Por razones desconocidas al menos para el vulgo mortal, Mauricio Macri, la cabeza y columna del PRO, dinamitó la normal convivencia de un novel y moderno partido, acostumbrado a las armoniosas relaciones y a las decisiones consensuadas, al hacer público un respaldo que va en contra de sus propios postulados del no verticalismo.
Así, el no vertical Macri, el que no dedifica al candidato, demostró que en realidad las promocionadas PASO, son una especie de Frankenstein que amenaza con socavar su unipersonal liderazgo.
A su explicación inicial de por qué creía que Gabriela Michetti era mejor en un binomio presidencial y por qué Horacio Rodríguez Larreta, era mejor para la Jefatura porteña, lo siguió una inicial –y literal– jefatura de campaña del actual jefe de Gabinete, en sus ambiciones gubernativas locales.
Llama la atención tal posicionamiento, sobre todo porque no fue Michetti sino el colector de votos que una y otra vez Macri utilizó a su entera necesidad, y la de su partido. Y siempre con contundente éxito.
Macri no logró acceder al Gobierno porteño sino hasta el éxito eleccionario de 2007 en que hizo fórmula con Michetti, quien ya había debutado con el beneplácito porteño, ingresando por el voto popular a la Legislatura porteña en 2003.
Anteriormente, también intentó llegar a la Jefatura de Gobierno porteño, haciendo dupla con el ahora elegido Larreta. Pero sucumbió en segunda vuelta ante el luego depuesto Aníbal Ibarra. Y Larreta nunca fue acompañado por el voto popular. A tal punto lo entendió Macri, que evitó exponerlo en ententes decisorias, poniéndolo siempre en cargos políticos no electivos. Muchas veces la capacidad no es acompañada de carisma…
Claro que ello no ocurrió con Michetti. Acompañó a Macri en el exitoso 2007, accediendo a una subjefatura que luego abandonó, por pedido del mismo Macri, para colectar votos en las elecciones legislativas nacionales del 2009.
Luego se presentó a la senaduría por el distrito Capital en las elecciones 2013, obteniendo nuevamente una victoria en un cargo que le permite una permanencia hasta el 2019. Ergo, Michetti no sólo ostenta la misma antigüedad y participación en lo que al partido se refiere, sino que incluso mucha de la vigencia, permanencia y éxito del PRO se le debe a esta primera dama partidaria.
Más aún, los números enseñan que al respaldo inicial de Macri hacia Larreta, éste logró recuperar –también inicialmente– algo de la diferencia porcentual que tenía para con Michetti en las encuestas. Pero superada la bocanada inicial, nuevamente Michetti se ha empezado a despegar de su contendiente. Y he aquí lo más dramático: el costo inicial de tal posicionamiento, importó un amesetamiento de Macri en la intensión de voto: claramente un costo injustificable.
Entonces, ¿cuál es el fin, motivo u objetivo por el cual Macri supo enarbolar la bandera de Larreta para la Jefatura de la Ciudad? El justificativo interno nos es ajeno. No obstante, si podemos colegir alguna consecuencia lógica de la aparente estrategia ganar - ganar (de la escuela de Harvard) que, podría resultar lógico, persigue Macri, quien debe saber o intuir que los votos le pueden ser esquivos a su discípulo. Por eso, la exposición tal vez sea la única forma de correrlo cortésmente.
Ya no será Macri el candidato porteño, por lo que corre el riesgo de perder algunos de los votos personalistas. ¿Cómo minimiza este riesgo? Una interpretación no literal de la referida estrategia ganar - ganar, señala que apostando al candidato más débil (en primera vuelta, donde luego pueda revertir el apoyo al candidato supérstite, con anterioridad a las generales). Esto, porque muchos electores opositores verían con buenos ojos la “rebeldía” de Michetti, de la misma forma que muchos neutrales acompañarían la entereza de una candidata que persiguió sus sueños contra viento y marea, con lo cual, de vencer ella en primarias, es factible que los votos colectados sean aún superiores a los que podría recoger en ausencia de la pública desavenencia.
Y si gana Larreta, sería el refuerzo necesario a un candidato de por sí muy débil. Una prueba de fuego, a un costo realmente elevado.
Recordemos que más allá de la factibilidad, “si la política es el arte de lo posible, la investigación es sin duda el arte de lo soluble. Ambos son asuntos de mentalidad absolutamente práctica”. (Peter Medawar).
*Abogado.