Lejos de limitarse a la figura encasillada a la que pretenden condenarla sus enemigos, que intentan clausurar cualquier análisis con el simple sello de “chorra” y “jefa de la banda” antes que lo defina la Justicia, Cristina vuelve a instalarse en la centralidad política con movimientos inéditos por estas latitudes.
Con astucia, ponerse como candidata a vice no sólo es original: da pasto a la feligresía propia para que haga campaña sobre la “humildad”, la “grandeza” y el “renunciamiento” de la expresidenta al no ir por el premio mayor. Demostraría así que CFK cambió, como viene proclamando Alberto Fernández, ascendido de operador a presidenciable.
Aunque no le sume un voto a los que ya tenía, el elástico Alberto (excavallista, exnestorista, excristinista, exantikirchnerista, exmassista, exsciolista) vendría a cumplir con esta idea de que la administración que viene, además de resolver graves problemas socioeconómicos, deberá ampliar la base de sustentación para permitir gobernabilidad.
Alberto tiene mucho más diálogo que su jefa devenida en lugarteniente (un gran truco de CFK) con dirigentes peronistas, sindicalistas, empresariales, mediáticos y hasta de Cambiemos. Y goza, por estos tiempos, de una medalla infrecuente en el planeta K: no tiene causas abiertas. Igual, alguien con memoria recordará que fue el jefe de la campaña presidencial 2007 de Cristina, en la que la Justicia demostró que la narcomafia de la efedrina hizo jugosos aportes. Ni hablar de su ceguera administrativa: ni se enteró del fenomenal aparato de recaudación paralela que armaron Néstor y De Vido desde 2003.
Esa limpieza judicial albertista también le resulta muy funcional a la expresidenta, que el martes 21 inicia su desfile por juicios orales bajo cargos de corrupción. El relato dirá que ella está dispuesta a ir a la hoguera, no “su” presidente ni el proyecto.
Con la “opción Alberto”, además, CFK evitaría exponerse ella a las vicisitudes de su eventual gobierno: negociar con el FMI o pedir más préstamos, por ejemplo. Requiere alguien más dúctil y que le responda, salvo que se crean esto de la supuesta autonomía del candidato presidencial, el primero ungido en la historia universal por su vice. Sí, claro, ella se quedaría a tocar la campanita en el Senado, como iba a hacer Zannini con Scioli si triunfaban en 2015.
En una inusitada vuelta de rosca setentista de “Cámpora al gobierno, Perón al poder”, Alberto sólo tiene el poder que le da Cristina, verdadera garante del proyecto K que nunca será F. Ni el diseño de las boletas electorales lo disimulará.