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La Vacunagate

Trastienda de las idas y vueltas en torno a las vacunas antiCovid. Más interna en el Gobierno.

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La revolución rusa, Vladimir Putin. | Pablo Temes

El 10 de diciembre pasado el presidente Alberto Fernández anunció que el Gobierno había firmado el acuerdo con Rusia para adquirir la vacuna Sputnik V y que, en consecuencia, se podría inmunizar a 10 millones de personas entre los meses de enero y febrero próximos. Agregó, además, un dato clave: dijo que él sería el primero en aplicarse la vacuna rusa cuando llegue al país “para que nadie tenga miedo”. AF tiene 61 años y padece trombofilia. No es un dato menor para inferir que, en la planificación del gobierno, los adultos mayores - que conforman uno de los grupos de riesgo más significativos por su cuantía- iban a ser de los primeros en recibir la vacuna. La propia asesora presidencial Cecilia Nicolini había asegurado en declaraciones que realizó a los medios el 3 de noviembre que se iba “a priorizar a los grupos de riesgo, al personal sanitario y a las fuerzas de seguridad”.

En su anuncio de hace 10 días, el Presidente, que estuvo acompañado por el ministro de Salud, Ginés González García, aseguró que el gobierno preveía aplicar la inyección a 300.000 personas antes de fin de año. Y dijo que su administración contaría “con las dosis suficientes para poder vacunar entre enero y febrero a 10 millones de argentinos y argentinas”.

Solo una semana después el presidente de Rusia, Vladimir Putin, afirmó que “las vacunas que están circulando entre la población general están destinadas a personas de un determinado grupo de edad, y las vacunas aún no han llegado a personas como yo”. El presidente ruso tiene 68 años.

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¿El Dr. Fernández sabía que la Sputnik V aún no era apta para mayores de 60 años? Todo indica que sí. debido a la información que le llega desde Moscú vía la delegación que encabeza la viceministra de Salud, Carla Vizzotti.

“Hubo una apuesta concreta y meditada respecto de la vacuna Rusa. Se tomó una decisión. Pero también se negociaba con otras. No se puede ideologizar una vacuna o una política de salud pública pero lo cierto es que quienes impulsaron esta decisión fueron funcionarios afines a la línea más dura del kirchnerismo como el ministro de salud de la provincia de Buenos Aires, Daniel Gollán. También la Dra. Vizzotti se dejó llevar por esta corriente y el ministro Ginés no tuvo el peso suficiente para detener esa movida” , dijo una voz del gobierno que conoce las internas del Instituto Patria.

“Hay una clara interna en Salud tan dura como en las otras áreas. CFK, Kiciloff y Gollán no están conformes con el rendimiento de Ginés. Va a terminar pagando los platos rotos porque la presión para que asuma Gollán es enorme” – concluyó la susodicha fuente.

Dudas y más dudas. Con el tiempo  las dudas se han incrementado, muestra de una singular falta de cuidado en el manejo y difusión de la información  sobre la vacuna. El 14 de diciembre el Centro Nacional de Epidemiología y Microbiología de Gamaleya y el Fondo Ruso de Inversión Directa anunciaron que la Sputnik V había alcanzado un 91,4% de eficacia en el último punto de control de los ensayos clínicos de la fase III, según el tercer análisis provisional. De esa conferencia se desprenden dos observaciones: no hubo ninguna referencia a que la vacuna no era aún recomendable para los mayores de 60 años y no hay constancia de que la experimentación haya incluído la fase 3.

En Clinicaltrial.gov se informa que la fase 3 de la Sputnik V, que incluye a 40.000 voluntarios, comenzó el 7 de septiembre y tiene como fecha para completar los estudios primarios el 1 de mayo del año próximo. Es decir que la fase 3 no está completada.

En otra publicación del mismo portal se habla también que la fase 2 se va a completar el 31 de diciembre e incluye sólo a 110 voluntarios de más de 60 años. Por lo tanto según lo aparecido en ese sitio, que hace un listado de la información científica existente sobre todas las vacunas contra el Covid-19, , el último día del año se sabrán los resultados de la fase 2, no los de la 3.

Teniendo en cuenta que en el gobierno insisten en que ese dato ya les era conocido, cabe preguntarse: ¿Por qué entonces no se lo hizo público? ¿Por qué el Presidente anunció que, no bien llegara la vacuna a la Argentina, él sería el primero en vacunarse? ¿Por qué dijo hace unos meses que Rusia le había enviado las dosis con cada uno de los componentes de la vacuna que decidió no aplicársela para no tener ningún privilegio respecto del resto de la ciudadanía, siendo que la Sputnik V todavía no había completado la fase 3?

El engorro por el affaire de las vacunas no concluye aquí. El episodio concerniente a la vacuna de Pfizer es de una grisura que se profundiza según pasan los días. Pfizer fue la primera vacuna que presentó la documentación respaldatoria de sus investigaciones ante el ANMAT. El hecho generó un anuncio sonoro del Minisitro de Salud, Dr. González Garcia. Ello ocurrió el 2 de diciembre pasado. Se habló, además, de una cantidad de alrededor de 700.000 dosis que estarían disponibles hacia fines de este mes. Hay que recordar que esta es la única vacuna de cuya investigación multicéntrica participó la Argentina que fue, además, la que aportó la mayor cantidad de voluntarios. Y no sólo eso: el artículo de referencia que dio cuenta de todos los detalles de la investigación, publicado en el prestigiosísimo The New Journal of Medicine, tiene como primer autor al destacadao pediatra argentino Fernando Polack. Eso da idea de la calidad y la envergadura de la investigación desarrollada en nuestro país. ¿Qué sucedió, pues, para que finalmente no haya habido ningún tipo de acuerdo para la provisión de la vacuna? ¿Cuáles fueron las demandas inaceptables que pidió Pfizer? ¿Qué cosas diferentes hicieron para acordar con Pfizer países con gobierno de tan disímil orientación ideológica como los de Chile, México y China?

Mientras tanto, la ex presidenta en funciones mandó a “laburar” a los ministros que no hacen lo que ella quiere. Y ayer Eduardo Valdés, un vocero de Alberto Fernández, ya avisó cuáles son las áreas en capilla: salud, política y comunicaciones. Es una confirmación contundente de que Cristina Fernández de Kirchner manda y el Presidente obedece.