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dólar agitado

La marea verde ataca de nuevo

La inestabilidad cambiaria tiene un impacto económico, sociológico y político. Y hace más difícil la gobernabilidad.

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¿Hepatitis?... No, dolaritis, Martín Guzmán. | Pablo Temes

Obsesión verde. Hace tiempo que venía circulando la preocupante información de la reducción progresiva de las reservas del Banco Central. Por este motivo venían barajando distintas alternativas para detener el flujo descendiente.

Alberto Fernández había advertido hace un tiempo que se estaba analizando la posibilidad de modificar el sistema del mercado de cambio, por eso no sorprendió el establecimiento del nuevo torniquete para quienes quieran adquirir los preciados 200 dólares, lo que no quiere decir que no haya causado enojo en la amplia clase media que encuentra ese lugar para defender el valor adquisitivo de sus ingresos.

Dicho esto, ¿qué alternativas tenía el equipo económico? La primera opción era directamente prohibir la compra de dólares en el mercado oficial por un tiempo determinado (o para siempre). Una decisión de esta naturaleza no cabe dudas que hubiese generado un terremoto político. La segunda posibilidad y la que tenía un mayor consenso entre los analistas económicos era desdoblar el mercado cambiario en un dólar comercial (para importaciones e importaciones) y otro financiero (para atesoramiento, gastos en el exterior, compras con tarjetas). Esta fórmula oficializaba el blue, pero iba a traer dos discusiones, de dónde irían a surgir los dólares para nutrir el mercado financiero, y cuál sería su cotización en vista de los pocos posibles oferentes. Si el dólar financiero se comenzaba a distanciar mucho, las presiones para la devaluación empezarían a crecer invariablemente. El camino que se eligió, de colocar otro impuesto deducible luego, pero incorporando dentro de los 200 dólares otros gastos realizados con tarjeta es un poco el peor de los mundos, porque implica una devaluación implícita de la moneda y también hizo disparar el paralelo. Además, con la demonización de ese mercado realizada por el presidente del Banco Central sobre que el blue es nutrido por narcotraficantes y desarmaderos se despidió de toda “oficialización” de ese mercado. Ya en las redes se habla irónicamente del dólar “Warnes”.  También sobrevuela una duda en conjunto con el valor del blue. Pero si (como está ocurriendo) nuevamente el paralelo se distancia mucho, quizás los cuatro o cinco millones de compradores mensuales lo vean conveniente a pesar del nuevo impuesto, todo es cuestión de perspectiva. Había una cuarta opción, probablemente ni considerada, que era declarar una nueva convertibilidad aprovechando el valor cercano a los 100 pesos. Por supuesto que para esto hay que tener capacidad para transformar toda la base monetaria al dólar. Esta política en los 90 logró neutralizar la inflación, pero con un costo social que en los días de Carlos Menem era invisible pero que estalló todo junto en diciembre de 2001.

Dólar político. La decisión de cerrar aún más la posibilidad de adquirir la moneda estadounidense encareciendo su valor sorprendió a propios y ajenos sobre todo para quienes observaron las declaraciones del ministro de Economía, Martín Guzmán, días atrás. Pareció haber una fuerte disonancia entre su comentario de no tocar esa canilla de dólares a la decisión que tomó Miguel Pesce horas después. Pero lo que inquietó aún más fueron sus comentarios sobre que el dólar blue no incide en los precios. En otro contexto fue la misma explicación que Alfonso Prat Gay le dio a Mauricio Macri al principio de su gestión para explicar que la unificación del tipo de cambio no iba a traer inflación y 2016 terminó con un 40%.

Se debe considerar que el impacto de los altibajos en el valor del dólar es económico, pero también sociológico y político. Sobre el primer aspecto claramente la moneda estadounidense es un bien transable cuyo valor aumenta si hay restricción en la oferta, y también es reserva de valor como lo fue en su tiempo el oro (no hay que saber inglés para darse cuenta). Pero genera un efecto sociológico cuando un agente externo se convierte en referencia para los actores, guiando su accionar. Esto pasa simplemente cuando cualquier asalariado divide su ingreso por el valor de dólar blue para saber cuánto gana, lo mismo hacen las empresas para evaluar su rentabilidad por fuera de que su estructura de precios esté en dólar oficial para los bienes importados y en pesos para los salarios y otros gastos corrientes.

Linterna verde. Luego, en Argentina la inestabilidad cambiaria es síntoma de dificultad de gobernabilidad. Como explican los investigadores del Conicet Mariana Luzzi y Ariel Wilkis, desde los años 30 la divisa estadounidense se convirtió en un dispositivo de interpretación de la realidad argentina. Precisamente los problemas con el tipo de cambio se remontan a 1931, cuando el dictador José Félix Uriburu estableció el primer control de cambios de la historia argentina. Juan Domingo Perón tampoco fue ajeno a las presiones sobre el tipo de cambio. La anécdota más curiosa se produce en 1948, cuando el General enojado con el frente cambiario le preguntó a un grupo de obreros ladrilleros: ¿Alguno de ustedes vio alguna vez un dólar? No obstante, los problemas alrededor del dólar hasta la década del 70 se vinculaban a las necesidades de dólares para la industrialización, lo que originaba una permanente puja con los sectores agropecuarios; el ejemplo más palpable de esto es la imposición de retenciones a las exportaciones agropecuarias por parte del ministro ultraliberal Krieger Vasena durante la dictadura de Juan Carlos Onganía. Pero el cambio completo de eje se dio en 1975 con el famoso Rodrigazo, con la fuerte devaluación de la moneda llevada a cabo por Celestino Rodrigo, ministro de Isabel Perón. A partir de allí se inició un camino sin retorno de dolarización de la economía real (liderada por las propiedades) y la correlación entre valor del dólar y la inflación. Sin embargo, se puede observar que en los pocos momentos de la historia reciente de estabilidad cambiaria las personas de a pie dejan de lado (momentáneamente) la dolarización de sus ahorros.

La incertidumbre actual tras esta semana de zozobra no parece haber concluido, por lo cual es de esperar que el libro Dólar. Historia de una moneda argentina (1930-2019), de los autores arriba citados, siga sumando nuevos capítulos.

*Sociólogo (@cfdeangelis).