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Reuniones

Los consternados

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Sé que hay algunos admiradores de Macri que están francamente disgustados con la decisión del Presidente de invitar a Cristina Fernández de Kirchner a las reuniones destinadas a buscar acuerdos políticos.

Prefieren que semejante reunión no exista; recibirían con alivio la confirmación de que ella no acudirá. De producirse, llegado el caso, preferirían que no surgiere de allí acuerdo alguno.

Les vienen diciendo, desde hace años, entre otros el propio Macri, que Cristina es una delincuente de fuste, que es jefa de una asociación ilícita, que se robaba los pebeís, que es indecente. Se los vienen diciendo y ellos lo han creído, es su más firme convicción. ¿Cómo es que ahora Macri, tan luego Mauricio Macri, está dispuesto a reunirse con ella, y hasta la ha invitado a hacerlo, con el afán de concordar?

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Se sienten consternados. No admiten que ningún argumento político mitigue el enfurecimiento judicial, puesto que el enfurecimiento judicial es desde hace tiempo su principal argumento político. No les gusta para nada ver que Macri mismo es quien convoca a la que tienen por tan despreciable, tan por fuera de la ley. ¿Qué es lo que los mortifica, exactamente? ¿Maliciarán que la indignación moral, a la que con tanto fervor se plegaron, algo tuvo de sobreactuación, de recurso propagandístico, de treta electoral? ¿O temerán, en definitiva, si semejante encuentro ocurre, comprobar hasta qué punto a Macri no lo inquieta para nada sentarse a conversar un rato con ricachones sospechables de ilícitos, departir café de por medio con empresarios de fortunas acaso mal habidas?

Diría que es eso lo que en verdad los tiene mal: la verificación empírica de que juntarse con millonarios sin preguntarse por sus millones, juntarse con potentados sin inquietarse por turbiedades, es para Macri algo perfectamente natural: una cosa familiar, en el sentido literal de la expresión.