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La agonía europea

Si lo que en esta época se retira es lo literario, es precisamente porque lo que rebalsa, lo que llena, es la literatura.

16-4-2023-Logo Perfil
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Hubo un tiempo en que la crítica se preguntaba si asistíamos a la época del retiro de la literatura. Hoy tal vez habría que preguntarse si asistimos a una proliferación de literatura sin precedentes. Pero se trata de una proli-feración de novelas bien escritas, correctas, inteligentes, con toques de vanguardismo y de “todos los temas de ahora” (el catálogo de Falabella de lo políticamente correcto). Novelas muy aceptables, es decir, totalmente huecas. Ese retiro y esta proliferación parecen estar íntimamente relacionadas bajo la premisa de dejar intacta a la sintaxis dominante. La literatura se retira o prolifera como puro envoltorio. Sobre la cuestión del retiro, recuerdo a Nancy y Lacoue-Labarthe pensando en términos de retiro de lo político: “La cuestión misma de lo político se retira y da paso a una suerte de obviedad de la política, a un ‘todo es político’ al cual nos sometemos de manera totalitaria”. Pero antes de avanzar hacia la literatura, es necesario remitirse a la distinción que, siguiendo a Carl Schmitt, Nancy y Lacoue-Labarthe realizan entre la política y lo político. Mientras el primer concepto alude a los mecanismos de administración del Estado (partidos, elecciones, decretos, propagandas), la segunda noción remite a una dimensión crítica, al abismo del pensamiento sobre el fundamento de lo social. Lo político va más allá de la política, o mejor dicho: va en contra de la política, es ante todo el momento de un fundar, incluso un fundar parcial y hasta fallido. La nuestra es la época en que lo político, como apertura, se retira. La literatura proliferante, con sus modos correctos y su ordenación en los anaqueles de novelas por temas, da cuenta también de este retiro de lo político. Es la literatura vuelta discurso administrativo del sentido común progresista de la época. 

Como una paradoja, la retirada y la proliferación llaman a las huellas, y las huellas a las ruinas: estamos ya en el te-rreno de la literatura. O mejor dicho: de lo literario. Porque si lo político es esa retirada, ese fundar crítico, su traducción entonces se vierte en la narración literaria: habría que establecer una distinción entre lo literario y la literatura. Si lo que en esta época se retira es lo literario, si su ausencia nos encandila, es precisamente porque lo que rebalsa, lo que llena, lo que colma es la literatura. Nuestro tiempo se vacía de lo literario y se atesta de literatura. Por donde vamos nos topamos con la literatura: es la escritura sin interés, la sintaxis sin atributos de la mayoría de las novelas del presente, la novedad que no renueva nada del mercado editorial. 

Pero la época del triunfo definitivo de la literatura es también la de la añoranza por la irrupción de lo literario. Todavía soñamos, deseamos con pensar a lo lite-rario como irrumpiendo en la literatura, interrumpiendo a la literatura, suspendiendo su valor de cambio (la literatura vuelta ante todo eso: valor de cambio en el mercado). Y cuando lo literario irrumpe, lo hace como acontecimiento, como singularidad, pero también como demora. Irrumpe como acontecimiento, pero de un modo fallido, incompleto, deseante: es la institución imaginaria de la literatura que nunca llega, que siempre se prorroga, que no vale nada, que salta de repetición en repetición volviendo novedad a la repetición, y actividad a la espera.

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