El sábado 19 de julio de 1924 se consumó la masacre de Napalpí. El Estado argentino exterminó hombres, mujeres y niños de las reducciones indígenas en el Chaco. Se cumplen 99 años y la noticia vuelve con la difusión del veredicto del juicio de 2022. Los perpetradores quedaron impunes; están muertos. Pero si el hecho no se juzga desde la perspectiva de nuestra Constitución presente corremos el riesgo de quedarnos sin ningún presente.
Muchos qom y moqoits habían sobrevivido a las campañas: en vez de matarlos (como en el sur), el Chaco necesitaba mano de obra barata, primero para la explotación forestal, luego para la novedosa recolección del algodón. Mientras que el primer trabajo necesitaba apenas hombres y hachas que fueran libremente de aquí para allá, la recolección del oro blanco, el algodón, que se cultivaba en parcelas otorgadas a los colonos extranjeros y criollos (otrora territorio sagrado de las etnias originarias), requería mantener al obrero en cercanía. Las reducciones (el nombre lo indica todo) de Napalpí funcionaron como esclavismo: el trabajo se debía abonar en moneda nacional, pero se pagaba en cambio con vales de alimentos. Hoy sabemos (juicio mediante) que estos vales no cubrían su manutención (antes de la aparición del Estado argentino se daba en perfecta armonía) así que el obrero qom o moqoit vivía en deuda con su contratante. Permanecieron en Napalpí porque era su territorio y porque las condiciones en los ingenios eran aun peores. Pero la explotación se hizo insostenible y los indígenas se declararon en huelga.
En 1924 el Estado argentino exterminó hombres, mujeres y niños de reducciones indígenas en el Chaco
Como señala el podcast “La Masacre de Napalpí”, de la Secretaría de Patrimonio Cultural del Ministerio, la masacre no es un acto inmediato, sino una producción. Supuso pasos muy conscientes: la distribución de falsas noticias entre los colonos, la decisión política y económica, la matanza en sí, el pacto de silencio, la negación de la identidad y, finalmente, de los hechos. Si sirve de consuelo, no hay mentira que dure cien años y esta duró 99.
El parecido con Jujuy hoy, aquí y ahora, es evidente. Estúdiense los pasos de aquella producción de injusticia, compárese el veredicto de 2022 con lo que pasa con etnias, universidades y obreros en Jujuy, y sáquense las conclusiones lo antes posible.
No tenemos otros 99 años.