COLUMNISTAS
UN PAIS EN SERIO

Lo dijo Borges

La ficción política es la única verdad. Bolsas, millones y el cielo de testigo.

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“—Imaginate que un alto funcionario del Gobierno, hombre de confianza de un ministro, aparece enterrando montones de bolsas con billetes –dice Carla, mi asesora de imagen.
—¿Bolsas? ¿Por qué? ¡Es inverosímil! –digo yo.
—Porque las choreó, obvio –dice Matías, mi personal trainer.
Carla asiente.
—Imaginate si además ese alto funcionario –agrega Matías, continuando el relato de Carla–, hombre de confianza de un ministro pero desde hace treinta años…
—¡Eh, treinta años, pará…! –interrumpo yo.
—Sí, treinta años –continúa Matías–. Imaginate que entierra las bolsas con guita…
—…con mucha guita… –agrega Carla.
—…dos o tres palos verdes…
—¡Cinco o seis palos verdes!… –sube la apuesta Matías.
—¡Paren! –digo yo–. Se están yendo al carajo. ¿Quién va a creer semejante cosa? A ver, sigamos con la boludez que están planteando que todo vale: la guita la esconden en un convento donde hay unas monjas de más de 80 años, que hablan en los medios…
—¡Síiiii! –gritan al unísono Carla y Matías.
—¡Y después parece que las monjitas algo sabían y se están haciendo las boludas, porque en el convento hay unas bóvedas por donde pasaron muchos más billetes…! –se entusiasma Carla.
—Ustedes porque están sugestionadas con tanto informe de bóvedas –interrumpo yo–. Porque no digo que no existan, pero tampoco esto es Irak, ¿no?
—Pero además, al funcionario lo llevan preso y aparece como defensora una abogada que había hecho unas fotos eróticas y que luego de hacerse cargo del caso la llama Tinelli para que vaya a bailar a su programa –continúa Carla, mirando sólo a Matías, como si yo no existiera.
—¡Y después la abogada se pone de novia con…! –sigue Matías, en la suya con Carla, y nombra a un periodista que... no, todo es demasiado inverosímil.
—¡Están locas! –grito yo, pero no logro disuadirlas de decir lo que están diciendo–. ¡Están locas, están locas, están locas!”

Carla agarra su celular. Lo que escuchamos fue una grabación de hace dos meses. Ella me dijo que me iba a grabar en su celular para que me diera cuenta de que tenía razón. A mí me parecía inverosímil lo que decía. Y me sigue pareciendo. Pero…
—Sos un pelotudo que nunca me da bola –dice Carla, mientras mira su teléfono. Ahora estamos sólo Carla y yo.
—Era inverosímil, ¿cómo iba a saber que algo así podía ser real? –pregunto–. ¿Y cómo algo así, siendo real, podía hacerse público de semejante manera? O me vas a decir que vos dijiste eso porque sabías…
–No sabía, pero supuse que podía pasar cualquier cosa.
—Dejate de joder, estas cosas sólo ocurrían en la ficción…
—¡La ficción es la realidad! –se entusiasma Carla–. ¡La única verdad es la ficción! ¡Tenía razón el General Perón!
—Claro, ahora decime que sos peronista. ¡No jodas!
—No, pero hay que aprender de los grandes –dice Carla–.
La realidad se permite más espectacularidad que la ficción, es cierto. Por eso no es lo
mismo una transacción bancaria a un paraíso fiscal
por varios millones de dólares que todo ese mismo dinero en efectivo.
—La transferencia bancaria es un click, crear la cuenta offshore un par de clicks más, y así.
—…es como responder en un grupo de whatsapp
—…claro, nada especial. En cambio los billetes pueden servir de colchón, podés hacerlos volar, lo que quieras.
—Y no dejar registros ni constancias, claro.
—…el olor, el fetiche del billete… –lo reconozco: me excita un poco la idea de montañas de billetes de cien dólares.
–Pero si te agarran con billetes es mucho más alevoso, también, y podés terminar mucho peor –dice Carla pegándole una bofetada a mi fantasía con billetes.
—Bueno, en todo caso son dos delitos espantosos, que generan una desigualdad profunda. Hay que condenar a los dos.
—¡Momento! –me advierte Carla–. ¿Cómo que dos delitos espantosos? ¡Acá están en juego dos modelos de país!
—¿Dos modelos?
—Sí –dice Carla–. Por un lado el de la inclusión con romanticismo, que implica la circulación de billetes y la posibilidad de encontrar unas bolsas excavando en el lugar correcto, si tenés buena puntería y mejor información; y del otro lado, el país de la oligarquía, con sus paraísos fiscales, sus acuerdos con fondos buitre, sus juicios a la Argentina y la institucionalidad incuestionable que suelen tener quienes crean las instituciones.
—¿Te estás volviendo kirchnerista justo ahora? –pregunto, algo asombrado.
—¡Por supuesto! ¿O no te dije que la única verdad era la ficción?
—Sí.
—Bueno, entonces hoy la única verdad es el kirchnerismo.
—¿Por qué?
—Porque se anticipa a las grandes movidas internacionales.
—No entiendo.
—Hubo dos grandes renuncias esta semana política…
—El Reino Unido se fue de la Unión Europea y… ¿qué más?
—¿Cómo “qué más”? –se enoja Carla–. ¡El Movimiento Evita se fue del Frente para la Victoria!
—¡Ah, cierto! –digo–. Es que tampoco me parece tan relevante.
—A mí tampoco… ¡pero a la política sí! La política argentina está más pendiente de eso que de Europa.
—Es raro –digo–. La izquierda siempre se planteó dejar de mirar a los países centrales. Y cuando realmente hay que mirarlos, seguimos hablando de gnomos, de duendes, de centauros, de kirchnerismo…
—Hacete el boludo, vos  –me dice Carla y mira el Twi-tter en su teléfono–. Como si no hubieras pasado por ahí y cobrado de esa misma ventanilla, ladrón de cuarta.
—Eh, pará, ¿qué me estás diciendo? ¿Eso me lo dijeron en Twitter? –pregunto.
—No, eso lo dijo Borges –responde Carla–. Como en el cartel ése de Cultura de la Ciudad, que publicó Lopérfido.
—Al menos fue un solo cartel, y no 30 mil…
—Ocho mil quinientos, querrás decir… –me corrige Carla.
—Está muy bien –digo–. Si hoy cualquiera puede decir cualquier cosa, si vivimos en el reino del panelismo televisivo constante, ¿por qué no iba a poder decir cualquier cosa el pobre Borges?
—O en las redes sociales…         —¡Por eso Twitter se llenó de frases apócrifas de Borges! –exclamo–. “La pelota no se mancha”. J.L.Borges. “El que depositó dólares recibirá dólares”. J.L.Borges.
—¿Será la ficción de la política la venganza borgeana contra el peronismo? –pregunta Carla–. ¿Será el Vaticano el último bastión peronista de la humanidad? ¿Es la antinomia Borges-Perón la que realmente divide al país, detrás de cortinas de humo como K-Anti K, Menotti-Bilardo o Redondos-Soda?
—Es interesante lo que planteás…
¡No, son pelotudeces! –me interrumpe Carla–. ¡Y vos sos un imbécil, la puta que te parió! ¡Epa, qué boquita! –me sorprendo.
—¿Por qué “qué boquita”? –pregunta Carla.
—¿Cómo por qué? ¡Me acabás de putear! ¡Me dijiste una barbaridad!
—Perdón, pero eso no lo dije yo.
—Ah, no, ¿y quién lo dijo? –pregunto.
—Borges –responde Carla–. Lo dijo Borges.