COLUMNISTAS
opinion

Lo que ven los acreedores

20200102_wall_street_shutterstock_g.jpg
Nobel. Para Wall Street, Stiglitz es un “francotirador”. | shutterstock

Si algo tuvo el viaje del ministro de Economía a Estados Unidos, antes que nada, fue el sentido de la oportunidad. Desde el arranque del nuevo gobierno que, inversores y hombres de negocios internacionales mantienen el interrogante sobre cómo será su gestión y cuál será su peso político. Una y otra duda permanecían intactas cuarenta días después de producido el desembarco de Alberto Fernández en la Casa Rosada.

Más aún, observadores de trazo grueso del exterior seguían viendo con más protagonismo económico a Axel Kicillof que a Martín Guzmán. Y que la deuda de la provincia de Buenos Aires esté tan expuesta, agregaba a esa presunción. De hecho, puertas adentro algunos pocos señalan que Axel habla más de Economía que de temas territoriales bonaerenses.

Los agentes externos que tienen antecedentes del anterior período con Cristina en el poder y Kicillof a cargo del Palacio de Hacienda, tienen más desconfianza que expectativas, y no pierden oportunidad de compartir estos pareceres con sus pares.

Esto no les gusta a los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
Hoy más que nunca Suscribite

No se trata solo de, como se viene repitiendo, que no ven cuál será el plan económico que el Gobierno piensa imponer más allá del ajuste implantado en los primeros días de gestión. Los interlocutores no son personas individuales que deciden por su propia cuenta y riesgo: tendrán que tener datos y argumentos para cuando los accionistas acreedores del país pregunten no solo cuándo y cómo cobrará, sino qué garantiza que Argentina vaya a cumplir con esas premisas. Y no es que crean que la gestión actual, como deslizan en las cercanías oficiales, está escondiendo las cartas: más bien entienden que siguen todas en el mazo.

Los agentes externos que tienen antecedentes del anterior período con Cristina en el poder y Kicillof a cargo del Palacio de Hacienda, tienen más desconfianza que expectativas

“¿Quién dice que si acordamos lo que se presume que van a proponer no vuelva a pasar lo de siempre, y que en dos años haya otro default, aunque sea parcial?”, preguntan sin esperar respuesta.

Suma al desconcierto que, hasta la visita del actual ministro, por Wall Street circulaba la versión de que hasta una semana antes de asumir la conducción del país Alberto Fernández tenía dos equipos trabajando y circulando, pero que un llamado de Joseph Stiglitz a Cristina instaló a Guzmán en el cargo. Algo de esa versión sobrevoló en el país y fue desmentida en los albores del nuevo gobierno. Para más, la figura de Stiglitz como garante del ministro Guzmán sirve solo para el mercado interno. Quienes transitan por Wall Street ven hoy al ganador del Premio Nobel como un francotirador, representante de una corriente de pensamiento económico unipersonal.

Con lógica contundente, los tenedores de deuda hablan de que un plan económico necesita varios meses de estudio e idoneidad antes de ser llevado a la práctica, por lo que les cuesta tomar como consistente cualquier proyección de funcionarios argentinos sobre el porcentaje de crecimiento del país, a lo que estará atada, obviamente, su capacidad de pago. Al igual que el FMI, podrán declarar voluntad de diálogo y buena predisposición, pero a los que ya se quemaron con leche se les caen las lágrimas con solo ver un tambo.

La sensación va más allá de lo que haya hecho Guzmán en su paso por EE.UU. y su poder de convencimiento, pero lo sienten más voluntarista que realista.

En el repaso del escenario internacional actual y más o menos mediato, los inversores y economistas entienden que no estén dadas las condiciones para que ningún país crezca a tasas razonablemente altas e imaginan que con mucho viento de cola (mucho) y anabolizando el consumo, Argentina podría alcanzar un crecimiento de 1% o 1,5%, en el mejor de los casos. Y no les parece una cifra como para soñar con una reprogramación que se proyecte a apenas dos años.

La sensación va más allá de lo que haya hecho Guzmán en su paso por EE.UU. y su poder de convencimiento, pero lo sienten más voluntarista que realista

Ven, además que la mayor atracción que puede ofrecer el país, Vaca Muerta, está llena de interrogantes. Saben que ese negocio para ser rentable requiere primero cerca de US$ 15 mil millones de inversión  no solo para la extra-cción, sino en lo que ellos llaman pipes lines, cañerías e infraestructura capaces de acercar el producto extraído hasta algún puerto importante. Y los grandes inversionistas no están dispuestos a financiar semejante obra sin la certeza de que luego podrán repatriar los beneficios de esas operaciones. Aunque haya una ley del Congreso que lo garantice puede más el temor, esa fantasía de posible cepo a los dividendos.

Con todo, nadie cierra las puertas de nada. Como siempre, quieren cobrar. Miran de reojo las declaraciones y movimientos del país y el FMI, aunque después de la suelta de billetes del organismo que incomprensiblemente se le escurrieron de las manos a Macri tampoco lo tienen como un faro.

Si bien la cláusula de negociación colectiva es factor positivo para Argentina, alejando la existencia de holdouts porque con el 75% de acuerdo (sobre el monto, no sobre el número de acreedores) el resto entra en la renegociación automáticamente, los tiempos no son muy largos.

El marzo que propone el Gobierno  les suena más que difícil, pero puede haber un poco más de aire. No demasiado. Con costo de vida que rondará el 10% en el primer trimestre, casi 5% de PBI en subsidios y aumentos de salarios que empujan ir más allá de las sumas fijas, sin acuerdo de deuda no extrañaría que la inflación encienda luces rojas en mayo o junio.

*Director de Radio PERFIL.