El jueves, al entregarse los diplomas a los egresados de la cursada 2015/2016 del Posgrado en Periodismo de Investigación de la Universidad del Salvador y Perfil, se expuso el caso de Julián D’Imperio, uno de los egresados, quien haciendo su práctica en Perfil.com fue insultado por Jorge Lanata, siendo un ejemplo del “estado del arte” en que se encuentra nuestra profesión, espejo de la sociedad en su conjunto.
Lo único que Julián D’Imperio hizo fue consultar a Lanata sobre la acusación que Ramón Fonseca Mora, director del estudio de abogados Mossack Fonseca, realizó durante un reportaje al diario La Estrella de su país a partir de los Panamá Papers, donde sostuvo que el fondo NML de Paul Singer había propiciado las filtraciones de sus archivos como, años anteriores, de informaciones que se difundieron en el programa Periodismo para todos, promoviendo viajes del equipo de Lanata a Panamá y Nevada.
Se equivocó el diario de Panamá al decir que Lanata se llama Julio y el propio Fonseca al decir que NML “nos trajo a (Julio) Lanata aquí, que es un periodista internacional. Pagó y lo llevó a Nevada”. Es obvio que Clarín no precisa que le paguen pasajes, tampoco Lanata cobrar por hacer operaciones, ni que Perfil pudiese creer que las acusaciones de Fonseca sean ciertas porque Lanata fue columnista político de este diario muchos años.
Lo que Julián D’Imperio y Perfil.com hicieron al publicar la acusación de Fonseca el domingo 10 de abril pasado fue hacer puro periodismo, porque nadie puede decir que no resulta relevante un reportaje al fundador del estudio de abogados de los Panamá Papers (extraño personaje este Fonseca, quien además es ministro consejero del actual presidente de Panamá y también fue ministro del anterior presidente), donde además menciona al principal fondo buitre –justo la semana que Argentina logra salir definitivamente del default– y al periodista más famoso de Argentina.
Si bien los insultos en Lanata son parte de un estilo y los utiliza hasta para ser cariñoso, el “imbécil” de esta vez no fue una manifestación de afecto porque Perfil fue el único de todos los medios calificados como “la corpo” que publicó el tema, y parece que fuera esperable en este colectivo que sólo se publiquen informaciones que sean negativas para el kirchnerismo. De hecho, sobre algo más de mil personas que dejaron opinión sobre la nota de Perfil.com sólo el 25% puso “me gusta”; al 75% de nuestros lectores no le gustó porque no le gusta el kirchnerismo.
A Perfil tampoco le gusta el kirchnerismo y está harto probado que fue el medio que durante más tiempo fue crítico.
Nuestra misión. Pero el periodismo no está para confirmar las convicciones políticas sino para conmover e importunar cualquier confort ideológico, incluso el de nosotros mismos, y para abrir un resquicio hacia el vértigo de la duda.
Como la mente tiende a creer en lo que está acostumbrada a creer, la tarea del periodismo no es limitarse a insistir en posiciones existentes; no hay periodismo si se arrastra a la audiencia a discursos previsibles.
Hay que contrastar con lo que ya se sabe y que a la vez detiene a la audiencia en lo que ya era, para regalarle el anuncio de lo que no sabía que podía ser como consecuencia de lo que no había pensado. Hay una dimensión pedagógica en el periodismo: la de permitirle a la audiencia su evolución y progreso.
El pensamiento crítico no tiene que ver con oponerse. El verdadero pensamiento contrahegemónico es ternario, no binario; no está en el medio geográfico sino equidistante desde arriba, superando lo que se prefirió bautizar como grieta pero es tan viejo como la humanidad que avanza en una espiral ascendente de síntesis de oposiciones. Nuestro trabajo es ser parte de esos sintetizadores y no parte de los vociferantes.
Lo mejor que este posgrado Perfil como organización pudo aportar a los egresados es haberlos ayudado a percibir las operaciones que regulan la relación de nosotros mismos con lo que observamos, haciéndonos conscientes de nuestra propia implicación, arrancándonos de la ceguera de quienes pueden observar todo excepto su propia relación con lo observado, para ser conscientes de los condicionamientos que tiene nuestra propia mirada.
Obviamente, simpatizamos con el periodismo de investigación que hace Lanata, como obviamente simpatizamos con el trabajo del Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ), pero nuestro afecto a esos valores que compartimos no nos debe hacer dejar de publicar informaciones relevantes que nos incomoden, como sucedió la semana pasada, que faltaba la mención de que los propios medios también tenemos empresas offshore (en nuestro caso: Perfil Exterior de British Virgin Island, controlante de Caras Portugal y Angola; Grupo Perfil Inversor de Uruguay, controlante de Caras Brasil, y Perfil Asia de Hong Kong, controlante de cuatro revistas en Shanghai).
Nos hacemos mal a nosotros mismos al no visibilizar temas que puedan disgustarnos porque quedamos en evidencia. Como en el discurso de la ex presidenta al salir de los tribunales de Comodoro Py, transmitido prácticamente en cadena por todos los canales de televisión, cuando ella se refirió a la acusación de Fonseca sobre Lanata. ¿Qué servicio le hubiéramos realizado a nuestro público si no entendiera de qué estaba hablando Cristina Kirchner? Tenemos que publicarlo, aclararlo, debatirlo, explicarlo, sin temores, y mucho más cuando nos asiste la razón.
No publicar es siempre el peor remedio.
Estudio. El 60% de los egresados de los posgrados en Periodismo de Investigación ya trabajan en medios de Perfil, como redactores, cronistas o colaboradores.
Entre los treinta alumnos que comenzaron este año se encuentra becado Fernando Maldonado, quien vive en la villa de Barracas cercana a Perfil. Siempre quiso ser periodista, y estudió un taller de periodismo en la iglesia de Caacupé, en este barrio. La Fundación Integrar lo becó para que estudiara en TEA, donde se recibió el año pasado. Fernando es también quien hizo la pregunta sobre Donald Trump que incomodó a Obama en la Usina del Arte. Y es el único de su familia numerosa que estudió.