La debilidad del kirchnerismo fue sin dudas la gran noticia después de las PASO. No es para menos: nadie esperaba tantos triunfos opositores, especialmente en la provincia de Buenos Aires y en el norte del país.
La derrota del kirchnerismo, sin embargo, escondió un fenómeno igual de inesperado: el ascenso del liberalismo. En la Ciudad de Buenos Aires, uno de cada cuatro electores porteños sufragó por alguna forma de liberalismo si se suman el 14% de Milei y el 11% de López Murphy. Pero también en la provincia de Buenos Aires un espacio liberal podría obtener diputados de la mano de Espert, que incluso con un mero 5% de los votos triplicó la elección de solo dos años atrás. A su vez compitieron, en otras provincias y novedosamente, listas liberales, especialmente dentro de JxC.
En este contexto, el liberalismo argentino enfrenta un problema generado por su propio crecimiento: la indefinición sobre su estrategia electoral óptima. El debate entre una integración en JxC y la construcción de una alternativa por fuera del bicoalicionismo no está cerrado: si bien es verdad que la autonomía liberal prácticamente garantiza su nula injerencia en un futuro gobierno, no es menos cierto que la “pata liberal” de JxC es débil y difícilmente pueda volverse mayoritaria en un espacio dominado por la socialdemocracia. La tensión entre purismo y factibilidad es real.
Pero la existencia de liberales cambiemitas y anticambiemitas no debería convertirse en una lucha encarnizada que borre su origen liberal común. En este sentido, el creciente nivel de enfrentamiento entre bandos crea una grieta innecesaria y peligrosa porque la división del liberalismo fortalece a los no liberales de cada espacio. Existe un alto riesgo de que los liberales cambiemitas queden subsumidos en un progresismo que los ignore y de que los anticambiemitas terminen devorados por un conservadurismo que tergiverse las banderas liberales.
Sería una mala idea en un país que necesita urgente tanto liberalismo como sea posible
Los indicios de que el liberalismo puede desvanecerse dentro y fuera de JxC son claros. Hacia dentro, debe notarse que la incorporación de liberales solo se permite cuando es imposible prevenir la fuga de votantes: no se concibe a los liberales como pares sino como una minoría a contener. Sin ir más lejos, la provincia más grande del país tuvo una interna de JxC pero sin liberales, aunque fuera reclamada por estos últimos: no se los juzgó necesarios.
Fuera de JxC, el liberalismo corre el peligro de que su autonomía se transforme en marginalidad: la falta de estructura permite que otros sectores se aprovechen de él y la radicalización del discurso abre las puertas a una antipolítica nutrida de intolerancia y antiliberalismo. En ese sentido, la posibilidad de que el nacionalismo antiliberal consiga una banca en el congreso por el liberalismo porteño no solo es insólita, sino que los posicionamientos y personajes que trae aparejado el primero convierten al segundo en un blanco fácil para un mainstream que busca activamente formas de “cancelarlo”.
En cualquier caso, la elección general está cerca pero pasará, y sería útil para los propios liberales que tanto los cambiemitas como los que no lo son reconozcan que también existe liberalismo en el otro espacio. En definitiva, los liberales no dejan de ser una minoría, y sería una mala idea cavar una grieta insalvable entre ellos en un país que necesita urgentemente tanto liberalismo como sea posible conseguir.
Magíster en Ciencias Sociales, Universidad de Chicago.