un cargo en Naciones Unidas por obra y gracia de Cristina. Sobre sus gastos en el exterior y su conducta en el rubro, Javier Milei podría construir un prontuario interesante. Cuesta saber si es una réplica de Carla Vizotti en su traición a Ginés González García o reafirmará esa rara conducta de la dimitente, quien se preocupaba más por Jonás Huala o Milagros Sala que por las mujeres tapiadas por religiosos intolerantes. Y eso que la colocaron en el mercado como proletaria e internacional.
El otro en situación de retiro, Zabaleta, le guarda ese cargo ministerial dedicado a los pobres a un ubicuo hombre de Massa, Ariel Sujarchuk, quien por haber pasado por Harvard parece con capacidades ilimitadas para cualquier responsabilidad.
Para el Ministro de Economía, disponer de una figura de su cercanía en ese ministerio dadivoso resulta clave: quiere controlar los planes y también el de sus cabecillas en organizaciones cada vez más prósperas y con aspiraciones sindicales en la CGT y quizás en las futuras elecciones. Gente de poder. A la que, por lo menos, le habrá de comentar que en un país no precisamente liberal como Bolivia, casi sin inflación y con fuerte control monetario de su banco central, no existen los planes sociales, ni se les ocurre implementarlos. Y eso que el tema de la pobreza es discutible en el Altiplano. A ver si entre todos encuentran una variante para que ese instrumento no se vuelva parasitario y burocrático. Difícil misión.
Massa, quien viaja otra vez a los Estados Unidos en búsqueda de ayuda, ya advirtió sobre la posibilidad de retirarse de su función si lo presionan demasiado. Su vocación política dispone de un límite. Como si ya hubiera hecho lo suficiente o no le permitieran hacer lo suficiente.
Ante esa situación enojosa, queda pendiente una duda: ¿Cristina le restó confianza en el Ministerio? ¿Descubrió con retraso las consecuencias de su política de ajuste? Son dos de las preguntas. Ella fue notificada de todos estos daños antes de que el ministro asumiera, era el precio para no caer al vacío. Tal vez entonces ni se dio cuenta, o se distrajo en otras pavadas, como en el momento que intentaron dispararle. Ni vio el cañón de la pistola. Igual que sus custodios.