La tentación de utilizar a la moral como obvia referencia para la demarcación del relato sobre el affaire de los cuadernos es enorme. Con la moral se ilusiona un mundo con dos lados, en el que uno contiene a lo bueno, y el otro a lo malo. Esta distinción adquiere un valor de esencia, es decir de real, objetivo; lo bueno sería eso y nada más que eso y estarían ambos siempre disponibles para su selección. Lo que los cuadernos reflejarían sería una senda marcada por decisiones recurrentes hacia el lado incorrecto de la moral, sobre el cual los medios de comunicación pueden asombrarse y manifestar horror. Sin embargo, el tratamiento del problema en este formato no logra describir el modo en que la sociedad produce secuencias imparables de decisiones, que simulan ser de individuos, pero que en realidad no son de nadie.
El kirchnerismo ha sido relatado, por sus opositores, como un inmenso error basado en la inmoralidad de sus actos e intenciones malignas, y con todo el peso en sus líderes, sería explicado de forma completa por decisiones de sus dos figuras originarias. Pero el camino judicial que están abriendo los cuadernos presenta una trama de muchos más protagonistas y colaboradores, por lo que la aparición de los “otros” en las redes de movilización de dinero e influencias harían surgir un nuevo foco en la descripción. Los empresarios serían víctimas de presiones y extorsiones, de modo que sus actos ilícitos no serían explicados por decisiones recurrentes durante diez años, es decir decisiones de los individuos, sino por la presión incesante del poder. Así, los kirchneristas serían sujetos en plena capacidad de decisión para el mal, mientras los empresarios serían víctimas con pérdida total de su subjetividad empujados al delito y cuya consecuencia fatal serían estas adjudicaciones millonarias para la obra pública.
El camino que abren los cuadernos presenta una trama de muchos más protagonistas
En los mismos días, el país seguía con intriga el destino de la votación en el Senado del proyecto de ley de interrupción voluntaria del embarazo, también sostenido en conflictos de referencia entre moral o inmoral y entre decisión subjetiva o condicionada. Del lado verde de la forma, mujeres y hombres reclamaban la ley para quienes decidieran de forma personal interrumpir un embarazo y que el mismo sea sin riesgo, en particular para las mujeres pobres. Sin embargo, algunas de éstas, del lado celeste, declaraban indignadas en televisión que dejaran de hablar en nombre de ellas, que tener un hijo no era un castigo o un límite, sino algo maravilloso y producto de su decisión. La lucha feminista por la mujer libre e independiente se encontró con el bloqueo simbólico de otros elementos, diversos y dispares con su perspectiva, y de los cuales no ha logrado desempatar en el conflicto. La mezcla entre decisión y condicionamiento se ha tornado demasiado compleja y reflexiva estos días.
La cuestión del aborto o los cuadernos y las coimas tienen además un componente desestabilizador en la regulación de las conductas, ya que ambos temas se ofrecen como novedades, y por lo tanto, el modo de actuar de los individuos va encontrando su modalidad en el proceso mismo de su secuencia. Si bien la tensión descriptiva entre aquél que decide y el otro que es víctima de las circunstancias existe en toda interacción, en espacios menos regulados esto se exagera. Para ambos casos el desenlace se considera con alta incertidumbre, porque no se sabe el resultado de la votación o cuándo terminará el desfile de empresarios. Todos se construyen en una dinámica abierta a la modificación continua, no quedan claras las decisiones, ni quedan claros los contextos.
La utilización de la dicotomía moral/inmoral no produce buenos rendimientos explicativos, sino que extiende los problemas propios de las paradojas en que ella misma se encuentra hacia el infinito. Solo actúa como punto de referencia para un observador metido en esa situación, y como tal, mientras acciona, construye en forma de conflicto el intento de resultado exitoso para sí mismo. Así se construyen las sociedades, por momentos a toda velocidad y en forma de batalla de referencias.
Los cuidados y formas son para órdenes más formales, donde las personas se adaptan anulando su particularidad. El Senado tiene reglas basadas en la tradición, reglas para todos menos para Michetti. Allí, a diferencia de los otros temas nuevos, quien no se adapta, se licúa, y hacia esa dirección va ella. Lo nuevo tensiona a lo viejo, y a veces es incontenible.
* Sociólogo.