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La resta es mayor que la suma

El anuncio de Cristina es claramente negativo para la posibilidad de una victoria electoral del peronismo. Si lo que busca es que que vayan otros líderes peronistas a una interna, esto puede empeorar. Irán los dirigentes con peor imagen y crecerá el saldo negativo.

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Nunca consideré que Cristina Kirchner sea una mala candidata, ni dije que es la figura opositora que más le conviene a Mauricio. Siempre afirmé lo contrario, tanto en esta columna de PERFIL, como en decenas de entrevistas en las que participé en la última década. Todos los estudios dicen que Cristina es la mejor candidata de la oposición. Era absurdo pensar que Mauricio podía designar a un candidato mediocre de oposición para ganar con facilidad, porque en ese caso habría promovido a un perdedor nato como Daniel Filmus y ganaba sin hacer campaña. Cristina es una candidata poderosa porque es líder de un importante porcentaje de argentinos que quiere una sociedad autoritaria en la que se protejan sus intereses. Se sienten inseguros con la democracia.

Una candidata con esa fuerza no va a dejar el poder, debe ganarlo por sí misma o poniendo a un testaferro que controle. El misterio y la sorpresa son juegos de poder típicos del  kirchnerismo. En su momento, Néstor nos tenía pendientes con que sería "pingüina o pingüino", Cristina designó a Boudou como candidato a última hora fingiendo que vacilaba entre él y el eterno perdedor. Su idea de que “el poder es mío y de la familia” se manifestó cuando recibió los símbolos de mando de su hija y no los entregó al presidente electo porque lo consideraba una rendición. Para entenderla, es indispensable usar herramientas de la psicología. Jorge Fontevechia decía la semana pasada que a Cristina “más allá de su psicología, sea narcisismo primario, megalomanía, sesgo paranoide o delirio de grandeza, todas las categorías conllevan a una etiología similar: elegirse a sí misma como objeto de amor. Y todas comparten sintomatología: sentimiento exagerado de grandiosidad que afecta la búsqueda de racionalidad.”

Libro. El lanzamiento del libro de CFK transparentó algo que muchos se negaban a ver: representa una visión no democrática del mundo compartida por muchos argentinos y latinoamericanos.

Algunos miembros del círculo rojo hablan de que es necesaria la “unidad de la oposición” para enfrentar a CFK. Delatan con eso lo que sienten. Que en realidad: Cristina es el poder, el eje de todo lo que pasa. Mantienen la antigua superstición de que los únicos que pueden gobernar Argentina son los peronistas.

El acto en la Feria fue extraño. Pocas veces un candidato inicia la campaña lanzando un libro al que ni siquiera se refiere en su presentación. Cristina pronunció  un discurso interesante, sereno, en el que dijo reiteradamente que no quería molestar a nadie. Tuvo pasajes brillantes como aquel de cómo un libro se independiza del autor según se escribe. Habría sido una buena pieza oratoria para un auditorio académico. Nadie de esa mentalidad escuchó el discurso, aunque lo haya oído.

En la sala vip los líderes de la élite K miraban atónitos la escena: en vez de arengas furibundas oían reflexiones. Se portaron educados. Ninguno gritó las consignas que les brotaban de su interior, más afines con el contenido violento del libro. El propio Sheik Mohsen Alí se tomaba fotos amorosas con Aníbal Fernández y Felipe Solá, en vez de repetir que el atentado de la AMIA fue cometido por la comunidad judía. Todos habrían querido un acto más violento, como los que organiza la dirección de la Feria del Libro en las inauguraciones, pero Cristina se dirigía a un público civilizado.

Esta fórmula no sube el techo de Cristina y le baja el piso. Varios seguidores de ella ven mal a Alberto Fernández.

Fuera del local principal, había un grupo de militantes que en la década ganada lograron vivir en la Recoleta y quieren más. No son pobres, son pequeño-burgueses ambiciosos. Insultaron, escupieron, tomaron por los pelos a una valiente periodista de TN que siguió transmitiendo con esa firmeza propia de las mujeres. Trajeron a la memoria las manifestaciones organizadas por Hebe de Bonafini para “juzgar” a los medios en Plaza de Mayo, mientras enseñaban a los niños a escupir las fotos de periodistas.

En la calle, en medio del aguacero, estaban unos cinco mil pobres que habían llegado en colectivos para participar de este evento cultural. Se mojaban, pero gritaban para conservar sus planes sociales. Lázaro Báez lo explicó bien cuando dijo que nunca pudo llevarse bien con ella “porque le dan asco los negros como yo”. Es una elitista aspiracional que se siente feliz en Harvard, recordando a los presentes que “esto no es la Universidad de La Matanza”.

Días después Cristina se reunió con dirigentes políticos del PJ. Pronunció un discurso, no les escuchó ni una sola palabra y les ordenó tomarse una foto en la que aparecían con las manitos levantadas, como los dálmatas de Cruella de Vil. Siempre fue displicente con todos, gobernadores, dirigentes, el PJ, empleados de la Casa Rosada.  

