Lanzado en un plan de “ponele mediático a todo”, ahí va el Gobierno creyendo que se juega el futuro en las batallas simbólicas contra las corporaciones de la Justicia o Clarín cuando en realidad el principal desafío es económico y se lo plantea mi vieja. Ella es una de los 5 millones de personas que cuando termine agosto se habrán llevado 200 dólares cada una de las arcas del Banco Central.
Ya sea porque tienen miedo de que todo se detone por impericia de la gestión, ya sea porque temen que las internas que están explotando en estos días compliquen más las cosas, ya sea porque ven que la única forma de pelearle a la malaria es cambiando esos billetes a fin de mes en una cueva para llevarse unos mangos más, o ya sea porque pegarnos un palo es nuestro destino de siempre, a fin de mes se calcula que la gente habrá comprado más de US$ 4.000 millones solo desde que empezó la pandemia. Quedarán reservas para defender el peso, para pagar deudas e importaciones, menos de US$ 9 mil millones, a los que tal vez se pueda sumar la ejecución de los préstamos chinos, llamados swaps, por las dudas. Fondo de olla.
Por eso, lejos de las peleas épicas, la vicejefa de Gabinete, Cecilia Todesca, empezó a hablar de diferenciar entre los dólares que quedan en el banco de los que se van al colchón. Se prepara una baja en la alícuota del impuesto PAIS que hoy es del 30% para los que compren y dejen el ahorro en la cuenta. Lo consideran un “dólar productivo” que queda en el sistema y se puede prestar y además se computa en las reservas. También, el Presidente ya dio orden de intervenir vendiendo bonos en el mercado de contado con liquidación para tratar de achicar la brecha entre esa cotización que surge de comprar títulos y venderlos afuera, y hoy roza los $ 134, contra el oficial que se arrima lentamente a $ 78. Un buen momento para hacerlo sería la semana que viene y también la otra. Los bonos que se usan para esa manganeta entrarán en el proceso de canje y el poco volumen operado haría más sencilla la intervención. Bajar esa diferencia puede atenuar la expectativa de devaluación en el mercado financiero, aunque nadie sabe si eso bastará para convencer a mi vieja y sus 4.999.999 compañeros de homebanking.
Cinco millones de personas se llevaran a fines de agosto 200 dólares per cápita de las arcas del Banco Central de la República Argentina
Es increíble lo que en este contexto se duerme la siesta el Gobierno para dar alternativas power de inversión en moneda local. Un importante empresario contactó en estos días al Banco Nación, porque le quemaban millones de pesos en la caja de la empresa, pesos que usa por ejemplo para pagar importaciones, por lo que necesita cubrirse de un eventual salto del tipo de cambio. No podía usarlos para adelantar otras compras al exterior porque hay límites por la crisis. Entonces pidió hacer un plazo fijo atado al dólar, el promocionado “dollar linked”. No estaba disponible. Tuvo que hacer contado con liquidación. Más brecha. Teléfono para el jefe del Banco Central, Miguel Pesce.
Mildis. A todo esto, un sticker se popularizó esta semana con la cara del ministro de Desarrollo Productivo, Matías Kulfas. Lleva la frase “Te pido mil diskulfas”. Circuló por WhatsApp mientras era protagonista de una doble noticia. Le pidió la renuncia más cantada del mundo a Sergio Lanziani –que nunca había podido como secretario de Energía superar la impronta de creador del mate cocido con leche en polvo que mostraba cuando era candidato a intendente de Posadas– y al mismo tiempo perdió el control sobre esa área clave que ahora pasó a depender del ministro de Economía, Martín Guzmán.
Con la llegada al puesto del diputado neuquino Darío Martínez, los ojos estarán puestos en la continuidad o no de Juan José Carbajales, el subsecretario de Hidrocarburos con el que Kulfas apostaba a impulsar su sueño del “cluster productivo” atado al desarrollo del yacimiento de Vaca Muerta, como mostraba en sus charlas con empresarios hasta hace días.
Energía es un área tan delicada que durante el gobierno de Mauricio Macri vio pasar tres funcionarios en el cargo y ahora ya hubo dos. Puede generar o consumir dólares, incide en las tarifas para que haya inversiones y servicios públicos de calidad y eso va atado a gruesas partidas del presupuesto. Su traspaso en tan poco tiempo a la cartera que maneja la caja abre preguntas. ¿Habrá ahora solo una mirada del sector como un demandante de subsidios que hay que discutir con el Fondo Monetario Internacional? ¿Es un paso intermedio para que todo lo “productivo” lo maneje en un tiempo un Ministerio de Hidrocarburos? Gente de Alicia Kirchner había llegado a organismos clave como Yacyretá o Ieasa. Aníbal Fernández está en Yacimientos Carboníferos Río Turbio. Era raro que Kulfas retuviera Energía.
Cómo hacer para crecer parejo, sostenido, con empleo y riqueza bien distribuida debería ser el gran debate nacional
Si en su libro Los tres kirchnerismos, Kulfas había hecho un recorrido sobre aquellos 12 años de gestión, con arreglo de la deuda y crecimiento a tasas chinas al principio, distorsiones y crisis externa en el medio y restricciones de todo tipo para sostener el modelo al final, uno sobre “el cuarto kirchnerismo” hablaría hasta ahora de una versión concentrada de los tres anteriores. Ya hubo acuerdo con acreedores, hay flor de pandemia histórica y siguen los cepos y mantas cortas de ayer, hoy y siempre. Las tasas chinas te las debo, con toda la furia habrá rebote.
Y ahí está el tema, claro. Sin muchos pesos para inyectar, con el FMI monitoreando el gasto, haciendo malabares para que no se acaben los dólares y frente a un mundo que tira poco y encima en medio de un cambio tecnológico que deja girando en falso los modelos de desarrollo, cómo hacer para crecer parejo, sostenido, con empleo y riqueza bien distribuida debería ser el gran debate nacional.
Pero tenemos a los líderes en cualquiera. Alberto con Cristina agitan la reforma judicial en medio de una debacle nunca vista y encima le agregan cruces internos. Unos cuestionan que no aparece más la ministra de Justicia, Marcela Losardo. Otros salen a decir que se cortaron solos con el dictamen final que se tratará en el Senado. Y Mauricio Macri alienta movilizaciones que más allá de algún reclamo atendible incluyen proclamas delirantes, border Tea Party o Ku Klux Klan con horcas y modo no-seamos-Cuba. Todo encima sin contemplar el riesgo de contagio para los que marchan pero que no corre él que está en París, en el “animémonos y vayan” más grande de la historia.
¿A cuánto el dólar ahorro?