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No importa, pasa el tiempo

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Aunque no lo noten tanto, el tiempo sigue pasando. En realidad esa es la misma idea del tiempo como tal, que pasa y pasa. El concepto de crisis, al contrario y solo una parte de él, tiene implícita la idea de un tiempo que dejaría de andar y que por lo tanto se cortaría. En muchos casos ingresa, gracias a esa misma crisis, en otro tiempo que es el de un proceso de bajo desempeño (emocional, económico, etc.). Pero allí el tiempo se cuenta distinto, algo así como que el tiempo pasa a ser el que se necesita para salir de esa crisis. Hay de este modo un tiempo para llegar a la crisis, y otro para salir de ella. El episodio de la crisis es la diferencia que separa a ambos lados.

Tanto Néstor como Cristina Kirchner deberían pasar a la historia, no solo por políticas concretas de gobierno o por su relación con el Grupo Clarín, sino por tener una inmensa capacidad de hacer que el tiempo de la crisis llegue siempre un poco más tarde.

La crisis del campo era el final, los vencimientos del pago de la deuda eran otro final, la inflación como final ideal, la derrota electora como final obvio y el caso Schoklender como final a ciertos amores. Cada episodio invitaba a un final nuevo y a especialistas del reloj social para explicar por qué esto ahora sí ya se terminaría. Pero lo más impresionante es que un episodio tras otro han ido acompañando la gestión sin realmente detener la gestión del país.

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El Gobierno hace actos de magia que nadie se espera, algo normal en una gestión sostenida solo por el carisma de una sola persona y no por una estructura de gestión integrada y profesionalizada. El carisma se basa en lo no formal y además en lo repentino, lo no esperable. Un día echan a Moreno y algunos meses después el nuevo ministro de Economía dice que la inflación del mes de enero fue del 3,7%. Listo, la escena está ganada y el tiempo vuelve a correr. Aunque se puedan comprar pocos dólares, para la mayoría es suficiente y la habilitación de esa opción también mueve el tiempo. Otro cambio de escena.

Hay una aclaración relevante en este juego. El Gobierno es especialista en tomar la iniciativa, pero lo hace solo y únicamente, con la Presidenta en funciones. Desde esta perspectiva, el proceso de los últimos seis meses tiene como novedad extrema el corrimiento de Cristina Kirchner del espacio público. Hace años que la inflación real se encuentra alrededor del 25%, pero es recién ahora que estalla realmente como repercusión pública en las encuestas.

El Gobierno ha construido un desequilibrio esperable y constante en el que todos sabemos sobrevivir. Ese desequilibrio cuenta con un mercado inquieto, inseguro y lleno de incertidumbre, y al mismo tiempo del lado contrario a una Presidenta que usa twitter, los anuncios en Casa de Gobierno y las aperturas de fábricas, para responderles. En ese torneo de idas y vueltas es que el tiempo se sostiene. En los últimos meses solo quedó uno de esos actores, el mercado, frente a un cuerpo de ministros que la mayoría de la gente rechaza. La fórmula, así, es de destino trágico.

Cuando la Presidenta empieza a aparecer, y sus ministros hacen anuncios inesperados, el tiempo vuelve a correr y la crisis de final de ciclo vuelve a entrar en zonas menos claras. Los anuncios extraños son una extensión de su carisma y reafirma el centro de la escena.

Una canción de Silvio Rodríguez dice que “aunque las cosas cambien de color no importa, pasa el tiempo, las cosas suelen transformarse siempre al caminar…”. Los que se quedan parados señalando el final, no logran darse cuenta que observan al Gobierno caminar haciendo que el tiempo pase y mientras el tiempo pasa todo cambia de color. Los opositores, en lugar de caminar, miran y ellos no pasan a colores novedosos.

La fórmula de subsistencia es innovar en medio de la incertidumbre con pasos cortos pero extraños, algo así como tocar la batería como Keith Moon de los Who, nunca igual que antes. Genera fascinación e incomprensión, y mientras se intenta ver cuál es la forma real de esta experiencia política, el camino a 2015 se hace posible.


*Sociólogo. Director de Ipsos-Mora y Araujo.