Muchos ex funcionarios K y jueces  se asustaron  y bajaron la cabeza ante la posibilidad de que gane. Doctrina Zaffaroni en boga, liberarán asesinos y motochorros, inventarán chicanas leguleyas para sobreseerla, crearán otro partido judicial prodelincuencial, cosa única en el mundo. Pronto inventarán alguna artimaña para que vuelvan al redil varios de los que se dieron un recreo de los golpes y desplantes.

Complejidad. Los líderes no pueden hacer cualquier cosa. Las sociedades son complejas, existen fuerzas colectivas que se enfrentan, intereses, competencia. Actualmente, con la revolución de las comunicaciones todo se volvió más complejo. Para hacer un diagnóstico político hay que estudiar, investigar, cuantificar, pensar, analizar los problemas desde varios prismas.

Por un lado, es indispensable la experiencia. Quienes han hecho política por años tienen habilidades que les permiten comprender automáticamente temas que para otros no son evidentes. Esa es la política como arte. Malcolm Gladwell desarrolla el tema magistralmente en su libro Blink: The Power of Thinning Without Thinking. Por otra parte, hoy se usan técnicas de análisis científico que complementan el arte con el pensamiento. Se desarrollaron en Estados Unidos desde la intervención de Joseph Napolitan en la campaña de Kennedy y se sistematizaron académicamente desde que la fundación de la “West Point de la política”, la Graduate Schooll of Political Managment de la George Washington University. Dos profesores de esa facultad, Santiago Nieto y el autor de esta nota, hemos colaborado en elecciones argentinas durante los últimos quince años aplicando esas técnicas. Nunca se perdió ninguna.

El desarrollo de las ciencias hace cada vez más importante estudiar psicología para entender la comunicación política. En Argentina se acaba de publicar el libro de Daniel Lopez Rosetti Equilibrio, que debería leer cualquiera que quiera ser candidato. El mismo autor había publicado antes otra obra, Emoción y sentimientos, en la que afirmó “no somos seres racionales, somos seres emocionales que razonan”. Son igualmente importantes los libros de Facundo Manes Usar el cerebro: conocer nuestra mente para vivir mejor y El cerebro argentino. En inglés existe una enorme bibliografía de los últimos años a la que nos hemos referido en otros artículos.
Pero hay algo más importante: con la revolución de las comunicaciones nació un mundo que no alcanzamos a descifrar en el que los electores cobraron  una independencia inimaginable. La sociedad se disgrega en pequeñas comunidades que funcionan sin que nadie las pueda manejar, desaparecen profesiones, se rompen líneas de mando, los seres humanos nos volvimos distintos. Además de los libros mencionados en otras ocasiones de Harari y Friedman, hay que leer el último de Andrés Oppenheimer, Salvese quién pueda. En ese contexto creció la antipatía hacia el pasado, la política, los líderes, las instituciones, los partidos, los sindicatos. Mientras más amplios son los apoyos, más probable es la derrota como se vio con Meade en México, Alckmin en Brasil, Hillary en Estados Unidos y bastantes otros.

Fórmula. Estaba terminando esta nota cuando me llega la noticia de que Cristina anunció que su fórmula estaría integrada por Alberto Fernández para presidente y ella misma para vicepresidente. Logró cosas únicas: es la primera vez que el candidato a vicepresidente anuncia quién sería "su" candidato a presidente en el continente. Deja en claro quién es el que manda. La segunda cosa única es que con la imagen de Alberto endureció su techo y perdió la solidez de su piso.
Uno de los trabajos que hacemos en nuestra profesión es escribir diagnósticos políticos. Ultimamente lo hicimos en siete países latinoamericanos, entre los que estuvieron México y Brasil. Los estudios políticos serios no son fruto de la intuición, usan números, estudios y una extensa bibliografía que existe sobre estos temas.
Los frentes fracasan porque las matemáticas de la política no son como las elementales. Toda suma y también resta, y con el fastidio que existe con el pasado, normalmente la resta es mayor que la suma. ¿Cuántos votos nuevos le trae Alberto Fernández a Cristina? Los pocos que lo veían bien porque insultaba ferozmente a Cristina, seguramente no irán con ella. No sube el techo. Varios seguidores de Cristina ven mal a Alberto, baja el piso.

La operación matemática es: Votos de C más nuevos votos de A, menos votos de C ahuyentados por A. Eso lo calculamos matemáticamente con las cifras que disponemos. El saldo es claramente negativo. Si hace esto para conseguir que vayan otros líderes peronistas a una interna, esto puede empeorar. Irán los dirigentes con peor imagen y crecerá el saldo negativo. Los dirigentes peronistas democráticos, sobre todo si creen que tienen futuro, necesitan diferenciarse. Con mínima lógica saben que esta unidad será liderada por Cristina, desde cualquier sitio en que aparezca. Identificarse con el populismo autoritario mata cualquier alternativa peronista que quiera existir en la futura democracia.

 

*Profesor de la GWU. Miembro del Club Político Argentino.