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Necesidad y derecho

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Rosenkrantz. La presentación de su conferencia en la Universidad de Chile y el juez en su discurso. | cedoc perfil

Es una lástima que de la media hora de conferencia de Carlos Rosenkrantz en la Universidad de Chile trascendieran solo tres minutos y tres párrafos en todos los medios:

“La insensibilidad al costo se sintetiza de modo patente, por ejemplo, en una afirmación muy insistente en mi país que yo veo como un síntoma innegable de fe populista, según la cual detrás de cada necesidad siempre debe haber un derecho. Obviamente, un mundo en el que las necesidades son todas satisfechas es deseado por todos, pero ese mundo no existe. Si existiera, no tendría ningún sentido la discusión política y moral”.

“No puede haber un derecho detrás de cada necesidad sencillamente porque no hay suficientes recursos para satisfacer todas las necesidades, a menos que restrinjamos qué entendemos por necesidad o entendamos por derecho aspiraciones que no son jurídicamente ejecutables”.

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“En las proclamas populistas hay siempre un olvido sistemático de que detrás de cada derecho hay un costo. Se olvida que, si hay un derecho, otros (individual o colectivamente) tienen obligaciones, y que honrar obligaciones es siempre costoso en términos de recursos, y que no tenemos suficientes recursos para satisfacer todas las necesidades”.

La conferencia de Rosenkrantz estuvo orientada a explicar los desafíos que las democracias representativas en todo el mundo enfrentan ante el fenómeno del crecimiento de populismos tanto de derecha como de izquierda. Y en el caso específico de Argentina, las descripciones que realizó cabrían tanto para sectores más radicalizados del kirchnerismo como para los de Milei.

Marx y Milei son igualmente maximalistas y representan el fin de la política

Lo dice explícitamente: “Es útil realizar una aclaración importante: la idea según la cual el individuo es el depositario último de valor no implica que el liberalismo demande un modelo de organización social libertario, a mi criterio ello constituye un error, de hecho, lo contrario a la verdad, y lo es justamente en la importancia que las democracias liberales constitucionales le dan al bienestar de todos los individuos”.

Rosenkrantz cita además un libro intrínsecamente opuesto a las ideas anarcocapitalistas: El costo de los derechos, de los profesores Stephen Holmes y Cass R. Sunstein, para quienes “la libertad depende de los impuestos, porque todos los derechos cuestan dinero. En concreto, no importa cuántos derechos el Estado garantice formalmente sino los recursos con los que cuenta para velar por ellos y efectivizar su cumplimiento. Por esta razón, cuantos más recursos cuente el Estado para garantizar la protección de los derechos individuales, mayor será la libertad de la que gocen los ciudadanos”.

En columnas anteriores y en reportajes al propio Milei, o ayer en PERFIL a Rainer Zitelmann, el libertario alemán más seguido en su país, aparece recurrentemente la falta de interés y lectura de parte de los libertarios por pensadores liberales relevantes como Isaiah Berlin, quien explicó los dos tipos de libertades. Las libertades negativas: que el Estado no prohíba algo (individual), y las libertades positivas: que el Estado con sus recursos cree libertades (social).

Rosenkrantz cita también a John Rawls, para quien la política existe como forma de resolver nuestro desacuerdos sobre cuáles necesidades se deben resolver prioritariamente. Tanto las visiones de Karl Marx como las de Javier Milei representan el fin de la política porque resuelven la forma sobre cómo se debe distribuir. Marx retoma el axioma “De cada cual según sus capacidades, a cada cual según sus necesidades” en su Crítica del Programa de Gotha. Para Milei: “A cada cual según su aporte”. 

En una familia no hay política porque las necesidades de cada uno de nuestros familiares son como si fueran nuestras. Y la política siempre será necesaria porque no importa cuánto pueda avanzar la capacidad de producir de la sociedad generando excedentes de bienes que pudieran satisfacer todas las necesidades objetivas de la sociedad (algo que aún no sucedió, como lo demuestra todavía la pobreza en parte del mundo); alcanzado ese estadio, aparecerán nuevas necesidades subjetivas de bienes que en el estadio anterior no estaban inventados. El estado de Edén descripto en la Biblia no satisfaría las necesidades actuales.

Desde la perspectiva expuesta en la conferencia de Rosenkrantz, Marx o Milei serían igualmente maximalistas, representando la misma caracterología de hacer política: a ninguno de los dos le importa el costo del cambio y por eso no lo hacen explícito.

En un artículo escrito por Lucas Grosman, profesor de Derecho de la Universidad de San Andrés (de la que Rosenkrantz fue rector), publicado en 2018 justamente bajo el título “¿Donde existe una necesidad nace un derecho?”, se dice: “En ocasiones, los derechos son entendidos como meras aspiraciones o ideales que queremos alcanzar como sociedad. Por ejemplo, las constituciones de Japón y Corea del Sur se refieren a un derecho a la felicidad, y la de Colombia habla de un derecho a la paz. Durante años, la jurisprudencia y la doctrina mayoritarias sostuvieron que los derechos sociales eran derechos “programáticos”, expresiones de deseo que no podían “operativizarse” en los tribunales. Sin embargo, hace alrededor de veinte años, esto empezó a cambiar y, paulatinamente, los jueces comenzaron a ordenar al Estado que garantizara de distintas maneras los derechos sociales. No obstante, no puede decirse que esta transición de la etapa aspiracional a la operativa esté completa. Para que un derecho sea operativo, no basta que el juez le ordene algo concreto al Estado, sino que eso que el juez ordena debe ser factible. Si no lo es, por más enfática que sea la orden del juez, esta quedará en letra muerta y nada cambiará en el mundo real”. 

En una familia no hay política porque la necesidad de un integrante es la de todos

Paralelamente, desde el punto de vista jurídico hay derechos que son independientes de las necesidades, que las personas tienen más allá de que los precisen o deseen. Rudolf von Ihering, uno de los mayores filósofos del derecho de Europa, sostenía que “los derechos son intereses jurídicamente protegidos”.

Corolario. Al comienzo de su conferencia, Rosenkrantz menciona sobre el populismo que “para quienes los aprecian y no tienen reparo en hacer público ese aprecio, el populismo es sinónimo de cambio, de antielitismo, de recuperación del auténtico valor y sentido de la democracia”. Vale la pena, entonces, ver completa la media hora de su disertación para opinar sobre ella sin recortes y hacer un esfuerzo más por salir de la grieta que todo absorbe y simplifica, de la misma forma que permitirse discutir temas que parecen convertirse en tabú, en gran medida porque se valora una frase por quien la acuñó popularmente.