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Nada como escuchar fútbol por radio

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Penal. Triverio apunta, Armani espera. La radio emociona. | AFP

Por razones de mudanza no pude ver por la tele los partidos de la Copa Libertadores. No fue demasiado grave, porque volví a mi primer amor: escuchar los partidos por radio. De hecho, es lo que hago casi siempre mientras los miro por tele. Pero no es lo mismo. Primero, porque el delay entre la imagen y el sonido a veces se vuelve molesto y no me queda más remedio que poner el sonido de la tele (durante el Mundial vi los penales por tele, pero los escuché por radio, cuyo sonido llegaba antes, por lo que me enteraba si era gol o no unos segundos antes de verlo. Tal vez porque Argentina terminó ganando, debo confesar que no me molestó para nada ese bizarro combo imagen-sonido). La segunda razón, es que tampoco es lo mismo verlo por tele y escucharlo por radio, porque, en última instancia, la imagen prima por sobre el sonido y termino prestándole más atención a la pantalla.

Pero lo del otro día, lo de escuchar los partidos de la Libertadores por radio (los de Boca, River, San Lorenzo) sin verlos por tele, fue hermoso. Porque hay pocas cosas más hermosas que una buena transmisión de fútbol por radio. Digo transmisión porque va más allá del relato. Es una puesta en escena oral que, como mínimo, incluye a un relator, un comentarista, dos “campo de juego”, un “estudios centrales” y un locutor comercial. Ese es el equipo base, realmente imbatible. De a ratos escucho a Gabriel Anello, en Radio Mitre, que imita demasiado a Mariano Closs y, además, tiene tantos y tantos y tantos problemas para embocarle a la conjugación de los verbos y al uso (más o menos) correcto de las palabras y argumentaciones que termina siendo desalentador. A veces tengo la impresión de que Anello hizo un doctorado en ignorancia. Pero las papas las salvan sus buenos comentaristas, en especial Fernando Pacini. Después paso a La Red, donde Leo Gentilli es un voluntarioso relator que, cuando Argentina hace un gol, lo grita como “gol nuestro”, bueno, tal vez sea suyo, porque mío no es. No hace falta buscar siempre una muletilla que caracterice a un relator, como el “Peligro de gol”, de José María Muñoz que, no sé cómo hacía, lo anunciaba mucho antes de que se concretara. Tenía un instinto salvaje para ver el final de la jugada cuando apenas comenzaba.

Termino siempre con Víctor Hugo, que seguramente por cuestiones de edad, ya relata al paso. No al galope ni al trote, sino solo al paso. Pero con eso le alcanza para seguir siendo el mejor. Veterano como soy, me acuerdo de cuando llegó a Argentina justo para la campaña de Boca con Maradona en el 81 (en ese entonces yo iba a la cancha con la radio). Víctor Hugo encarnaba lisa y llanamente lo nuevo. Mientras Muñoz era la dictadura, lo viejo, lo solemne y lo cuasifascista, Víctor Hugo era la frescura, la narrativa aplicada al relato, y la fantasía permanente. Rápidamente entendió todo y se opuso a Menotti y a Clarín. Ahora relata hablando pausado, permitiéndose alguna leve ironía. Pero a su transmisión le faltan buenos comentaristas.

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Si Cablevisión no vuelve a dejarme plantado como el otro día, los próximos partidos de la Libertadores los voy a ver por la tele. Pero nada es tan lindo como escuchar un partido por radio.