El señor Luis Grossman se reconoce como un fiel lector de PERFIL desde hace quince años. Por ello (y no solo por ello) le cabe el derecho de criticar o elogiar lo que este diario publica o deja de publicar, y más aún aportando fundamentos para respaldar sus dichos. En el Correo de hoy se incluye un mail con su firma en el que comenta muy negativamente la inclusión del reportaje que Jorge Fontevecchia le hiciera a Mariano Macri, hermano del ex presidente Mauricio: puntualiza Grossman (un arquitecto de larga trayectoria, multipremiado y con amplio reconocimiento por sus pares) que le asombra la publicación de esa nota por entender que la única razón que la justifica es ser el hermano del ex presidente, sin adjudicarle entidad alguna. El arquitecto Grossman pide la opinión de este ombudsman y acá va.
Las entrevistas de Fontevecchia son extensas, siempre. Es una parte de su atractivo, porque en el extenso diálogo se promueve conocer el pensamiento y las opiniones de los protagonistas, que en muchos casos ponen blanco sobre negro situaciones y realidades que han vivido o sentido. Mariano Macri no es solo el hermano del ex presidente: fue centro de la atención general hace poco menos de un año, cuando el periodista Santiago O’Donnell publicó su libro Hermano La confesión de Mariano Macri sobre la trama de poder, política, negocios y familia detrás de su hermano Mauricio (Sudamericana, 22 de octubre de 2020), convertido de inmediato en uno de los best-sellers de mayor impacto. ¿Por qué fue tan fuerte la repercusión? Por las detonantes, reveladoras definiciones de Mariano sobre Mauricio, que develaron entretelones hasta entonces desconocidos.
Fontevecchia volvió sobre aquellos pasos y fue más allá. Debo expresar mi disidencia con los dichos del lector Grossman: la publicación de la entrevista del domingo 18 de julio, páginas 42 a 50 se justifica plenamente. Vale la pena leerla.
Cabaret. El lector Eduardo Guelfand –otro habitué en estas páginas– hace un paralelo entre aquellas riñas de gallos que vivió Boca hace años y la actual situación en ambas coaliciones electorales, sumergidas en una cloaca en la que propios se lanzan munición gruesa en estos tiempos pre-PASO, y propios y extraños hacen ejercicios bélicos de alto voltaje que llegan al insulto, la diatriba, las acusaciones falsas o con base cierta. En esa guerrita de baja estofa participan –dice Guelfand– medios y comunicadores (no necesariamente periodistas).
Coincido con él. Los lectores de PERFIL deben saber que aunque este diario y su plantel no toman partido en ese conventillo, el conventillo está. Ya lo hemos vivido en otros momentos de la vida política y periodística, aunque debo puntualizar que pocas veces como ésta el intercambio de agresiones alcanza niveles de tamaña virulencia. De algunos personajes no asombra, porque tienen la violencia prendida a la piel y a la palabra. De otros sí, lo que lleva a pensar si estas conductas se están naturalizando como si formaran parte de una lógica de confrontación sin límites. El riesgo de llegar a puntos de no retorno en un marco de convivencia política está creciendo y enciende una luz de alarma. Es momento de poner un freno a tanta violencia.
“El hombre nació en la barbarie, cuando matar a su semejante era una condición normal de la existencia. Se le otorgó una conciencia. Y ahora ha llegado el día en que la violencia hacia otro ser humano debe volverse tan aborrecible como comer la carne de otro” (Martin Luther King).