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La foto infeliz

26-10-2020-Logo Perfil
. | CEDOC PERFIL

No es fácil ser torta de cumpleaños. Todos esperan de mí el cumplimiento de sus deseos. Según las edades, hay quienes desafían los vientos queriendo apagar todas sus velitas, otros anticipan mis divisiones, calculando el tamaño de su porción. No siempre llego entera a los festejos, hay dedos desaforados que se entretienen con mis frutillas, o prueban hundirse en el fondant, por su atractiva superficie. Como me dejan para el final, suelen estar esperándome, y me devoran con la glotonería de las festividades o incluso las ganas de irse. 

La pandemia me ha convertido en un escollo. No saben cómo trasladarme a un parque, de qué manera convidar por las pantallas del zoom, me eligen la más chica, total son tan pocos, como si hiciera falta reducirme para olvidarse de los que faltan… Hasta escamotean la crema por la insipidez del momento. No hay receta afectiva que restituya mi dulzura.

Últimamente se olvidan hasta de prepararme, ya no significo lo anhelado, más bien represento la imposibilidad de saborear, de compartir, el tiempo detenido, el no cumpleaños. Si al menos lo fuera en un sentido absurdo y generoso, como el famoso “feliz no cumpleaños” en la novela de Alicia. ¡Detrás del espejo me requerían casi todos los días! Imaginen cuántas tortas pueden hacerse si los festejos se realizan teniendo en cuenta el no cumpleaños… Así se lo dice Humpty Dumpty a Alicia: “Existen trescientos sesenta y cuatro días en los que podrías tener regalos de no cumpleaños”. Allí solo el día del cumpleaños es insignificante, como si el nacimiento fuera una excusa para festejar todos los otros días de la vida. Mis amigas las velas se agotan de tanto volver a encenderse. 

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Hoy ya ni siquiera se acuerdan de ponerlas, con suerte algún encendedor, un fósforo. Sería paradojal: uno de los mayores deseos en esta cuarentena es precisamente tener velitas para soplar con los amigos de siempre. En tiempos en los que se volatilizan los deseos, no hay nada que soplar. Salvo quienes se regodean del permiso de la impunidad. Hasta las levantan y las chupan frente a una audiencia indebida, sacándose fotos de una felicidad egoísta. Para ellos soy torta de muchas porciones, a puertas cerradas. Prefiero ni tenerlos en cuenta, a la espera del permiso y la posibilidad.

Ojalá pronto cambien los tiempos y me devuelvan los ojos que se exaltan con mis ingredientes y sobre todo aquellos que se miran en busca del calor, ya no del pálido fuego de una vela, sino del encuentro más humano, el de compartir.