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La Atenas del Plata

Grecia Atenas 20230708
Grecia | Unsplash | Spencer Davis

Profilaxis, ética, helicóptero. Énfasis, metáfora, cosmos. Poesía, dialéctica, biografía. Son tantas las palabras griegas y los helenismos con los que vivimos con naturalidad que, cuando resulta que habitamos temporalmente esa lengua sin entender más que las palabras sueltas que hemos heredado de antiguos o modernos traductores, nos sorprende la cercalejanía tan paradójica que las lenguas establecen entre sí.

Estamos en Atenas, y somos un grupo numeroso de americanos hspanohablantes que participamos de un Congreso de Literatura, que ha comenzado con una extraordinaria presentación de Lina Meruane quien satiriza los vicios académicos y literarios de encuentros como éste, organizado por el Instituto Internacional de Literatura Iberoamericana.

Entre los argentinos circula la palabra crisis, desde ya. Nos preguntamos cómo un tan copioso contingente ha podido reunirse en Atenas, teniendo en cuenta la situación de nuestra economía. Aquí y allá surgen los financiamientos externos que pagaron los viajes.

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La noche del miércoles, una colega estadounidense pagó la cena de los becarios del Conicet que la acompañaban. Comentamos con cierto malestar la reticencia del actual gobierno a avanzar en el proyecto de integración entre la Unión Europea y el Mercosur que, entendemos, a todas nos beneficiaría. El canciller dice que no, y habla de asimetrías, pero no explica cuáles son y, mientras tanto, juega al gato y al ratón con los Estados Unidos y con China.

Desinteligencia natural

Lo cierto es que nosotras podríamos evaluar con cierta competencia esas asimetrías, si se tomaran el trabajo de exponerlas para nosotras.

Sobre todo, estando en Atenas, una ciudad muy en los márgenes de Europa, cuya temporalidad, contra toda presuposición, como nos recordó el presidente del IILI, el cordobés Fernando Degiovanni, es tan parecida a la nuestra. No hablamos, claro, de la Grecia o la Atenas clásica y escolar, sino de la política moderna (la independencia griega fue proclamada en 1822 y efectivamente establecida ocho años después). Grecia tuvo después su propia anarquía, sus golpes militares, su fascismo, sus guerras con los turcos, su guerra civil, sus propias tribulaciones con el FMI.

Atenas no parece una ciudad europea, sino una ciudad americana. Si no fuera por sus desniveles, su heterogeneidad arquitectónica se confundiría con la de Buenos Aires. Otro tanto podría decirse de su vivacidad.

Atenas fue el modelo de nuestros próceres y nuestros intelectuales (¡Argirópolis!) y es claro que la analogía no tuvo tanto en cuenta al Partenón o al Banquete platónico, sino a una ciudad cuyo modelo de civilización está en tensión con el Occidente, que es más bien Romano que Griego.

Hay algo irremediablemente exótico y oriental en Atenas, que es uno de los bordes trágicos de Europa. Ya el hecho de que las palabras que amamos se escriban en un alfabeto casi ilegible nos evita la ilusión de lo homogéneo.

Tal vez nos convenga recuperar la figura mitológica de la “Atenas del Plata”, con otros contenidos políticos: el borde indio de Europa, su pesadilla.